En América Latina y particularmente en Ecuador, más importante que discutir sobre quién se aleja o acerca de lo dicho por Marx (en esto consiste el dogmatismo), sería debatir cómo continuar cambiando el mundo.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
El reciente libro de Eric J. Hobsbawm, el historiador británico de izquierda con mayor renombre mundial, titulado “Cómo cambiar el mundo” (2011), examina el marxismo desde el origen de esta teoría hasta nuestros días. Sigue la trayectoria de la influencia de los socialistas premarxistas, cómo fue forjándose la relación entre Marx y el movimiento obrero, en qué consistió el análisis de las formaciones precapitalistas, las vicisitudes de las obras de Marx y Engels, el desarrollo del marxismo en el siglo XX, el derrumbe de su influencia, o mejor su “recesión”, hasta el significado que tiene la obra de Marx para el presente.
Aunque esta historia del marxismo se circunscribe a Europa, descubre una serie de alcances y límites que tuvo el propio Marx. Por ejemplo, la tesis sobre la “inevitabilidad histórica” del socialismo y del futuro comunismo, otrora considerada como verdad indiscutible, se relativiza al conocer la misma trayectoria que tuvo el pensamiento de Marx al respecto. Y, al propio tiempo, Hobsbawm advierte que en la actualidad ha renacido el interés por Marx, pero deja sentado que es necesario tomar sus tesis “en serio” para repensar, precisamente, cómo cambiar el mundo.
En América Latina, el marxismo tuvo decisiva influencia en las ciencias sociales hasta que el derrumbe del socialismo provocó el descalabro de la teoría. Aún así, todavía tenemos en Ecuador “marxistas” que defendían al socialismo realmente existente, pero que hoy sostienen que ni en la URSS ni en la Europa oriental hubo “socialismo”.
Como si no se hubiera derrumbado el modelo de estatización total y planificación centralizada, hay sectores que continúan planteando un socialismo totalmente estatista. He escuchado a “marxistas” que reniegan de las reformas en Cuba porque se apartan de lo que, según ellos, “dijo” Marx. Desde las perspectivas de un marxismo ortodoxo y manipulado, y peor aún, desde aquel sector “combativo”, “callejero”, “popular” y “democrático”, naturalmente quienes no siguen sus consignas o su ideología automáticamente quedan en la “derecha”. Felizmente la historia les pasa por delante.
El libro de Hobsbawm resulta oportuno como invitación para volver sobre Marx “en serio”. Pero en América Latina y particularmente en Ecuador, más importante que discutir sobre quien se aleja o acerca de lo dicho por Marx (en esto consiste el dogmatismo), sería, en la perspectiva del historiador británico, debatir cómo continuar cambiando el mundo.
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