La población penal en Guantánamo llegó a alcanzar casi 800 prisioneros en los primeros años de funcionamiento, hoy se cree que en la actualidad solo mantiene en cautiverio a un puñado de ellos, a los que han decidido retener indefinidamente sin opciones de presentarse ante un tribunal, por “razones de seguridad y defensa nacional”.
Pedro Rivera Ramos / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
En enero 11 del año 2026, la prisión levantada en la base naval de Guantánamo por el gobierno del presidente estadounidense George Walker Bush, después de los sospechosos atentados del 11 de septiembre de 2001, cumplirá 24 años de vergonzosa misión, mientras que la ocupación ilegal de esa porción del territorio cubano que comprende entre tierra, mar y pantanos, 49.4 kilómetros de tierra firme y una línea costera de 17.5 kilómetros en la Bahía de Guantánamo, llegará a cumplir un siglo y más de dos décadas de despojo imperialista.
Ese territorio perteneciente a la actual provincia de Guantánamo en la República de Cuba, fue arrendado a perpetuidad a Estados Unidos desde junio del año 1903, por el entonces presidente cubano Tomás Estrada Palma, gracias al Tratado de Arriendo de Bases Navales y Carboneras, firmado poco después de finalizar la Guerra hispano-estadounidense en diciembre de 1898 y alberga desde ese entonces, en el sureste cubano una estación naval estadounidense. El bochornoso acto colonial llamado arriendo y no usurpación, supuso un pago tan miserable de casi dos mil dólares anuales, que luego sin explicación alguna, el gobierno estadounidense en 1973, modificaría unilateralmente a poco más del doble. Ese dinero es depositado en un banco en Suiza, ya que el gobierno cubano desde el triunfo revolucionario se niega a recibirlo, porque considera que al hacerlo estaría reconociendo un acto totalmente ilegítimo e ilegal.
La bahía de Guantánamo está a una distancia de aproximadamente 945 kilómetros de la capital, La Habana, y tiene una posición estratégica y geopolítica, que permite dominar el tráfico marítimo por el sur del mar Caribe. Fue precisamente por esa bahía que desembarcarían a principios de junio de 1898, los primeros marines estadounidenses en la Guerra hispano-estadounidense. Los objetivos declarados por los Estados Unidos para intervenir en ese conflicto consistían en vengar, por un lado, el hundimiento de su acorazado USS Maine en el puerto de La Habana y, por el otro, “liberar” a los cubanos del dominio imperial español. Con esa invasión en territorio cubano, se inaugura por el naciente imperialismo yanqui, las intervenciones militares en nuestro hemisferio y en el mundo.
Como resultado de esa guerra la nación cubana caería bajo la ocupación militar estadounidense desde 1898 hasta 1903, las posesiones españolas de Puerto Rico y Guam pasarían también al control total estadounidense, además, dentro de ese período, le arrebatarían al imperio español el territorio de Filipinas en 1902. La ocupación militar yanqui de Cuba solo cesaría, al aprobarse una Constitución a satisfacción del imperio estadounidense, que incluía la famosa Enmienda Platt, que en su artículo VII establecía el arrendamiento de una porción del territorio de Guantánamo, para establecer una estación naval y de carbón, sin fecha de expiración y bajo el supuesto de garantizar la independencia de la isla. Es decir, que esa base militar estadounidense es resultado de un anexo en la Constitución cubana, que fue incorporado mediante presiones y chantajes de la parte estadounidense y la amenaza que darían continuidad a la ocupación militar, si no se aceptaba.
