La contundencia de los enemigos y la ambigüedad de los amigos revela el peso de Washington y la derecha global en América Latina. Revela también que para legitimarse electoralmente la Revolución Bolivariana tiene que cumplir requisitos que no se piden a otros países.
Carlos Figueroa Ibarra / Para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Las elecciones en Venezuela siempre han sido noticia de primer orden. Esta, la de 2024, lo ha sido mucho más. Desde varios días antes los grandes medios de comunicación, las distintas redes sociales, los programas que se transmiten por Youtube se encargaron de difundir dos ideas centrales: la oposición de derecha ganaría en Venezuela de manera apabullante las elecciones con porcentajes que oscilaban entre 70 y hasta 80% y el fraude electoral cometido por el chavismo sería la única manera de frenar la aplastante victoria. Era esta narrativa la preparación mediática para lo que sabíamos que sucedería al día siguiente de las elecciones: el calentamiento de la calle, la guarimba violenta que ha dejado entre 12 y 16 personas asesinadas (entre ellas un policía y un guardia nacional), alrededor de 70-80 heridos y aproximadamente un millar de detenidos. Los participantes en los actos vandálicos (buena parte de ellos pagados con montos de entre 20 y 150 dólares) atacaron hospitales, escuelas, sedes locales del Consejo Nacional Electoral (CNE) y de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) pero también pequeños comercios además de incendiar autos particulares. Según versión oficial no pocos de los detenidos, organizados en los llamados “comanditos”, estaban drogados.