Si algo ha quedado claramente demostrado, en los últimos 50 años, es que la política norteamericana hacia Cuba ha sido un fracaso.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El título de nuestro artículo,¡¡Listen, Obama!!, parafrasea el título del libro que escribiera, hace ya casi medio siglo, el sociólogo norteamericano Wright Mills: Listen, Yankee, quien alertaba a la sociedad norteamericana del peligroso camino por el que se enrumbaba con su política hacia América Latina en el marco de la Guerra Fría.
Entonces, Wright Mills se refería en primer lugar, como ahora nosotros, a la miopía que exhibían frente a Cuba y su naciente revolución que, este año, está cumpliendo 50 años.
Efectivamente, la nueva administración norteamericana haría bien en escuchar las voces que le llegan de todas partes del continente, clamando por un cambio en su anquilosada política hacia la isla. Hasta el mismo Secretario General de la Organización de Estados Americanos, el chileno José Miguel Insulza, declaró en Montevideo, capital del Uruguay, que ya era hora de anular el acuerdo que la dejó fuera de esa organización.
Este no es sino uno más de los tantos signos que anuncian que América Latina ha dado la espalda a la política de Washington hacia Cuba. Véase, si no, el desfile de mandatarios latinoamericanos visitando La Habana en menos de dos meses: Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina; Michelle Bachelet, de Chile; Álvaro Colom, de Guatemala; Martín Torrijos, de Panamá; Rafael Correa, del Ecuador; Manuel Zelaya, de Honduras; para no mencionar a Hugo Chávez, quien viaja frecuentemente a la isla.
Nunca antes se había visto nada parecido en la historia de la Revolución Cubana.
A esto se suma el ingreso de Cuba al Grupo de Río, que la acogió fraternalmente.
Es decir, quien quiera escuchar, que escuche, porque todos los antes citados, y muchos que no han viajado a La Habana en estos días, han sido claros y tajantes al condenar la política del bloqueo. No se trata ya de “aliviar” las condiciones que éste impone, relajando la prohibición de viajes y remesas en dirección a la isla. Se trata de terminar con el bloqueo, esa oprobiosa reminiscencia de la Guerra Fría que solo vergüenza debería provocar en los Estados Unidos.
Si algo ha quedado claramente demostrado, en los últimos 50 años, es que la política norteamericana hacia la isla ha sido un fracaso. Claro, ha sido un fracaso si se piensa en los objetivos que los Estados Unidos deseaban alcanzar, es decir, hincar al pueblo cubano, hacerlo transigir. Lo que sí ha logrado exitosamente, pero que, por supuesto, no estaba entre sus objetivos, ha sido galvanizar al pueblo en su determinación de resistir.
Hoy, medios de comunicación como CNN entrevistan a los ciudadanos cubanos en las calles de La Habana, tratando de detectar algún síntoma de descontento por los cambios ocurridos en el gobierno, pero ignoran las muestras crecientes de disconformidad para con la política norteamericana hacia la isla.
Sería bueno que también ellos escucharan el eco de aquella frase de Mills que, con tono premonitorio, les alertó: Listen, yankee. A buen entendedor, pocas palabras.
Entonces, Wright Mills se refería en primer lugar, como ahora nosotros, a la miopía que exhibían frente a Cuba y su naciente revolución que, este año, está cumpliendo 50 años.
Efectivamente, la nueva administración norteamericana haría bien en escuchar las voces que le llegan de todas partes del continente, clamando por un cambio en su anquilosada política hacia la isla. Hasta el mismo Secretario General de la Organización de Estados Americanos, el chileno José Miguel Insulza, declaró en Montevideo, capital del Uruguay, que ya era hora de anular el acuerdo que la dejó fuera de esa organización.
Este no es sino uno más de los tantos signos que anuncian que América Latina ha dado la espalda a la política de Washington hacia Cuba. Véase, si no, el desfile de mandatarios latinoamericanos visitando La Habana en menos de dos meses: Cristina Fernández de Kirchner, de Argentina; Michelle Bachelet, de Chile; Álvaro Colom, de Guatemala; Martín Torrijos, de Panamá; Rafael Correa, del Ecuador; Manuel Zelaya, de Honduras; para no mencionar a Hugo Chávez, quien viaja frecuentemente a la isla.
Nunca antes se había visto nada parecido en la historia de la Revolución Cubana.
A esto se suma el ingreso de Cuba al Grupo de Río, que la acogió fraternalmente.
Es decir, quien quiera escuchar, que escuche, porque todos los antes citados, y muchos que no han viajado a La Habana en estos días, han sido claros y tajantes al condenar la política del bloqueo. No se trata ya de “aliviar” las condiciones que éste impone, relajando la prohibición de viajes y remesas en dirección a la isla. Se trata de terminar con el bloqueo, esa oprobiosa reminiscencia de la Guerra Fría que solo vergüenza debería provocar en los Estados Unidos.
Si algo ha quedado claramente demostrado, en los últimos 50 años, es que la política norteamericana hacia la isla ha sido un fracaso. Claro, ha sido un fracaso si se piensa en los objetivos que los Estados Unidos deseaban alcanzar, es decir, hincar al pueblo cubano, hacerlo transigir. Lo que sí ha logrado exitosamente, pero que, por supuesto, no estaba entre sus objetivos, ha sido galvanizar al pueblo en su determinación de resistir.
Hoy, medios de comunicación como CNN entrevistan a los ciudadanos cubanos en las calles de La Habana, tratando de detectar algún síntoma de descontento por los cambios ocurridos en el gobierno, pero ignoran las muestras crecientes de disconformidad para con la política norteamericana hacia la isla.
Sería bueno que también ellos escucharan el eco de aquella frase de Mills que, con tono premonitorio, les alertó: Listen, yankee. A buen entendedor, pocas palabras.
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