sábado, 28 de enero de 2023

La construcción de un nuevo orden mundial (I)

La duda de Olaf Scholz: ¿Cómo puede Europa permanecer como un actor independiente en un mundo multipolar?

Gilberto Lopes /Para Con Nuestra América

I
 
“La agresión de Rusia contra Ucrania ha puesto fin a una era”, dijo el canciller alemán, Olaf Scholz, en artículo  publicado en la edición de enero/febrero de la revista Foreign Affairs: The Global Zeitenwende. Algo así como un punto de no retorno. Es también el punto de partida del Foro Económico Mundial que se reunió en Davos a mediados de enero: “el mundo está hoy en un punto de inflexión crítico”, aseguran.
 
La cuestión central era esta, para Scholz: ¿cómo podemos, como europeos y como Unión Europea, seguir siendo actores independientes en un mundo cada vez más multipolar? 
 
Algo sobre lo cual ha estado hablando también el presidente francés, Emmanuel Macron, para quien Europa debía replantear su “autonomía estratégica". Según Macron, “Europa debe desempeñar un papel más activo en la OTAN, reduciendo su dependencia de Estados Unidos y desarrollando sus propias capacidades de defensa para garantizar la paz en la región”. 
 
Del lado ruso también se analiza el problema. Fyodor Lukyanov, director del Foro de Discusión de Valdai, señaló que la visita del presidente ucraniano Vladimir Zelensky a Washington, el pasado 21 de diciembre (dejando de lado la teatralidad que la envolvió) puede representar un hito para la definición de un nuevo marco de seguridad europea. 
 
Con Ucrania transformada en un insumergible portaviones norteamericano –como dice Lukyanov, un papel similar al que jugó Honduras en la guerra de los “contras”, montada por Washington contra los sandinistas, en Nicaragua, en los años 80’s–, el esquema de seguridad que había propuesto Putin en diciembre del año pasado ya no tiene sentido. Con el ejército ucraniano bien preparado, con el apoyo de Occidente, sobre todo de Estados Unidos, se torna irrelevante su eventual pertenencia a la OTAN, dijo Lukyanov (su argumentación puede ser vista aquí: https://www.rt.com/news/568813-lukyanov-zelensky-visits-washington/). 
 
Una posición similar ha expresado el exSecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger. Ucrania ha adquirido uno de los mayores y más efectivos ejércitos de tierra de Europa, equipado por los norteamericanos y sus aliados. La alternativa de neutralidad ya no es significativa, dijo Kissinger, sobre todo después de la incorporación de Suecia y Finlandia a la OTAN (el artículo de Kissinger puede ser visto aquí: https://www.spectator.co.uk/article/the-push-for-peace/). Ideas que repitió en su intervención en el foro de Davos, el 18 de enero pasado.
 
Los ganadores de la Guerra Fría
 
¿Qué época, según Scholz, es la que está llegando a su fin? En los 90’s parecía que un orden mundial más estable –resiliente, diría– se había instalado en el mundo. Se trataba del orden instaurado después de la Guerra Fría, de un mundo que percibe como de “relativa paz y prosperidad”.
 
La excanciller alemana, Angela Merkel, diría, en una entrevista publicada el 7 de diciembre en el medio alemán Zeit Magazine, que “la Guerra Fría nunca había de verdad terminado, pues Rusia nunca estuvo realmente en paz”.
 
Alemania no había podido alcanzar su objetivo de derrotar a Rusia, entonces cabeza de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS), en la II Guerra Mundial. Enfrentada al resto de Europa, especialmente a Gran Bretaña, todavía una gran potencia en esos años (y que hizo lo imposible por evitar entrar en esa guerra), y luego a Estados Unidos, Alemania fue derrotada, en una guerra en la que el papel de la URSS fue decisivo. 
 
El mundo se dividió después en dos grandes bloques. El encabezado por Estado Unidos asumió la tarea de continuar la lucha contra el que lideraba la Unión Soviética. Un largo conflicto, que duró casi 45 años, y terminó, como sabemos, con la victoria del bloque occidental y la disolución de la URSS.
 
Liberados los países de Europa del este, hasta entonces sometidos a la tutela soviética, un nuevo orden internacional emergió: una Europa “unida y libre” (“whole and free”, en palabras del presidente George H. W. Bush), ahora bajo la dirección norteamericana, inició la construcción de ese nuevo orden internacional. 
 
Por un lado, se consolidaron las políticas económicas neoliberales, impulsadas por los organismos financieros internacionales, con las vastas privatizaciones en los países del este europeo, que se extendieron también por América Latina, región tradicionalmente bajo la tutela norteamericana. Fue la época del “no hay alternativa”, anunciada por una de las más puras representantes del período, la inglesa Margaret Thatcher.
 
Por otro lado –hoy lo vemos con claridad– se fue diseñando, bajo el liderazgo norteamericano, una nueva política exterior y de defensa, cuya punta de lanza es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). 
 
El objetivo de la OTAN, como diría, en 1952, su primer Secretario General, el general británico de origen hindú, Hastings Ismay, era “to keep the Soviet Union out, the Americans in, and the Germans down”, muy en la línea de la política exterior británica de entonces. 
 
Setenta años después, la decadencia británica ha permitido a Scholz decir, en su artículo, que “los alemanes tratan de ser los garantes de la seguridad europea que nuestros aliados esperan que seamos, un constructor de puentes en la Unión Europea y un defensor de soluciones multilaterales para los problemas globales”. 
 
El sueño de Inglaterra, expresado por el general Ismay, ha quedado hecho pedazos y gran parte del resto de Europa –de mirada corta, en mi opinión– entusiasmada con la guerra contra Rusia, parece olvidar las consecuencias del último rearme alemán.
 
Scholz destacó el cambió de la constitución alemana, que le prohibía armar a países en conflicto, y anunció el destino de cien mil millones de euros para el fortalecimiento de sus fuerzas armadas. 
 
Lo que pertenece a un mismo mundo debe crecer junto, diría el canciller Willy Brandt, luego de la caída del muro de Berlín. Brandt se refería a Alemania, pero se aplica a Europa como un todo, dice Scholz.
 
Es lo que  Occidente llama “un mundo basado en reglas”. Lo que Scholz percibe como un nuevo orden, más resiliente, como un mundo de relativa paz y prosperidad, que algunos definieron como “el fin de la historia”.

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