sábado, 4 de mayo de 2019

Urgente, urgente, vea hoy el 13er. show de la saga “El día decisivo”

Resulta increíble que Juan Guaidó y Leopoldo López hayan ya dictaminado trece (13) “días decisivos” para derrocar a Maduro desde el 23 de enero de este año sin que sus pronósticos se hayan cumplido y que, a pesar de ello, insistan en seguirse inventando “días decisivos” a fin de complacer -¿o engañar?- a sus amos estadounidenses, solo para justificar el sueldo que reciben.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela

A mediados de la década de los 80 el partido comunista de Chile, en su combate contra la dictadura de Pinochet, proclamó que 1986 sería el “año decisivo” en la lucha para derrocar al tirano.  De manera privada se le consultó al Comandante Fidel Castro su opinión sobre tal decisión. Conocedor de su prestigio y su influjo sobre el movimiento revolucionario y la izquierda en general, Fidel era muy cauto a la hora de emitir opiniones sobre las disposiciones adoptadas por otras organizaciones y se limitó a hablar de la experiencia propia. Dijo que fue un error de su parte haber declarado que en el año “56 seremos libres o seremos mártires”, no sólo porque tal opinión generó presión para él mismo y para sus compañeros por la necesidad imperiosa de cumplir la palabra empeñada con el pueblo, explicó que de la misma manera un eventual atraso por cualquier situación no prevista iba a ver quebrantadas las expectativas creadas, lo cual también iba a generar un impacto negativo en el pueblo.

Por supuesto, yo no espero que Juan Guaidó o Leopoldo López hayan estudiado a Fidel Castro, ni mucho menos que tengan una dignidad y un respeto por el pueblo, que  los haga sentir que comprometer la palabra genera una obligación con el pueblo, porque es la forma como un político refrenda su compromiso con ese pueblo que dice representar. Estamos hablando de antípodas: el honor frente a la desvergüenza, la defensa de los principios frente a la actuación a cambio de dinero, el valor personal frente a la cobardía, el compromiso político sin cálculo frente al cálculo político para estar en la mirada de los líderes de Estados Unidos, el actuar con la mirada siempre puesta en los intereses del pueblo frente al interés del pueblo usado para obtener objetivos personales, la defensa irrestricta de la soberanía y la integridad de la patria frente a la impudicia de entregar la patria al extranjero.

En este contexto, resulta increíble que Guaidó y Leopoldo hayan ya dictaminado trece (13) “días decisivos” para derrocar a Maduro desde el 23 de enero de este año sin que sus pronósticos se hayan cumplido y que, a pesar de ello, insistan en seguirse inventando “días decisivos” a fin de complacer -¿o engañar?- a sus amos estadounidenses, solo para justificar el sueldo que reciben.

En una suerte de esquizofrénicas declaraciones falsas emitidas durante el pasado martes 30 de abril se “supo” que, la “Base Aérea de La Carlota” había sido tomada por las huestes subordinados a los líderes opositores, así mismo, que se había iniciado la “fase definitiva para el cese de la usurpación”, y que las principales unidades militares de la Fuerza Armada estaban dando inicio a la Operación Libertad”.

En el colmo del paroxismo, y tal vez, dando el mayor apoyo que Maduro pudo recibir del exterior, el presidente de Colombia hizo un llamado a los militares venezolanos a “que se ubiquen en el lado correcto de la historia, rechazando la dictadura u usurpación de Maduro; uniéndose en búsqueda de libertad, democracia y reconstrucción institucional…”. No creo que haya habido muchos, pero si quedaba algún militar que tuviera dudas, gracias a ese llamado hizo todo lo contrario. Alguien puede creer que el heredero del padre de los falsos positivos e invasor del Ecuador puede hacer un llamado a los dignos soldados venezolanos, herederos de aquellos que en Boyacá le dieron patria y libertad a la Nueva Granada.