De allí que esa base de Guantánamo existe contra la voluntad expresa del gobierno del país donde se ocupa. La base y sus instalaciones siguen siendo un atentado oprobioso a la soberanía territorial de Cuba. Durante un tiempo sirvió para desarrollar provocaciones y agresiones, que culminaron algunas con el asesinato de soldados cubanos, pertenecientes a la Brigada de la Frontera formada en noviembre de 1961. Su limbo legal ha sido excusa perfecta para convertirla desde el 11 de enero de 2002 --en franca violación del contrato de arriendo que se acordó para establecer únicamente carboneras y estaciones navales-- en un centro de secuestro y detención para sospechosos de actos de terrorismo, sobre todo de origen musulmán capturados o comprados durante su invasión a Afganistán e Iraq y que han permanecido durante largos años en esa prisión, sin acusarlos de ningún delito ni someterlos a juicio alguno. Ya antes en la década de los 90, sus instalaciones fueron usadas como campamento de detención masiva de migrantes de origen cubano o haitiano, que intentaban llegar en balsas a los Estados Unidos durante la administración Clinton.
En el mundo que actualmente vivimos, la importancia militar de Guantánamo parece haber disminuido de manera considerable, aunque sigue significando un punto de confrontación latente y un recordatorio de la hostilidad imperial junto al mantenimiento de la guerra económica, comercial y financiera contra Cuba. Por eso que la devolución y recuperación de ese pedazo del territorio cubano al pueblo de Cuba, solo será posible mediante un acuerdo político entre las partes, porque, aunque parezca inaudito, el oprobioso contrato de 1903 sigue vigente hasta hoy.
De modo que dentro de las instalaciones de la base naval se construyó una prisión ilegal, bajo el programa de “Guerra contra el Terror”, para encarcelar fuera del territorio estadounidense a supuestos terroristas y combatientes islámicos, hasta un número que llegó a 779 musulmanes, tildados todos de “combatientes enemigos ilegales” y no de prisioneros de guerra, con el fin de negarles los más elementales derechos que consagra el Tercer Convenio de Ginebra de 1949 y los tribunales federales estadounidenses. Todo esto fue orquestado para garantizarles al Pentágono, a la CIA, al FBI, así como a servicios de inteligencia europeos y contratistas de empresas privadas especializadas en tormento, la suficiente libertad para cometer todas las ilegalidades y arbitrariedades inimaginables en nombre de la defensa de la seguridad de los Estados Unidos y del mundo libre: los allí secuestrados fueron privados de derechos constitucionales y humanos, se mantuvieron por años sin procesarlos legalmente y sobre ellos se practicaron las más crueles golpizas, torturas y vejámenes.
Con esa prisión se demonizó todo lo musulmán y se estableció un sistema de opresión que convirtió a los allí retenidos, sin mucha evidencia, en grandes criminales. La islamofobia cobró niveles realmente delirantes. De los casi 800 presos que se tuvieron en Guantánamo en algún momento, incluso más de 20 menores de edad y al menos uno con 89 años, solo un poco más del 5% fueron capturados por las tropas estadounidenses; la inmensa mayoría fueron comprados por el Pentágono a los señores de la guerra afgana, es decir, casi ninguno capturado en batalla. Todo esto debe significar bochorno y vergüenza para una nación, que siempre ha pretendido presentarse como paladín del respeto a la democracia y a los derechos humanos.
Los primeros 20 “combatientes enemigos ilegales”, maniatados y con los ojos vendados, soportando 30 horas de vuelo en el piso de un avión de carga C-141, llegaron a la prisión de Guantánamo el 11 de enero de 2002, desde la ciudad afgana de Kandahar. Ya en la base naval, fueron recluidos encadenados en jaulas con techos de metal corrugado, al aire libre y de tan solo 2x2 metros, disponiendo de dos cubos cada secuestrado: uno con agua y otro para las necesidades. Los vistieron con monos de color naranja y fueron identificados por números y no por sus nombres. Los vuelos continuaron en aviones militares de carga C-17 de transporte estratégico, que salían de Afganistán y aterrizaban en España. Se estima que casi 1500 escalas se hicieron en aeropuertos europeos, trasladando prisioneros entre 2002-2005 de más de 40 países. Eran principalmente talibanes o de la red de Al Qaeda. La existencia de esos seres humanos fue borrada del mundo por un presidente que se creyó Dios. Muchos de ellos solo supieron años después, donde se encontraban secuestrados.
