Pareciera que uno de los que más claro tiene el simbolismo de la espada es el actual rey de España, el señor Felipe de Borbón. Su gesto irreverente de quedarse sentado en el acto en el que participaba como representante de España muestra cómo, más allá de las formas, la mentalidad colonial sigue prevaleciendo en una de las principales instituciones de ese país.
Sin embargo, ahora no es el reino representado por Felipe de Borbón el principal agente del neocolonialismo contemporáneo. Ya desde 1823 Estados Unidos les anunciaron a las potencias europeas con la Doctrina Monroe que este es su coto de caza privado, y es desde ese país desde donde llegan las principales voces de alerta cada vez que intentamos retomar el camino de la descolonización: el senador republicano Ted Cruz dijo que Petro es el décimo mandatario latinoamericano de ideología socialista, mandatarios que, según él, “están comprometidos con socavar la seguridad de Estados Unidos”, y consideró que no es posible que su país deba apoyarlos: “Creo que nuestra política exterior debería usar el palo y la zanahoria para incentivar a otros países a comportarse de una forma que beneficie a los intereses de Estados Unidos”. ¿Les suena conocido?
No cabe duda que mantener relaciones de buena vecindad y colaboración con Estados Unidos debe ser prioridad para todos nosotros, pero parece evidente que no es lo que ellos quieren.
A Estados Unidos no se le bajarán los humos ni la prepotencia por convencimiento propio ni la buena voluntad de alguno de sus presidentes, sino por la espada de Bolívar, es decir, por la defensa principista de nuestra soberanía, por la marcha unida y los proyectos conjuntos de mutuo beneficio y, ojalá en algún momento, por la unión en un solo gran proyecto de integración o unidad latinoamericana.
No hay otro camino, nadie vendrá a hacer el trabajo que nosotros no hagamos. Es nuestro derecho a comerciar y tener relaciones con quien consideremos que puede traernos beneficio, a construir el modelo de desarrollo que consideremos pertinente, y nadie debe venir a decirnos qué es lo que nos es beneficiosos o no.
Y cuando decimos “nosotros” decimos las fuerzas sociales y políticas que llevaron a Petro al poder, las que también se han movilizado en Chile, en Venezuela, en México y los otros países que al senador gringo le dan tanta alergia.
Ese es el simbolismo de la espada de Bolívar: el presente de lucha unida contra las fuerzas internas y externas que centenariamente nos han mantenido en este estado de postración en el que nos encontramos. Por eso levanta resquemores y el rey de España, embajador de tanta transnacional esquilmadora, no se pone de pie ante ella.
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