Pero ese no fue el mayor acto de arrebato y enajenación mental del día, en un hecho que solo puede ser expresión de una enfermedad siquiátrica severa, el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos emitió una declaración que dejaba muchas dudas de su condición mental. Afirmó que apoyaba a Guaidó para intentar tomar el poder con el soporte de fuerzas militares, pero que: “Claramente, este no es un golpe de Estado”. Irrespetando el honor (palabra desconocida para los imperialistas) del General en Jefe Vladimir Padrino López, ministro de Defensa de Venezuela, Bolton le pidió que le retiraran su apoyo a Maduro para dárselo a Guaidó “si es que los cubanos lo dejan” y agregó “no sabemos cuál es la estructura de comando ahora, aparte de lo que informa La Habana”. Finalmente certificó su total imbecilidad cuando dijo: “Personalidades como el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, el presidente de la Suprema Corte de Justicia Maikel Moreno, el comandante de la Guardia Nacional, Rafael Hernández, coincidieron con que Maduro se tenía que ir”, todo ello después que los tres mencionados habían hecho manifestación pública –en compañía de sus subordinados y magistrados en el caso de Moreno- de su pleno y total respaldo al presidente Maduro.

Así mismo, después de expresar el apoyo de Estados Unidos al golpe de Estado en Venezuela, Bolton manifestó que le había hecho saber a Rusia “tanto de forma pública como en conversaciones privadas” que no debía intervenir en Venezuela. O sea, el país que interviene, le dice al que apoya el diálogo, las negociaciones y una salida política y pacífica al conflicto que debe abstenerse de hacerlo. Hay que ser un verdadero malabarista en el análisis político para entender a este orate, ante el que la humanidad debe sentir verdadera preocupación, pues es uno de los principales responsables de la seguridad en el planeta. Por su parte, ante el fracaso de esta nueva asonada golpista, en un acto de desesperación extrema, en uno de sus habituales exabruptos, el inquilino de la Casa Blanca responsabilizó a Cuba por la frustración y desilusión sufrida en Venezuela, informado que establecerá “un embargo total contra Cuba”.

Al final, del día, no se sabe si agobiado por los costos de su manutención, a pesar de la gran cantidad de dinero que recibe, Leopoldo López decidió alojarse en la residencia del embajador de Chile, para transferirle sus cuantiosos gastos al pueblo chileno que ahora debía que mantenerlo por un tiempo tal vez prolongado, toda vez que él es prófugo de la justicia y a personas en esa situación no se les suele dar un salvoconducto. Por lo menos, eso es lo que argumentó el gobierno británico para negárselo a Julian Assange por casi siete años. Sin embargo, al llegar a la sede diplomática, Leopoldo fue informado por su esposa que ya se encontraba en el lugar, le recordó que la gran mansión había sido adoptada como resort “todo incluido”, por otro prófugo de la justicia, Freddy Guevara segundo al mando de la franquicia denominada “Voluntad Popular”, a través de la cual López, Guevara y Guaidó reciben el dinero de Washington. Guevara reside en dicha representación desde 2017, sin que el gobierno chileno se moleste en sacar las cuentas que debe erogar por proteger a un delincuente. Por lo tanto, a ojos vista de la “dictadura”, López y familia se trasladaron a la embajada de España… que pague el rey.

Otro tanto ocurrió con los militares implicados en este golpe de Estado que buscaron refugio en la Embajada de Brasil donde vivirán por los próximos años como huéspedes de Bolsonaro, pero sin esposa e hijos y hacinados en condiciones bastante desagradables que obligará al capitancillo brasileño a negociar con el gobierno venezolano.


En fin, este fue el epílogo del show del Golpe de Estado de este 30 de abril de 2019, realizado con tres objetivos, el primero, buscarle asilo político a Leopoldo López que necesitaba cambiar de residencia, segundo, adelantar el llamado al fin de la Operación Libertad, para ocultar el fracaso de ésta y tercero, crear las condiciones para que si el gobierno de Venezuela no hubiera actuado con asertividad e inmediatez, prefiriendo el llamado al conflicto antes que a la paz y a la confrontación antes que la movilización del pueblo, aprovechar las condiciones de un eventual caos y violencia generalizada a fin de utilizarlo como subterfugio para una invasión militar. Este último objetivo, de carácter estratégico fue evitado por ahora, los otros dos, en el plano táctico se transformaron en victorias del pueblo y del gobierno, el liderazgo fascista quedó más descabezado, la desmoralización de las bases opositoras se profundiza y la división del espectro de la derecha violenta más evidente, de manera que el resumen del día arroja una nueva victoria para Venezuela, en el objetivo más ansiado: el mantenimiento de la paz, a fin de crear mejores condiciones para lograr la solución de la crisis.

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