En la base naval el primer campo de concentración de prisioneros lo llamaron X-Ray, después Campo Delta y finalmente Campo Five, todos concebidos para aniquilar moral, psíquica y hasta físicamente, a los detenidos de las intervenciones militares ilegales del gobierno estadounidense. No había ningún respeto ni por la dignidad ni por la integridad física y moral de los prisioneros. Muchos terminaron volviéndose locos o con fuertes trastornos mentales. Eran frecuentes los tratos inhumanos, vejatorios, degradantes y las palizas. Fueron torturados con aislamiento o confinamiento por tiempo indefinido, ruidos constantes, castigos denigrantes, desnuda forzada por horas, días y hasta meses, gestos de desprecio y confiscación de copias del Corán, entre otros métodos de tortura.
Pero estos métodos de brutalidad no fueron los únicos, ya que, en creatividad para causar tormento y dolor, nadie supera a los interrogadores y carceleros sádicos que estuvieron en la prisión de Guantánamo. Su sadismo no conocía límites, tampoco su capacidad para infligir sufrimiento, sin estremecerse en lo más mínimo siquiera como ser humano. Algunas de esas prácticas consistieron en someterlos a temperaturas extremas, usarlos en experimentos biológicos y orinar y defecar sobre los detenidos; mismas que fueron reconocidas por el Comité Internacional de la Cruz Roja y hasta por el FBI. Otras no tan reconocidas, fueron amenazar con golpear a los detenidos con objetos contundentes como bates y martillos, intimidarlos con perros feroces, amarrarlos en posición fetal sin comida por más de 24 horas, descargas eléctricas, privación del sueño, asfixia controlada (cubrir la cabeza con bolsas plásticas), violaciones anales y la práctica del submarino (ahogamiento simulado). No hay duda entonces, que como estas torturas buscaban que el prisionero confesara supuestos crímenes ante tribunales marciales, muchos después de tanto abuso físico y psicológico, terminaban aceptando el delito que se les imputaba.
Naturalmente que las pésimas condiciones del encierro junto a sus prácticas abusivas y denigrantes, causarían en muchos detenidos un deterioro mental significativo, que explica seguramente los motivos de la masiva huelga de hambre de principios del 2013 y la alta tasa de intentos de suicidios y de suicidios que allí ocurrió. La huelga llegó a alcanzar tal magnitud, que más de 100 se sumaron a esa forma de protesta, al punto que los carceleros se vieron en la necesidad de alimentar de manera forzada, amarrados a una silla, a medio centenar con dolorosas sondas nasogástricas, mientras que, a otros, debieron hospitalizarlos por cuadros de deshidratación severa. Con relación a los casos de algunos de los muertos reportados por suicidio, parecen existir evidencias surgidas de los testimonios de algunos detenidos y de sus autopsias, que planteaban serias dudas sobre la declaración oficial de las causas, más aún cuando esos prisioneros tenían las manos atadas por la espalda. Aun así, llegaron al extremo de sugerir que los intentos de suicidio y la tenaz resistencia a los interrogatorios, formaban parte de una estrategia de propaganda de la red Al Qaeda, para desacreditar a sus captores.
Muchas de estas formas de tortura, novedosas algunas y brutales todas, fueron aprobadas por el entonces secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld. Este sádico vil participó directamente desde su oficina, en el diseño del grupo de técnicas de interrogación y torturas aplicadas en la prisión de Guantánamo. Durante un tiempo se estuvo negando el origen oficial de estas prácticas e instrucciones sobre tortura. Es decir, no eran, como se quiso hacer creer, decisiones individuales o de comandantes destinados en la base, eran realmente, órdenes directas de las altas autoridades de la Casa Blanca.
