sábado, 27 de noviembre de 2021

Chile, el signo de los tiempos

 La izquierda y el progresismo chilenos tienen ante sí un reto enorme: en unos cuantos días deben replantearse su estrategia política y darle un viraje a su campaña.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica


La primera ronda de las elecciones en Chile dio resultados que van a contramano de lo esperado. Después de unas elecciones para Constituyente en las que la izquierda y el progresismo parecían haberse posicionado en el sitio que aparentemente les correspondía después de las largas jornadas de movilización popular, la nueva jornada electoral pone en lugar protagónico a fuerzas políticas de signo político asociado con un pasado que, aparentemente, el país urgía por dejar atrás.

 

Algunos análisis de la situación planteada consideran que el mensaje de la derecha tuvo rasgos que le permitieron llegar de forma más directa a los votantes, tocar temas y problemas que la población identifica como amenazas a lo establecido, lo cual, aunque precariamente, ofrece algunas seguridades.

 

Es lo propio del pensamiento conservador: el miedo ante el cambio, que genera incertidumbre, el aferrarse a valores y prácticas que ofrecen promesa de estabilidad por asociarse a lo conocido. Esta situación no es exclusiva de Chile; en general, los grupos sociales tienden a privilegiar las formas de vida en las que ya se han desarrollado conocimientos y habilidades rutinarias que se presentan como referentes, aunque las condiciones de vida sean desventajosas o precarias.

 

 La izquierda presenta, siempre, un horizonte de cambio, lo cual genera incertidumbre. Ahí en donde ha sido posible que lidere procesos, ya no digamos revolucionarios, sino de cambio relativamente profundos, generalmente se cuenta con liderazgos que dan seguridad y se yerguen como pivotes en qué apoyarse.

 

Claro que estas reflexiones tienen un carácter muy general. En las circunstancias concretas chilenas se evidencian falencias de la izquierda que la llevaron a un “adormecimiento” luego de los resultados para la Constituyente, y habida cuenta del ambiente de época que se vive en el país, que es uno de práctica sublevación.

 

Pero no hay que perder de vista que ese ambiente al que hacemos mención es heterogéneo y, por lo tanto, en él se expresan diversas formas del descontento. Están desde los que, más estructuradamente, integran sus prácticas contestarias en proyectos que tienen expresión inclusive partidaria, hasta los que, como sucede muy comúnmente hoy en América Latina, muestran su hastío y exigen “que se vayan todos”.

 

La abstención de más del 50% de los votantes parece orientar la atención en esta última dirección. El desencanto con la política y los políticos viene de largo, no es un fenómeno ni reciente ni exclusivamente chileno, es un rasgo relevante de la vida política contemporánea que ha llevado a que surjan situaciones inéditas que se apoyan en ellos. Sobre esas plataformas del desencanto se apoyan los oportunismos de derecha, que se revisten de populismo atizando miedos e inseguridades de quienes viven en condiciones de equilibrio precario, sobre todo las clases medias.

 

La izquierda y el progresismo chilenos tienen ante sí un reto enorme: en unos cuantos días deben replantearse su estrategia política y darle un viraje a su campaña. Lo que hagan y logren tendrá trascendencia no solo para el proceso en el que se encuentran inmersos, sino para toda América Latina, que los ve con atención y sobre la cual los resultados finales tendrán mucha incidencia.

  

1 comentario:

Alban Bonilla dijo...

No solo la derecha usa el miedo al cambio, también la izquierda: vemos a Albino Vargas todos los días oponiéndose a los cambios. Cambio no significa avance, se puede cambiar para adelante o para atrás. Debería ser mejor desarrollo.