sábado, 4 de mayo de 2019

La Argentina 2019 o el juguete roto por el niño rico

Nada le sale bien al pobre Mauricio: trepa la inflación, trepa el dólar, trepa el riesgo país, cierran decenas de Pymes por día, las exportaciones pese a los 47 pesos por dólar y subiendo no son las esperadas; en el bosque petrificado de la recesión no se encuentra brote verde alguno.

Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Los chicos pobres suelen improvisar los juguetes de los que carecen y la pelota de trapo es todo un símbolo en ese sentido. Los niños ricos, en cambio, no  miran  las jugueterías como a esas cosas que nunca se alcanzan,  al decir de Discépolo en el tango “Cafetín de Buenos Aires”. Aquéllos gastan hasta el final sus  lúdicos instrumentos caseros mientras que estos otros bien pueden romperlos o desarmarlos para ver qué hay adentro; saben que les serán repuestos por otros nuevos por sus mayores. Son actitudes fundadas en las imposibilidades o las posibilidades que desde los primeros años ofrece la vida en estas sociedades tan desiguales.

Cierto niño rico ya crecido, se empecinó en seguir jugando y rompiendo los presentes; sólo que en el tren eléctrico viajan demasiado apretujados pasajeros de carne y hueso a precio de coche pullman, merced al celo -al cabo pro inflación- del ministro de transporte Guillermo Dietrich, los juegos de guerra terminan miles de metros bajo el Atlántico Sur como el submarino ARA San Juan, las armas de sebita matan como a Rafael Nahuel en la Patagonia y al abrir cierto obsequio puede aparecer  el chasco para toda una sociedad: la  tarjeta de felicitación por el plan económico neoliberal y hambreador del pueblo de la señora Christine  Lagarde con el logo del FMI. 

El niño rico se empecinó en ser presidente y lo logró en irreprochable elección en diciembre de 2015 con un merchandising de globos amarillos, contagioso optimismo fundado en promesas falsas y más que acertados consejos publicitarios del señor Durán Barba, cayendo todo en el terreno fértil de los  prejuicios de clase de los votantes de medio pelo.  La pequeña historia cuenta que del doctor Manuel Quintana,  un lejano antecesor en el sillón de Rivadavia, se decía desde la infancia que había nacido para ocupar la primera magistratura del país. La Argentina oligárquica marcaba entonces los destinos desde la cuna. Honores para algunos pocos y miseria, conventillos, tuberculosis y represión para el resto. En el caso del ingeniero Mauricio Macri la realidad es bien otra que la del  patricio Quintana. Hijo de un inmigrante enriquecido merced a la innegable astucia de prestidigitador en los terrenos del capitalismo prebendario orientado a la obra pública con retornos, a nadie se le ocurrió que su vida se encauzaría más allá de las empresas paternas que llegó a dirigir  por breve tiempo, dada la conflictiva relación sostenida con don Franco que algún psicólogo podrá interpretar.  Hasta que un día se impuso, con buen resultado, el desafío de presidir el club de fútbol Boca Junior.  Después, cumplido ya a su leal saber y entender el “cursus honorum” acorde con los requisitos de la patria futbolera y aprovechando la ola menemista de los “outsider” de la política, entró en ella con guiños a los sempiternos ganadores del sistema que vieron en él la posibilidad de llevar a la Casa Rosada un proyecto de derecha  conservador por vía de las urnas. Una circunstancia  imposible de concebir antes de 1983 sin que mediara un golpe militar,  descartado por los dueños de la Argentina menos debido a una súbita conversión democrática que aceptando con realismo el dato de que la Nación carece de Fuerzas Armadas con poder de fuego y con peso como para volver a sacar los tanques a la calle. 

Lo cierto es que a tres años y medio de la gestión macrista estamos con el juguete roto, es decir, con el país al borde  de la cornisa, según  el diario norteamericano Financial Times: “La situación solo va a empeorar”, diagnosticó el periódico de cabecera de los inversionistas globales. Y sigue expresando la nota firmada por el periodista neoyorquino Colby Smith: “El enfoque de su gobierno para lidiar con la volatilidad del mercado y mantener contentos a los electores está fracasando de cara a las elecciones presidenciales de octubre.” En términos parecidos acaba de titular El País, de España: “La Argentina se asoma al abismo económico.”  

En tanto el presidente sin preguntarse ¿qué hacer? o sin proponerlo como Lenin en el libro de ese título, publicado en 1902, echa culpas a diestra y sinistra, se lo ve  de mal genio y para distenderse toma a menudo vacaciones -las más recientes en Córdoba durante la Semana Santa-, de vez en cuando ejerce la función actoral rodeado de extras en timbreadas de utilería y, en especial, gusta internarse con dudosa vocación metafísica, en el tiempo y sus abismos: así en la dimensión del pasado para denunciar “la pesada herencia” y en la del futuro para atemorizar al “establishment” con el regreso de la doctora Cristina Fernández de Kirchner, que por lo demás cada día que pasa sube en las encuestas mientras cunde la desilusión de los ex votantes del ingeniero frente al desgobierno del oficialismo que  igualó a toda la sociedad. Empobreciéndola.

Nada le sale bien al pobre Mauricio: trepa la inflación, trepa el dólar, trepa el riesgo país, cierran decenas de Pymes por día, las exportaciones pese a los 47 pesos por dólar y subiendo no son las esperadas; en el bosque petrificado de la recesión no se encuentra brote verde alguno, la miseria retroalimenta la inseguridad -su solución es uno de los requerimientos más unánimes-, el narcotráfico no se inmuta frente a la cara de pocos amigos o de conocidos indeseables –uno de ellos D´Alessio- de la ministra de seguridad Patricia Bullrich,  la payasada de las fotos de las fotocopias de los famosos cuadernos del juez  Bonadío y el rebelde fiscal Stornelli no sirve ni para hacer barquitos de papel, el escándalo de espionajes truchos y extorsiones a empresarios que investiga el juez Ramos Padilla en Dolores se agranda como mancha de aceite. A todo esto, la inefable diputada  Elisa Carrió se regodea con la muerte del ex gobernador justicialista de Córdoba  José Manuel de la Sota, haciendo recordar el cajón quemado por Herminio Iglesias en el cierre de campaña peronista de 1983, el mejunje neoconservador Cambiemos –un oxímoron-  viene saliendo tercero en las elecciones PASO de todas las provincias y hasta el presidente Bolsonaro apela para que le aprueben sus medidas de ajuste en Brasil al cuco de la debacle de nuestro país.

Así las cosas, tenemos derecho a pensar que a veces exigir juguetes para romperlos, efectos de la malacrianza con el plus de la incapacidad,  la falta de liderazgo, las amistades peligrosas, la obstinación en el error, el desconocimiento de la división de poderes, quizá la corrupción –Panamá papers, intento de condonación de la deuda familiar del Correo Argentino en perjuicio de la Nación, la firma de decretos a favor de claros destinatarios para permitirles blanquear depósitos no declarados en el exterior, etcétera- y seguro que manga ancha ante los “conflictos de intereses” de los plutócratas a cargo de varios ministerios, tiene resultados francamente devastadores.        

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