Es conocido que no solo el Pentágono contó en la base naval de Guantánamo con una prisión para torturar a sus secuestrados. También la Agencia Central de Inteligencia (CIA), muy ducha en estos menesteres de causar dolor y sufrimiento para arrancar confesiones, tenía su propia instalación conocida como Campamento 7, con presupuesto y actividades altamente secretas. Nada nuevo, cuando ya la Agencia había establecido en muchas partes del mundo otras prisiones clandestinas, para encerrar prisioneros acusados de tener relaciones con el terrorismo, hecho admitido por el propio Bush y Condoleezza Rice. La CIA llegó a contar con prisiones en la base militar del atolón Diego García, en Afganistán, en Irak, en Polonia, Marruecos, Rumania, Bulgaria, Armenia, Letonia, Egipto, Jordania, Tailandia y Azerbaiyán, desde donde interrogaban, torturaban y hasta ejecutaban a los llamados “prisioneros desaparecidos”, mismos que esa Agencia no reconocían que estaban en su poder.
Pero no fueron solo los estadounidenses los que construyeron cárceles clandestinas. Los militares británicos también tuvieron en una prisión secreta en Afganistán llamada Camp Bastion, casi cien afganos en Helmand, una provincia de ese país, sin acusación formal ni asistencia jurídica e incomunicados de manera indefinida. Al final, no fue por gusto que Blair (por el Reino Unido) participara junto a Bush y Aznar (España), en la supuesta guerra contra el terror que los llevó a invadir Afganistán en octubre del 2001 y después en menos de dos años, lo harían juntos contra Irak en marzo del 2003, como venganza bélica por los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Todo este sofisticado mecanismo de terror y tortura instalado, principalmente por el gobierno de los Estados Unidos, se asemeja mucho a las prácticas ejecutadas por Hitler contra los sospechosos de poner en peligro la seguridad de Alemania o de resistirse a la ocupación militar: secuestros, torturas, desapariciones y asesinatos brutales, para intimidar y desalentar a todos los demás. Experiencias muy útiles surgirían de allí, que después marcarían el camino para el establecimiento de centros de detención clandestinos y el desarrollo, acciones y operaciones represivas, coordinadas dentro del Plan Cóndor de las dictaduras del Cono Sur durante las décadas 70 y 80.
Los “rincones oscuros” de los que habló Bush y a los que prometió llevarles la libertad al mejor estilo estadounidense, arrojaron como resultado cárceles clandestinas por todo el mundo, que se convirtieron rápidamente en zonas oscuras o sitios negros, donde imperaba el terror para aniquilar sin derecho alguno, a todo aquel que identificaban como sospechoso o enemigo de la seguridad nacional de Estados Unidos. En esos sitios se instalaron, entre otras cosas, laboratorios para estudiar y mejorar las técnicas de tortura, mediante el examen de las reacciones de los capturados. Así se establecieron en más de 28 países un número superior a 50 prisiones. La mayoría han sido cerradas desde el 2006, aunque la CIA solo vino a asegurar que su programa de detenciones y tortura finalizó en el 2009.
Dentro de estas prisiones siniestras que la CIA operó fuera del territorio de los Estados Unidos, destacan la Prisión Oscura (Salt Pit) y la de Cobalt en Afganistán, donde se ensayaron las más brutales e inimaginables formas de tortura hasta por días enteros. Los detenidos sin fecha de llegada, sin ningún documento donde estuvieran registrados sus datos y el motivo de la detención, permanecían allí desnudos, sin ninguna cobija, en celdas sin ventilación y sin baños, donde la temperatura no superaba los 10 grados. Algunas áreas permanecían en la oscuridad absoluta y en otras existía una luz que resplandecía todo el tiempo. Cuando por alguna razón algún prisionero era confinado, lo hacían en una caja no más ancha que la de un ataúd.
