¿Viviremos en Guatemala un cambio inesperado en las proyecciones de intención de voto en las elecciones del 6 de noviembre de 2011?
Carlos Figueroa Ibarra /Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Parafraseando la famosa frase inicial del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, se podría decir que “un fantasma recorre a Guatemala, el fantasma del serranazo”. Por “serranazo” se entiende ahora el asombroso vuelco electoral que se dio entre noviembre de 1990 y enero de 1991, cuando Jorge Serrano Elías literalmente aplastó a Jorge Carpio Nicolle en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de aquel momento. Habrá que recordar las cifras las elecciones del 16 de noviembre de 1990 y compararlas con las del 6 de enero de 1991, para admitir que a veces, muy contadas, la segunda vuelta puede dar lugar a resultados inesperados.
En la primera vuelta participaron doce partidos con sus respectivos candidatos. Y el resultado fue muy cerrado. Carpio Nicolle ganó aquellas elecciones con 25.72% de los votos frente a Jorge Serrano Elías que obtuvo 24.14%, una diferencia de apenas 24,560 votos. Dos candidatos más vivieron lo que era una amarga y dulce derrota. Alfonso Cabrera Hidalgo obtuvo con la Democracia Cristiana un 17.49% de los votos y esa derrota marcó el principio del fin de la DC y el fin de la carrera política de Cabrera Hidalgo. En cambio, en esas elecciones Álvaro Arzú con el Partido de Avanzada Nacional al obtener 17.29% de los votos inició el camino del éxito que hasta ahora lo acompaña. Fue después triunfador en las elecciones presidenciales de 1995 y ahora se ostenta casi como un alcalde vitalicio en la ciudad de Guatemala. La victoria de Jorge Carpio Nicolle en las elecciones de noviembre de 1990 fue una amarguísima victoria. Más amarga aun que la de Pérez Molina en la primera vuelta electoral de este año de 2011. Carpio Nicolle, un exitoso empresario de la comunicación, de figura apuesta y hablar engolado, había iniciado años atrás un camino hacia la presidencia que lucía prometedor. En lugar del éxito esperado su triunfo con una diferencia mínima fue el anuncio de lo que sucedería el 6 de enero de 1991. Perdió frente a un candidato que llevaba un trecho recorrido mucho menor y la derrota fue aparatosa. Serrano Elías ganó la segunda ronda electoral con el 64.55% de los votos frente al 30.26% de Carpio Nicolle. Éste solamente aumentó en cuarenta mil votos su caudal electoral mientras Serrano Elías casi lo triplicó: paso de 375,119 votos a 936,385 votos.
¿Viviremos en Guatemala esta situación en las elecciones del 6 de noviembre de 2011? Al día siguiente sabremos si el fantasma del serranazo fue solamente un fantasma o si nos despertaremos con una dolorosa realidad para el general. Les confieso estimados lectores y lectoras que yo todavía no me la creo. La diferencia de 13% de votos de Pérez Molina frente a Manuel Baldizón no era la esperada, pero aun así es abultada. Si el serranazo se hiciera realidad estaríamos viviendo un hecho histórico en Guatemala en lo que a elecciones presidenciales se refiere.
Conviene recordar el destino de los dos grandes adversarios de las elecciones de 1990-1991. Serrano Elías se llenó de infamia con el autogolpe de 1993 y vive desde entonces en el exilio dorado en Panamá. Jorge Carpio Nicolle fue asesinado la noche del 3 de julio de 1993 en el kilómetro 141 de la carretera entre Los encuentros y Chichicastenango. Una supuesta banda de asaltantes de entre 25 y 30 individuos interceptó la comitiva en la que él iba. Además de Carpio Nicolle, quien murió horas después en un hospital en Santa Cruz del Quiché, en el lugar fueron asesinadas otras tres personas y herido un joven adolescente. Dos de los integrantes de la comitiva descubrieron en el lugar de los hechos un casquillo de las armas usadas por los asaltantes y lo entregaron a un capitán de inteligencia del ejército.
El casquillo desapareció y el único resultado, según el artículo de June Erlick (http://www.centrodepublicaciones.com/upload/files/libro_78_512.pdf), fue que en el funeral de Carpio aparecieron los entonces jefes del Estado Mayor Presidencial y los Archivos del ejército, coroneles Otto Pérez Molina y Ricardo Bustamante, e interrogaron a una de las dos personas que habían encontrado el cartucho vacío. Una banda de asaltantes, “Los Churuneles”, resultaron ser los chivos expiatorios y fueron encarcelados. Hay que recordar que a la sazón, el flamante presidente interino de la república Ramiro de León Carpio, era el primo del victimado. Ni así se pudo encontrar a los verdaderos culpables.
Al evocar el fantasma del serranazo resulta inevitable evocar el fantasma de la impunidad en Guatemala. Es inevitable también reflexionar sobre las vueltas que da la vida. Quien perdió en aquella oportunidad es hoy un ganador en la memoria porque su nombre será siempre reivindicación de justicia. Quien ganó en aquella ocasión es hoy un perdedor en el recuerdo porque su nombre estará siempre asociado al golpismo.
No cabe duda que a veces las victorias se vuelven derrotas y las derrotas en victorias.
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