sábado, 18 de junio de 2022

Desentrañar los olvidos

 En 1980 se publicó “¿Historia, para qué?”, un libro que impactó las formas de pensar el quehacer de los historiadores mexicanos, al igual que los fines y usos de la historia, y su relación con el poder y la memoria. 

Cristóbal León Campos / Para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.

En esta obra vio la luz un destacado artículo que mantiene vigencia por su planteamiento general a pesar del paso de los años: Guillermo Bonfil Batalla -un ícono de la lucha intelectual por desentrañar las formas aún lacerantes del colonialismo interno- escribió en su contribución intitulada que: “En un sentido doble las historias de los pueblos indios de México no son todavía historia. No lo son, en primer lugar, porque están por escribirse; lo que hasta ahora se ha escrito sobre esas historias es ante todo un discurso del poder a partir de la visión del colonizador, para justificar su dominación y racionalizarla. No son todavía historias, en otro sentido, porque no son historias concluidas, ciclos terminados de pueblos que cumplieron su destino y ‘pasaron a la historia’, sino historias abiertas, en proceso, que reclaman un futuro propio”. Esta profunda reflexión sigue estando pendiente de encontrar el suficiente eco, aunque justo es mencionar que diversos movimientos sociales e intelectuales comprometidos han generado desde hace décadas una nueva narrativa que ha ayudado a reivindicar un poco la historia oculta y aún incompleta. 

 

Un tiempo antes y en el mismo sentido, Roberto Fernández Retamar escribió el 22 de septiembre de 1959 en Revolución, una reflexión de suma llamada “¿Va a enseñarse la historia de la América nuestra?”, en ella menciona que: “[…] si admitimos que nuestra patria mayor y necesaria, la patria de cuya unidad depende en última instancia nuestra salvación como pueblo, nuestra sobrevivencia como conglomerado humano, es nuestra América, ¿cómo es que no se enseña en nuestras escuelas elementales la historia de esa América nuestra, de esa patria mayor?”. El planteamiento no respondía únicamente a las transformaciones pedagógicas que en el seno de la Revolución cubana se presentarían, de manera general, él sabía que para la emancipación definitiva era y es necesario el replanteamiento del sistema educativo y cultural de nuestras naciones. 

 

Actualmente, la enseñanza de la historia en los países capitalistas latinoamericanos y caribeños sigue teniendo una currículo colonizado, la ausencia de nuestra esencia es evidente, la permanencia de los resabios coloniales en la instrucción se refleja en la mirada puesta en occidente como eje del saber, el proceso descolonizador requiere de la producción de saberes propios, aunque no se trata de negar lo universal, pero sí se requiere hacer universal los saberes originarios, se necesita tomar las ideas y expresar las nuestras, rompiendo las grietas de las viejas estructuras coloniales que subsisten. 

 

La visibilización de las historias de resistencia y pervivencia de nuestros pueblos, con su largo proceso en el que se desarrollan sucesos trascendentales que explican las verdades ocultas, debe conducirnos también al reposicionamiento consciente de las cosmogonías y filosofías provenientes de mucho antes de la conquista y, también, del desarrollo de las ideas que ha dado como resultado los diversos pensamientos nuestroamericanos desarrollados por mujeres, hombres, culturas, pueblos, naciones y entre otros sujetos históricos que hoy reclaman su derecho a existir y ser respetados. Mirando de nuevas formas la historia, coadyuvemos a desentrañar los olvidos.

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