Lo cierto es que ninguna de las “técnicas mejoradas” de tortura de la CIA, sirvieron para obtener información creíble o segura que llevara a descubrir planes, campamentos o arsenales de la red de Al Qaeda en el mundo. O estos prisioneros, sometidos a un prolongado e indefinido cautiverio en celdas muy pequeñas, sabían guardar secretos aun estando muchas veces al borde de la muerte de manera continua o la mayoría de los capturados eran combatientes rasos, que no sabían nada relevante sobre los planes de los talibanes y la red de Bin Laden. Tal vez esa fortaleza se pueda explicar creyendo al patético Rumsfeld, que los calificó no de vulgares delincuentes comunes, sino de asesinos determinados. No obstante, los pobres resultados obtenidos no los desalentaban; proseguían en su afán de buscar formas de darle algún viso de “legalidad” a sus torturas infernales. La CIA llegó incluso a usar un prisionero durante varias horas seguidas, para enseñar y practicar las técnicas de interrogación a nuevos torturadores. Es decir, no se trataba de obtener información de él, sino usarlo como material de estudio práctico.
La única víctima comprobada en las prisiones de la CIA, ha sido el afgano Gul Rahman, que murió de hipotermia en noviembre de 2002 en la cárcel de Salt Pit. Sin embargo, en septiembre del 2023, llegaron al punto de reconocer que no podían juzgar a un prisionero de origen yemení, supuestamente involucrado en los atentados del 11 de septiembre, porque se dictaminó que tiene daños en su salud mental, producto de los métodos de interrogación que la CIA aplicó sobre él. El juicio fue suspendido hasta tanto el prisionero se recupere. Esto es un reconocimiento de que torturan y dañan a los prisioneros sin piedad alguna.
Sin embargo, ninguno de estos ultrajes perpetrados contra la dignidad y derechos humanos de las personas, es decir, contra la humanidad toda, han servido para emplazar, detener y condenar a las mentes y autoridades estadounidenses que iniciaron esta locura y que deberían pagar sus aberraciones y crímenes en un nuevo Nuremberg. Y es que algunos en los Estados Unidos deben asumir sus graves responsabilidades, por las innumerables violaciones y abusos que allí se cometieron y que trataron de disfrazar con normas supuestamente revestidas de cierta legalidad.
Para hacer eso posible bastaría con solo revisar el informe de casi 7,000 páginas, que elaboró en 2012 el Comité Selecto de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, sobre el uso de la tortura por la CIA --informe que sigue sin desclasificarse-- y donde se admite que entre 80 mil a 100 mil personas pasaron por las prisiones clandestinas de esta agencia de espionaje, muchos de los cuales eran secuestrados y no tenían ninguna noción sobre lo que sus interrogadores les preguntaban. Otros, sencillamente no soportaban las largas sesiones de tortura y terminaban confesando delitos que jamás cometieron. Existen algunos casos emblemáticos de este inaudito atropello, que siguen sin reparación o compensación alguna, como el del ciudadano pakistaní que fue confundido con un militante de Kuwait y estuvo más de dos décadas en oprobioso cautiverio.
Casi 20 años les tomó a los yanquis para liberar a este pakistaní, que encerraron en Guantánamo desde septiembre de 2004. Nunca fue acusado de ningún delito ni mucho menos enjuiciado, como sucedió con la mayoría de secuestrados. De todos modos, los pocos juicios que se hicieron, se hacían en la base naval de Guantánamo para evadir la jurisdicción de las cortes federales y el respeto a las garantías que el sistema judicial debía dar a los procesados. Aun así, ellos mismos (el jurado militar), llegaban a solicitar clemencia para varios acusados, al conocer que habían sido sometidos a torturas atroces y brutales; proponiendo reducción de pena a los acusados formalmente, una vez corroboraban que sus confesiones eran resultado de tratos crueles.
También figura en esta lista de atropellos inhumanos, el juzgamiento ante un tribunal militar de un joven, que cuando fue capturado en Afganistán en el 2002 tenía tan solo 15 años y ahora se llevaba a juicio 8 años después, acusándolo de 5 cargos graves. Esto se hacía a pesar que es totalmente ilegal, juzgar a un menor ante un tribunal marcial. Omar Khadr, oriundo de Toronto, en Canadá, confesó mediante torturas y coacciones, haber confeccionado bombas de fabricación casera y matar a un soldado yanqui con una granada.
