La pandemia finaliza por decreto y realidad, aunque la Covid-19 sigue afectando y causando muertes, sus efectos son evidentes todavía y sus estragos estarán presentes por un tiempo, antes de que sean borrados por la desmemoria “informativa” y la enajenación cotidiana de la sobrevivencia.
Cristóbal León Campos / Para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.
Unos días atrás (5 de mayo), la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la pandemia de Covid-19 llegó a su fin como emergencia internacional; aunque esto no significa que los contagios y fallecimientos hayan terminado, sino más bien, lo que se señala es que la repercusión mayor ha pasado y, para los organismos internacionales como el citado, ya es hora de pasar la hoja y seguir con la agenda global, cuyos intereses se ven marcados por la reconfiguración del orden geopolítico, tanto por la guerra entre Rusia y Ucrania (léase Estados Unidos, Unión Europea y OTAN), como por la urgencia de la crisis económica y de humanidad que afrontamos, y que como ya hemos dicho, viene desde antes de la presencia del SARS-CoV-2 a nivel mundo.
En las siguientes líneas esbozaremos algunos elementos que consideramos necesarios de volver a pensar y otros de urgencia para preguntarnos cuál es el camino para prever la sobrevivencia humana:
1. Sobre la aparición del Covid-19 a escala mundial aún no se revela su causa real, pues las teorías conspirativas entre China y los Estados Unidos desataron una serie de acusaciones que únicamente alimentaron la división actual de polos de poder en el orbe, siendo uno de esos bloques el que ahora disputa encarecidamente la guerra que se libra entre Rusia ante los países aliados o dependientes del imperio estadounidense. La conflagración no está suscrita únicamente en el interés territorial y la seguridad nacional, pues aunque a diversos analistas les disguste, las señales de una batalla supranacional entre monopolios se observan en el trasfondo del conflicto, no es nuevo recordar que las medidas mayoritarias tomadas para presionar a los adversarios de un lado o del otro son de tipo económico y no político, es decir, los embargos, bloqueos, el aumento de impuestos, las incautaciones y las presiones sobre los mercados de petróleo, cereales y otros, han tenido la intensión de generar repercusiones en la economía de las naciones en disputa, lo que mermaría sus alcances en las acciones bélicas.
2. La pandemia dejó muy, pero muy en claro, la desigualdad social que en el mundo prevalece, desde sus inicios se notó cómo las grandes potencias aseguraron sus intereses y emitieron medidas de índole económico para tratar de asegurar sus recursos, dejando desprovistas a las naciones empobrecidas y subdesarrolladas, mismas que padecen esas condiciones por las medidas imperialistas y neocolonialistas que tanto padecemos en América Latina, así como en África y Asia, siendo además, el egoísmo colosal de las potencias se observó y se observa ahora con la guerra citada, pues de los millones no invertidos en salud pública sí se destinan para armamento, reflejando que la preocupación no es la salud global de la humanidad, sino el garantizar la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres del mundo, o, dicho de otra forma, asegurarse de que todo cambie para que todo siga igual.
3. Esa lógica acumulativa de las potencias capitalistas se vio resquebrajada por el hecho, tantas veces negado, pero hoy más que nunca en vigencia, de que es el trabajo generado por la fuerza del proletariado lo que hace que las sociedades avancen y se desarrollen, lo que significa que sin la fuerza de trabajo ninguna sociedad en el mundo logra sobrevivir, por eso, al detenerse la mayoría de los sectores productivos, la crisis sistémica se agudizó, mismas razón por la que hoy urge al sistema la llamada “reactivación económica”.
