La masacre del 15 de noviembre de 1922 expresó el despertar de las reivindicaciones laborales en el Ecuador.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
(Ilustración: “Hoy paro”, de Oswaldo Guayasamín, 1942)
En octubre de 1922, por iniciativa de la Sociedad Cosmopolita de Cacahueros “Tomás Briones”, se constituyó en Guayaquil la Federación de Trabajadores Regional Ecuatoriana (FTRE). Dos días después, la Asamblea de Trabajadores del Ferrocarril de Durán resolvió presentar al gerente, J.C. Dobbie, un pliego de demandas: respeto a la ley de 8 horas de jornada diaria (1916) y de accidentes de trabajo (1921), aumento de salarios, semana laboral de 6 días (era de 7), estabilidad, supresión de descuentos arbitrarios a los sueldos y otras reivindicaciones.
Al no recibir respuesta, al día siguiente los ferrocarrileros iniciaron la huelga, respaldada por la FTRE, la Confederación Obrera del Guayas (COG) y la Asociación Gremial del Astillero. En los siguientes días aumentó la solidaridad de otros gremios. La alarma que produjo la paralización del ferrocarril en el país forzó al gerente Dobbie a entrar en arreglo con los huelguistas, y el 26 de octubre las partes suscribieron el acta en la que fueron aceptados los planteamientos de los trabajadores.
El éxito de los ferrocarrileros de Durán motivó el levantamiento de numerosas reivindicaciones por parte de los trabajadores guayaquileños de la Empresa de Luz y Fuerza Eléctrica, la Empresa de Carros Urbanos, motoristas y conductores de los tranvías eléctricos, operarios de los carros de tracción a mula, trabajadores del gas, verteros, taller de carrilanos, cascajeros, etc.
El 10 de noviembre se sumaron a la huelga los trabajadores de las fábricas de Guayaquil; el 11, artesanos y constructores; el 13, los voceadores y nuevas fábricas. La FTRE declaró el paro general. El 14 Guayaquil era una ciudad paralizada y sin luz. El día 15 de noviembre, la gigantesca manifestación de trabajadores por las calles de Guayaquil fue reprimida a fuego abierto. Murieron centenares de manifestantes.
La masacre del 15 de noviembre de 1922 expresó el despertar de las reivindicaciones laborales en el Ecuador. Sin embargo, las justas demandas obreras ya fueron atacadas de “comunistas” y “excesivas”. La matanza, de la que fuera responsable el gobierno de José Luis Tamayo (1920-1924) y la oligarquía guayaquileña, fue justificada con el argumento de que se había disparado contra “saqueadores” y “delincuentes”.
Esa jornada obrera sirvió para que la Revolución Juliana (1925) asumiera representar al “hombre proletario” y ha formado parte de la identidad de las izquierdas ecuatorianas con la clase trabajadora del país.
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