Con el transcurrir de los años algunos prisioneros fueron liberados, otros repatriados a sus países de origen, mientras otros o fueron reubicados en prisiones de aliados a los Estados Unidos como Albania y Baréin o fueron asesinados bajo la custodia yanqui. Todos ellos, después de pasar largos años de cautiverio sin que se les comprobara sus relaciones con el terrorismo, presentaban un estado físico y emocional deplorables y en esas condiciones, con las manos y pies encadenados y los ojos vendados, fueron trasladados a sus nuevos destinos.
Después de la instalación de la prisión en la base naval de Guantánamo, la Corte Suprema de los Estados Unidos tardó siete años para determinar que los tribunales federales de ese país, sí tenían jurisdicción sobre los ciudadanos estadounidenses que estaban allí, sin pronunciarse sobre los que no lo eran. Ese mismo año (2004), una Corte del distrito de Columbia ordenó aplicar la Convención de Ginebra a los presos talibanes, pero no a los de Al Qaeda, declarando inconstitucional, además, las juntas militares que en Guantánamo se usaban para declarar combatientes enemigos a los prisioneros. No hay que olvidar que muchos de los prisioneros afganos que Estados Unidos concentró en Guantánamo, fueron entrenados y armados por ellos mismos para luchar contra la presencia soviética en Afganistán, y que la organización de Al Qaeda de Osama Bin Laden, es una creación directa de los militares estadounidenses.
Este es el Estados Unidos que de veras existe. El mismo que tiene una interpretación muy imperial del concepto de terrorismo y de los derechos humanos. El que hace apología de la violencia vendiendo sin mucha restricción armas a nivel doméstico en ese país, decide en el mundo que países violan los derechos humanos y cuáles no y mantuvo vigente durante muchos años el linchamiento de negros como ejecuciones extrajudiciales. Es el mismo que en flagrante violación de cualquier norma legal internacional, mantuvo un programa de asesinato selectivo con drones con saldos de civiles indefensos y ahora asesina en el mar Caribe a los ocupantes de cualquier embarcación, que ellos consideran sospechosa de transportar drogas hacia los Estados Unidos. Así que debemos preguntarnos, ¿Con qué autoridad moral este país se atreve a divulgar todos los años un informe sobre la violación de los derechos humanos en el mundo, con el abultado expediente de horror que registran las prisiones clandestinas de la CIA y el penal de Guantánamo?
Es verdad que las condiciones de la prisión fueron criticadas con mucha fuerza por grupos de defensa de los derechos humanos, abogados estadounidenses y otras organizaciones internacionales, pero durante mucho tiempo ni el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, ni la prensa de Estados Unidos, se ocuparon de esa lamentable situación existente en Guantánamo. No obstante, sí se produjeron algunos gestos dignos de anotar, como el de Andy Warrington, periodista de investigación estadounidense, que dijo que esa prisión era una aberración moral, legal y ética, que no debería haber existido en lo absoluto.
También exigieron el cierre del penal y el respeto a las garantías procesales y humanas, Human Rights Watch, Amnistía Internacional, Testigos contra la Tortura y la Unión por las Libertades Civiles de Estados Unidos, pero casi todos eludieron otra exigencia sumamente importante: el procesamiento de los que diseñaron en tierra extranjera este abominable experimento de terror. Al final, todo lo que aquí se necesita, si este mundo fuera un lugar donde se respetaran las normas legales de convivencia civilizada global, sería cerrar de una vez por todas tan abominable centro de exterminio y maltrato y devolver el territorio enajenado de la bahía de Guantánamo a su legítimo dueño: el pueblo de Cuba.