4. El derecho a la salud, tan vulnerado por las políticas neoliberales, se vio aún más afectado tras la declaración de pandemia en el mundo, los servicios de salud quedaron desbancados y rebasados por la urgencia sanitaria que llevó a la saturación de hospitales y clínicas, incluso, de los países desarrollados o que en teoría –pero no en la práctica- debían tener mayor experiencia afrontando situaciones extremas. Recordemos que España e Italia vieron crecer de forma rápida sus crisis internas y llegaron a niveles no pensados, pero, en el seno mismo del capitalismo, en los Estados Unidos, la situación no fue diferente, ya que ese país alcanzó el poco honroso lugar más alto entre las naciones con mayor cantidad de fallecimientos y colapsos sistémicos, aunque por supuesto, en los países en vías de desarrollo o dependientes, la salud general de la población se quebrantó. Pero hoy, habiéndose decretado el fin de la pandemia, sigue pendiente una reestructuración real de los sistemas de salud, donde el derecho a la vida y a los servicios esté garantizado para la población, y México no es la excepción, pues la crisis sanitaria sigue con el deterioro del Seguro Social.
5. Los procesos de elaboración de las vacunas y su aplicación también fue punta de lanza de la evidencia del debacle de los sistemas de salud, ¿por qué?, pues debido a que por un lado, las farmacéuticas, grandes consorcios trasnacionales, fueron quienes sacaron la mejor partida, logrando jugosos contratos de miles de millones de dólares, además de que la monopolización fue evidente respecto a qué biológico se aplicaba o no. Por otro lado, la vacunación marcó en el mapa global la línea innegable de la desigualdad, ya que las potencias acapararon con sus recursos las vacunas, siendo que en países de Asia, África y América Latina, el proceso de inoculación fue mucho más tardado en su inicio y desarrollo, e incluso, en una revisión rigurosa, puede notarse que los porcentajes de vacunación hasta la fecha reflejan una desigualdad mayúscula, habiendo población vacunadas en su mayoría, y de igual forma, poblaciones que apenas rebasan la mitad de sus ciudadanos con tan sólo una aplicación. Lo anterior, sin hablar, que el dinero utilizado por occidente (Estados Unidos y sus aliados) y por Rusia en la actual guerra que sostienen, podría haberse dirigido a resarcir un poco la mencionada desigualdad y ayudar también a mejorar los sistemas de salud, pero el reacomodo geopolítico imperialista no tiene a la salud mundial como un tema de urgencia en su agenda.
6. Las condiciones extremas de confinamiento a raíz de la Covid-19 y adoptadas como medidas generales por los países del mundo, contribuyeron al incremento en los casos de padecimientos mentales, sin que deba caerse en el juego de que fue la pandemia lo que disparó la crisis de salud mental que se vive, pues ya desde antes del SARS-CoV-2 se registraban altos índices de ansiedad, estrés y depresión. No olvidemos que las condiciones de vida general, laceradas por la explotación, la precariedad, la pobreza, la violencia sistémica, entre otros factores, son elementos que se agudizaron en las últimas décadas del capitalismo mundial, y después de la pandemia, el suicidio registra aún más casos por día, quedando Yucatán de forma particular para México como una de las entidades con mayor índice.
7. Unos días después de que la OMS indicara el fin del Covid-19 como emergencia internacional, en México el Gobierno Federal anunció la firma de un decreto que puso fin al establecido el 23 de marzo en 2020, cuando se indicó para todo el territorio nacional la emergencia sanitaria. En México uno de los primeros efectos colaterales de la pandemia fue el desarrollo de una infodemia, que, en muchos sentidos, contribuyó a que durante los primeros meses de emergencia la sociedad no terminara de comprender la dimensión de lo que se avecinaba, ya que la enorme carga de información –verdadera y falsa- que se publicó, terminó teniendo el efecto de la negación de cualquier noticia, confundiendo y despertando el miedo y la sinrazón, fue en ese contexto donde vimos acciones de violencia y desprecio contra trabajadores de la salud –enfermeras, médicos, etc.- a raíz del temor que despertaba su presencia en espacios públicos debido a que se les creía agentes indiscutibles de transmisión del virus, algo que con el tiempo se fue revirtiendo y el reconocimiento público a la invaluable labor que desarrolló el personal de los hospitales y clínicas y demás espacios de salud llegó a buen término. Pero ojo, fue también en este contexto, donde vimos las peores formas antiéticas desarrolladas por miembros opositores del Gobierno actual, que buscando desprestigiar rebasó toda línea moral y se instauró en la mentira que incrementó el daño social, pues una cosa es la crítica necesaria al poder y otra el descaro manipulador por intereses particulares.
