sábado, 7 de diciembre de 2013

Entre la Doctrina Monroe y el macartismo redivivo: América Central hoy

En nuestros países, el temor al cambio y al pensamiento y los proyectos políticos alternativos, que hiela la médula de los poderosos, puede más que los discursos sobre la institucionalidad y las pretendidas formas democráticas.

Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica

Adiestrada y armada por el Comando Sur, 
la fuerza Tecún Umán ya opera en Guatemala. 
¿Llegó a su fin la guerra fría? ¿Se acabó la era de la Doctrina Monroe, como proclamara a los cuatro vientos, no hace pocos días, el Secretario de Estado de EE.UU, John Kerry? Si Clausewitz sostenía que la política es la continuación de la guerra por otros medios, y más tarde Foucalt propuso invertir los términos de esta máxima, para entender la política como continuación de la guerra, América Central nos muestra hoy cómo la teoría se lleva a la práctica: aquí, los grupos de poder político y económico, dentro y fuera de los gobiernos, parecen empeñados en detener el tiempo y sumergirnos, otra vez, en las sombras que asolaron estas tierras hace medio siglo.

La presencia militar del Comando Sur en la frontera entre Guatemala y México, así como la activación de las alarmas macartistas y las campañas del terror ante el crecimiento electoral de las fuerzas de izquierda en Honduras y Costa Rica, reafirman la importancia de una región en la que el imperialismo no hace concesiones.

Al amparo de las políticas de seguridad nacional y regional, y del llamado combate al narcotráfico, ingenieros del ejército de EE.UU construyeron en tiempo récord –seis meses- una base militar en el occidente de Guatemala, en la región de San Marcos: apetecida no solo por el crimen organizado como ruta comercial, sino también por el capital extranjero para emprender proyectos extractivistas (minería e hidroeléctricas).  Pero, al mismo tiempo, una zona reconocida por la resistencia de las comunidades indígenas campesinas frente a la voracidad del maldesarrollo capitalista.

En San Marcos, el Comando Sur  adiestró una “fuerza de tarea” compuesta por militares de élite guatemaltecos, y los armó con 42 vehículos todo terreno blindados. Tecún Umán es el nombre de este nuevo cuerpo militar: el héroe indígena de los pueblos originarios, que enfrentó al conquistador europeo y ofrendó su vida en la lucha desigual, es reapropiado así por el imperialismo y, tal y como sucedió, por ejemplo, con los misíles tomahawk que destrozaron el Golfo Pérsico, las nuevas formas de sometimiento militar y económico, junto a la neocolonización cultural, avanzan enarbolando el nombre de los vencidos como arma de guerra.

De acuerdo con reportes de prensa, el gobierno de EE.UU ya se comprometió a apoyar la creación de fuerzas de tarea internacionales, similares a la Tecún Umán, en los otros dos países del triángulo norte centroamericano: El Salvador y Honduras. Con la expansión militar en la mira, y el control social implícito que esto conlleva, no sorprende que la maquinaria de una institucionalidad perversa como la del Estado hondureño, tutelada por la Embajada de EE.UU en Tegucigalpa, y con respaldo de los grupos de poder económico, haya desplegado todo sus recursos para impedir el triunfo de Xiomara Castro y el Partido Libre, una fuerza nacional-popular emergida de la resistencia al golpe de Estados de 2009. Solo un deliberado afán de la “comunidad internacional” por ignorar lo que sucedió en Honduras, puede avalar los resultados de unas elecciones que no resisten el juicio de la decencia y el sentido común: celebradas bajo un clima de impunidad, con asesinatos selectivos y sistemáticos de dirigentes sociales y periodistas –incluso en los días previos a la votación- y sin garantías de transparencia en la emisión y recuento de los sufragios.

Pero, en nuestros países, el temor al cambio cambio y al pensamiento y los proyectos políticos alternativos, que hiela la médula de los poderosos, puede más que los discursos sobre la institucionalidad y las pretendidas formas democráticas. Así queda en evidencia en Costa Rica en estos días, donde, con motivo de los resultados de una encuesta de opinión, que coloca al Frente Amplio –izquierda- en primer lugar de las intenciones de voto de cara a las elecciones de febrero de 2014, la derecha gobernante y la extrema derecha opositora enfilan baterías contra el joven candidato frenteamplista, José María Villalta, agitando los fantasmas del chavismo y del sandinismo, y desempolvando el arsenal ideologógico de la guerra fría  y las cacerías de brujas propias del macartismo.

Sobrepasados por una realidad social y económica decadente, que exhibe el fracaso del neoliberalismo en Costa Rica –el desempleo, la desigualdad y la pobreza se encuentran hoy en los índices más altos del último cuarto de siglo-, los defensores del statu quo, incapaces de comprender la naturaleza de los problemas y el rumbo de explosividad social al que nos conducen, recurren una vez más al miedo: todavía no para matar personas –como en Guatemala o en Honduras-, pero sí para intentar matar las ideas y la esperanza de la gente.

Así es la democracia burguesa, representativa y formalista: funciona para los poderosos hasta que los humillados de siempre se ponen en pie.

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