En abril del año 2004, Cuba elaboró un texto para presentarlo como proyecto de resolución, ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, para instar a que ese organismo conociera la situación de los cientos de prisioneros que Estados Unidos, tenía ilegalmente retenidos en la base naval de Guantánamo. El proyecto de Cuba solo pedía que se activarán tres mecanismos con que cuenta esa Comisión:
1-Que el Relator Especial sobre la Tortura fuera a Guantánamo y rindiera un informe sobre la situación de los presos allí.
2-Que el Relator Especial sobre la independencia de los Jueces y Magistrados, vaya y verifique si los presos han sido puestos ante un tribunal y cómo han actuado los jueces frente a eso.
3- Que el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria fuera y visitara ese campo de concentración y rindiera un informe. También se solicitaba que al año siguiente el Alto Comisionado de la ONU también presentara un informe.
Era evidente que el texto no pedía una condena a los Estados Unidos por sus abusos contra los prisioneros, únicamente se solicitaba que se investigaran todas las denuncias, que sobre grandes violaciones a los derechos humanos ocurren allí, con unos detenidos que han sido trasladados a un campo de concentración sin derecho a garantías legales ninguna. Con mucha rapidez y pobre diplomacia, el proyecto fue boicoteado por las fuertes presiones de los Estados Unidos, así como por las amenazas a los países que tenían nacionales prisioneros, con represalias u obstáculos en su defensa legal, en su liberación o en sus traslados a sus países de origen. Esto dejaba de manifiesto claramente, que entre los miembros de la Comisión lo que importa no es la promoción y protección de los derechos humanos en el mundo, sino la defensa de sus intereses políticos y su habitual cobardía para enfrentar al imperio y sus presiones. Así que, en virtud de la evidente maniobra preparada para rechazar la propuesta de Resolución de Cuba, este país optó por no insistir en una votación en el seno de la Comisión. Sin embargo, al año siguiente volvió a presentar un proyecto similar, que fue rechazado por 22 votos en contra, 8 a favor y 23 abstenciones.
En el año 2012 el Relator Especial de la ONU sobre Tortura, Tratos Degradantes y Crueles, fue invitado a visitar este penal de la vergüenza, pero condicionado a visitar unas áreas y otras no y hablar solo con algunos presos y no con los que quisiese. Naturalmente que esos condicionamientos fueron rechazados y la visita no se produjo. Pasarían más de 21 años del establecimiento por Estados Unidos de la prisión de Guantánamo, para que después de tantas solicitudes por visitar y entrevistar prisioneros sin éxito alguno, la administración de Biden autorizara que una experta en derechos humanos de la ONU visitara la prisión.
A pesar del riguroso secretismo que siempre rodeó todo lo que sucedía en la base naval y sobre todo en la prisión, por diversas vías y formas, después de varios años, empezaba a circular y conocerse información muy valiosa sobre esas instalaciones. Así, gracias a documentos secretos del Pentágono difundidos en la internet por WikiLeaks y testimonios de algunos prisioneros liberados que se atrevieron a narrar los horrores y atrocidades que se cometían, el mundo supo de que en la base naval de Guantánamo funcionaba una versión moderna y mejorada del campo de concentración más infame de la era de Hitler: Auschwitz. Quizás esto fue contribuyendo para que las autoridades del penal, comenzaran a mejorar radicalmente las condiciones dentro del mismo. A los que ellos consideraban menos peligrosos les fueron permitiendo contar con una biblioteca y áreas para manualidades y pintura. Hasta el punto que en el 2017, se organizó una exposición de pintura y escultura en una galería de la ciudad de Manhattan, que fue todo un éxito.
La prisión de Guantánamo llegó a ser considerada la cárcel más cara de los Estados Unidos y quizás del mundo, al gastar una verdadera fortuna tanto en su mantenimiento como en la detención de los prisioneros. Todavía en el 2019 se estimaba que gastaba anualmente la suma de 540 millones de dólares, lo que representaba 13 millones de dólares por cada uno de los 40 prisioneros que allí todavía quedaban. Pese a ello sigue abierta, sirviendo a los intereses de lo queda del imperio estadounidense, aun cuando Obama y Biden prometieron cerrarla.