8. La Covid-19, con toda su laceración a la vida, también dejó entrever que subsisten formas de solidaridad comunitaria y humana, aun a pesar del individualismo exacerbado por el capitalismo, siendo que diversas muestras de ayuda y comunitarismo se dejaron ver en contextos proletarios y populares, donde las redes de apoyo y solidaridad se tejieron nuevamente para dar lugar a la hermandad verdadera. Esto, desde luego, fue poco visibilizado por los medios de comunicación “hegemónicos”, que se dedicaron a dar lugar a la infodemia y al oportunismo político buscando intereses de grupos de poder. Pero como se sabe, las dos geografías del México real (el arriba de los poderosos y el abajo de los desposeídos) se confrontan a diario, sobre todo en momentos decisivos como ha sido la pandemia vivida.
9. La firma del decreto que declara el fin de la pandemia en países como México deja más dudas que certezas, ya que las cifras aún generan dudas y la información se advierte manipulada de un lado y del otro, aunque sí sabemos que miles de ciudadanos fallecieron en una tormenta contra la humanidad que apresó a quienes desposeídos de sus derechos vieron el rostro de la muerte sin tiempo para la clemencia, y aunque la Covid-19 no distingue en sentido estricto entre clases sociales por sus efectos a la salud, también es necesario de reconocerse que de las cifras conocidas el mayor porcentaje de fallecimientos se ubica entre la clase trabajadora y los sectores populares, mismos que fueron desde antes despojados del derecho a la salud y que los servicios de salud pública están desde décadas atrás en una crisis autoinfligida por el poder. El derecho a la vida ya se había puesto en duda y la pandemia vino a visibilizar esa realidad negada.
10. La educación es junto a la salud uno de los sectores que mayor impacto de la pandemia registraron, siendo además que esa afectación reveló otras carencias y necesidades -muchas de ellas sabidas, pero silenciadas- como la falta de una planeación emergente para atender situaciones extremas en términos de la transmisión del conocimiento, así como un atraso en tecnología para los centros educativos, aunque también quedó a fin de cuenta, demostrado que a pesar de que la virtualidad puede ser una herramienta útil para el aprendizaje, no sustituye la enseñanza impartida de forma presencial ni la relevancia de la socialización para el desarrollo pleno de los seres humanos. La desigualdad en las comunidades y la marginación en países como México, quedó a flote ante la urgencia de solucionar el atraso educativo que significó la suspensión de clases y la necesidad de garantizar el derecho a la educación a los infantes y jóvenes que habitan en zonas con poco acceso a internet, sin olvidar la diferencia entre el poder adquisitivo de la clase obrera y los sectores populares en comparación con la burguesía. Es decir, la desigualdad afectó y ralentizó los procesos de enseñanza-aprendizaje, registrándose casos en los cuales la deserción fue la única solución. Aún hoy, cuando vivimos en la llamada “nueva normalidad”, la educación es un gran reto por resolver en el sentido de convertirla en una realidad que exprese justicia e igualdad.
11. Otro de los retos que dejó la pandemia es consolidar el derecho a la información para toda la población, pero cuidando no reproducir los vicios de la infodemia ya mencionada, sino una verdadera salvaguarda del conocimiento como una fortaleza social, donde, además, la ciencia y el conocimiento científico tienen un papel de suma importancia, por lo que los desafíos que hoy atentan contra la investigación y la generación de saberes son de igual forma astillas que superar. Por otro lado, los debates actuales sobre la utilidad y el papel que tendrá a corto y largo plazo la Inteligencia Artificial hacen recordar aquellas discusiones propias de las revoluciones tecnológicas que cuestionaron el lugar del ser humano en los procesos productivos ante la glorificación de la tecnología, desplazando a quien ha producido esa misma tecnología, nada nuevo, pero que ahora se vincula con la importancia y centralidad humana para la generación de ideas ante el devenir, pues su desplazamiento no será otra cosa que la negación misma del valor del ser humano en un mundo cada vez más inhumano.
