sábado, 14 de diciembre de 2019

Panamá: 50, 40, 30, 20…

Aquel golpe de 1989, en efecto, impuso a la sociedad panameña un régimen político cuyo propósito fundamental vino a ser, en los hechos, la privatización de la renta generada tanto a través de la administración estatal del Canal, como de la de las tierras e instalaciones de la antigua Zona del Canal, y la concentración de la inversión pública en la región interoceánica.

Guillermo Castro H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

“Cuando un pueblo se divide, se mata.
El ambicioso ríe en la sombra.”
José Martí[1]

Este ha sido un año de aniversarios en Panamá. Se cumplen 50 años de aquel Día de la Lealtad, en que Omar Torrijos derrotó el desafío a su liderazgo militar y político por parte de un grupo de oficiales conservadores de la antigua Guardia Nacional, y abrió con ello el camino a iniciar el proceso de liberación nacional que culminó con la liquidación del enclave colonial norteamericano conocido como la Zona del Canal. Se cumplen también el 40º aniversario de la entrada en vigencia del Tratado Torrijos-Carter, que fue el instrumento que permitió liquidar ese enclave; los 30 años del golpe de Estado ejecutado por las fuerzas armadas de los Estados Unidos para abrir paso a la restauración del régimen oligárquico imperante en el país hasta 1968 y, con ello, al triunfo del neoliberalismo como doctrina de Estado, y los 20 de la transferencia del Estado norteamericano al panameño de la administración del Canal de Panamá.

En el encadenamiento de estos hechos se encuentran algunas de las claves de mayor importancia para comprender nuestra historia contemporánea, los problemas actuales del país, y sus perspectivas de futuro. Muchas de esas claves constituyen temas pudorosa o impúdicamente ignorados en nuestra vida política. Dos de ellas son especialmente importantes. Una consiste en la estrecha relación entre la lucha  por completar la soberanía del Estado nacional sobre todo uestro territorio, y aquella otra, menos visible, por capturar para la sociedad panameña la renta generada por la operación del Canal. La segunda clave, por su parte, corresponde al papel desempeñado por la violencia en la historia política del país que somos.

En este segundo plano, la lucha por la soberanía conculcada por la intervención norteamericana de 1903 – y por ampliar la particpación de Panamá en la renta canalera-, recibió impulsos decisivos en los golpes de Estado ocurridos en 1931, 1951 y 1968. Tanto, que los Tratados firmados por Panamá y los Estados Unidos en 1935, 1955 y 1977 que abrieron paso a la liquidación del enclave colonial creado por aquella intervención y finalmente transfirieron la renta canalera al Estado panameño, fueron firmados, todos, por mandatarios involucrados en aquellos golpes: Harmodio Arias, José Remón, y Omar Torrijos.

También hubo violencia conservadora, por supuesto. Tres casos son especialmente relevantes. En 1925, la oligarquía en el poder, a través del presidente Rodolfo Chiari, solicitó la intervención militar de los Estados Unidos para aplastar una huelga de pago de alquileres por parte de trabajadores desempleados, con resultado de siete muertos y numerosos heridos. En 1964, de manera unilateral, las fuerzas armadas de los Estados Unidos estacionadas en Panamá reprimieron con gran despliegue de violencia las manifestaciones de estudiantes, trabajadores y gentes del común contra la presencia del enclave militar extranjero en nuestro territorio. Y en 1989, los descendientes y equivalentes de la oligarquía de 1925 contribuyeron a crear las condiciones que abrieron paso al golpe militar del 20 de diciembre, debido entre otros factores a su incapacidad política para derrocar al régimen que había venido a encabezar Manuel Antonio Noriega.

Se estima que el golpe militar de1989 produjo la muerte de al menos 300 personas debido al bombardeo de barrios pobres densamente poblados y el uso indiscriminado del poder de fuego de los golpistas. La rapidez con que fueron juramentadas en una base militar norteamericana las nuevas autoridades, electas en mayo del mismo año en comicios cuyos resultados fueron desconocidos por el régimen militar panameño, demuestra la cuidadosa planificación del golpe de Estado que finalmente les permitió regresar al poder.

De entonces acá, el país ha conocido un largo período de estabilidad política, con seis sucesiones presidenciales de impecable formalidad. En este marco, además, ha tenido lugar un gran crecimiento económico, asociado a la integración del Canal a la economía interna, y del país al mercado global. Estos logros macroeconómicos y macropolíticos, sin embargo, de han visto acompañados por una inequidad social persistente, una degradación ambiental constante y, por último, un deterioro institucional y una corrupción creciente en el manejo de la riqueza pública.

En esta combinación de circunstancias radica lo fundamental de las consecuencias del golpe de Estado de 1989. Aquel golpe, en efecto, impuso a la sociedad panameña un régimen político cuyo propósito fundamental vino a ser, en los hechos, la privatización de la renta generada tanto a través de la administración estatal del Canal, como de la de las tierras e instalaciones de la antigua Zona del Canal, y la concentración de la inversión pública en la región interoceánica. A todo esto, sobre todo en el siglo XXI, vino a sumarse la pertinaz ausencia de una estrategia nacional de desarrollo y de verdaderas capacidades de control social de la gestión pública, todo lo cual facilitó el auge de la corrupción en el manejo de la rqiueza pública.

Aun así, lo importante está en juzgar estas secuelas y circunstancias a partir de una premisa raigalmente opuesta a la desesperanza, como la que nos ofreciera José Martí al señalar que “sólo se han de contar en un pueblo los días que nacen de aquel en que se sacudió de la frente la corona extraña”[2].




[1] “Autores aborígenes americanos”. La América, Nueva York, abril de 1884. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII: 336.
[2] Discurso pronunciado en la velada de la Sociedad Literaria Hispanoamericana en Honor de Venezuela, en 1882. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VII: 290.

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