Dos días después que Barack Obama iniciara en el 2009 su primer período, firmó una orden presidencial para cerrar la vergonzosa prisión “no más de un año después” de la fecha de ese decreto. No lo cumplió y en su segundo período presidencial se olvidó por completo de su tan cacareada promesa de cerrarla. Lo que sí hizo Obama fue convertir en permanentes, muchas de las medidas adoptadas por Bush consideradas excepcionales, como, por ejemplo, mantener en prisión sin juicio a personas sospechosas de pertenecer a Al Qaeda, restableció las comisiones militares y prohibió el uso de fondos para transferir prisioneros de la prisión a suelo estadounidense. Aunque lo más execrable de Obama, fue cuando en el 2011 designó a 46 prisioneros recluidos en el penal de Guantánamo, para que permanecieran encarcelados allí indefinidamente, de manera arbitraria sin juicio alguno. Aducía que eran muy peligrosos para liberarlos, pero estarán sin derecho a ser inculpados, sin proceso de pruebas, ni nada.
Durante la administración estadounidense de Joe Biden, también existió el compromiso de cerrar la prisión en Guantánamo. Otro presidente del partido demócrata que prometió lo que evidentemente, no iba a cumplir, cuando además analizó la posibilidad a fines del 2022, como plan de contingencia si la crisis haitiana se agravaba, de retener temporalmente allí a migrantes haitianos para impedirles entrar a territorio estadounidense. Mientras que, en el caso de la administración estadounidense de Donald Trump, nunca se ha planeado cerrar esa prisión; cuando más, solo ir reduciendo gradualmente su elevado costo. Por eso que Trump no ha tenido problema alguno, para reivindicar las prácticas de tortura de la era Bush y oponerse con firmeza a la desclasificación del informe sobre torturas. Hace poco, en junio de 2025, se aseguraba que Trump tenía previsto trasladar a esa base, casi 9,000 migrantes para procesarlos desde allí. Eran extranjeros que se encuentran en los Estados Unidos de forma ilegal. Dentro de ellos estaban incluidos hasta de países europeos. Se sumarían así a los cientos de migrantes que ya están allí desde principios de ese año.
Lo cierto es que, en apego a las leyes estadounidenses, donde un presidente abrió con su poder una prisión como la de Guantánamo, invocándose ese mismo poder otro presidente, puede perfectamente cerrarla, sin contar con autorización previa ni del Congreso ni del Senado. Sin embargo, es evidente que, en este caso, no ha existido ni voluntad política ni un interés verdadero por cerrar la prisión de Guantánamo, máxime cuando el Pentágono anunció en el año 2013, una inversión de casi 200 millones para modernizar los campamentos militares, sin incluir ninguna mejora a las condiciones de los mismos prisioneros.
Es evidente que ninguno de los dos grandes partidos políticos de Estados Unidos le interesa cerrar ese penal y mucho menos devolver el territorio que usurpan hace más de 122 años. Las razones: los grandes intereses privados que están detrás del encarcelamiento masivo en esa nación, el uso de la base naval para preparar acciones desestabilizadoras contra muchos países de América Latina y el Caribe, es decir, que este penal sigue sirviendo a sus intereses de potencia imperial, a pesar de sus altísimos costos y a la ineficacia comprobada en combatir el terrorismo, usando las informaciones obtenidas y las confesiones forzadas con tortura.
La población penal en Guantánamo llegó a alcanzar casi 800 prisioneros en los primeros años de funcionamiento, hoy se cree que en la actualidad solo mantiene en cautiverio a un puñado de ellos, a los que han decidido retener indefinidamente sin opciones de presentarse ante un tribunal, por “razones de seguridad y defensa nacional”. Son los calificados como “prisioneros eternos”, es decir, cautivos o secuestrados en el más absoluto desamparo legal, que ellos pueden retener por siempre sin pruebas concretas y sin realizarles juicio alguno.

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