12. Lo que se nombra bajo el epíteto de “nueva normalidad” tiene un rostro conocido donde asoman antiguos temores de la humanidad, entre ellos, la idealización del desarrollo en términos materiales, pero con el aritmético y contradictorio resultado de la disminución de bienestar social, pues si durante la pandemia se demostró en los hechos que el trabajo es el motor humano, ahora asistimos a su desplazamiento discursivo para dar lugar a la alienación colectiva frente a lo vivido, esta “nueva normalidad” tiene tanto de tiempos pasados que ya se pueden ir avizorando las futuras pandemias, mismas que han sido advertidas por voces críticas hoy intentadas de acallar: la pobreza, el hambre, la injusticia, la desigualdad, la violencia, la explotación y muchas más laceraciones que durante siglos han flagelado a la humanidad, ahora vuelven como fantasmas a recorrer el mundo.
13. A las pocas semanas de decretada la emergencia de salud a nivel internacional, en 2020, comenzaron a circular por las redes sociales imágenes y videos donde se podría apreciar que la fauna y la flora de diversos lugares recorría sitios expropiados por el ser humano a la Madre naturaleza, algo así como una sátira del “destino”, pero en el fondo esa fue otra clara enseñanza de la pandemia, y algo que se viene advirtiendo desde hace mucho, pues la destrucción de la riqueza natural, la apropiación desmedida del ser humano de territorios y recursos naturales, así como su sobreexplotación –hoy con un extractivismo bárbaro-, viene a ser la punta de lanza de la autodestrucción humana, ya que el ecosistema global y su afectación van ligados a la sobrevivencia. El nombrado “cambio climático”, no es más que una parte medular de la crisis de humanidad que afrontamos con la agudización de la contradicción del sistema capitalista y lo observado sólo es una seña del daño generado por el desequilibrio cuya raíz es la acumulación y el insano deseo de “modernidad y progreso” sin respeto a la vida, algo que observamos en México desde hace mucho, y ahora nuevamente con el tren maya y otros megaproyectos antiecosistemas.
14. Una evidencia de la pandemia de Covid-19 ya señalada, pero negada por los teóricos sistémicos del capital, es la muestra de la necesidad de una economía planificada que no juegue con la vida humana a través del simulacro de “autoregulación del mercado”, pues así como al paralizarse el trabajo muchos sectores capitalistas entraron en franca decadencia agilizando la crisis, también la falta de una socialización de la riqueza producida por los trabajadores y trabajadoras, llevó a la pauperización y pobreza a millones de seres humanos, algo sí reconocido en cifras por organismos e instituciones sistémicas, pero no explicado a cabalidad. No olvidemos que mientras el acaparamiento de la producción sea realizado por los monopolios, la redistribución de la riqueza será un eufemismo de propaganda, mas no una realidad. Y esto nos lleva a otra evidencia, ya que en países como Cuba, cuyo modelo socialista sigue en construcción –aun con sus propias contradicciones-, no se observó esa situación, siendo hasta que lo prolongado de la pandemia llevó al desabasto, pero no respondiendo a la misma lógica que en los países capitalistas, por lo tanto, el SARS-CoV-2 irónicamente se sumó a la dicotomía entre socialismo-capitalismo, algo necesario de profundizar.
15. La pandemia finaliza por decreto y realidad, aunque la Covid-19 sigue afectando y causando muertes, sus efectos son evidentes todavía y sus estragos estarán presentes por un tiempo, antes de que sean borrados por la desmemoria “informativa” y la enajenación cotidiana de la sobrevivencia. Así, sus huellas en la arena de la historia irán siendo remplazadas por discursos y decretos, pero sus enseñanzas estarán esperando la madurez analítica de las voces que velan por la humanidad. Hoy, entre una “nueva normalidad” con rostro y comportamiento ya conocido, la crisis se agiganta en una situación de extrema a nivel global, donde la vida humana se enfrenta a sí misma. Las pandemias futuras ya están rondando los senderos del presente para asaltar de golpe y recordarnos que pareciera no hemos aprendido nada, o muy poco. Toca ahora seguir bregando por un mundo mejor...
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