sábado, 13 de septiembre de 2025

11 de setiembre en Chile: necesidad de políticas de la memoria

La memoria es un espacio en disputa. No debe permitirse que fuerzas oscurantistas permanezcan vigentes a pesar de todos los crímenes que han cometido en el pasado.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

La televisión española transmitió en estos días un pequeño reportaje en el que entrevistaban a chilenos de a pie en Santiago sobre la conmemoración del 11 de septiembre, aniversario del infausto golpe contra el gobierno constitucional de Salvador Allende. Una señora dijo que no sabía qué se “celebraba”, y un par de jóvenes treintañeros se mostraron indiferentes. Una muchacha de liceo bien enterada, quien tiene parientes que fueron torturados, dijo que muchos jóvenes confundían lo sucedido en 1973 con los acontecimientos más reciente de Plaza Italia, cuando escuchaban de esta conmemoración.
 
Uno puede deducir que, en Chile, como en tantos otros países de América Latina que han sufrido situaciones o procesos traumáticos del orden del golpe chileno, no hay verdaderas políticas de la memoria, que construyan una consciencia que permita que las nuevas generaciones conozcan las causas y las consecuencias de esos hechos, lo cual deja a las sociedades inermes ante la posibilidad de que todo vuelva a repetirse.
 
Una activista de los derechos humanos entrevistada remarcó que, en Chile, más que políticas de la memoria, lo que ha habido son gestos, y que eso es totalmente insuficiente para cimentar una actitud vigilante por el respeto a los derechos humanos. 
 
En el Chile actual, en el que se aproximan las elecciones generales, la falta de una conciencia antidictatorial, que haga efectivo el “nunca más” que enarbolan quienes vivieron los horrores de la dictadura de Pinochet, se evidencia en las grandes posibilidades de ser elegido presidente que tiene José Antonio Kast, quien abiertamente se manifiesta positivamente de tal dictador, y se inscribe en la tendencia mundial de ascenso de la extrema derecha, simpatizando y formando parte de la internacional derechista promovida por el partido Vox español.
 
La falta de políticas de la memoria no son patrimonio exclusivo de Chile. En otros países, en dónde han sucedido hechos tan traumáticos como los del 11 de septiembre de 1973, sucede prácticamente lo mismo. En Guatemala, por ejemplo, en donde se perpetró un genocidio en la década de los ochenta del siglo XX, muchos jóvenes ven como algo distante y ajeno esos acontecimientos, que deberían ser objeto de estudio y permanente repudio por toda la población. 
 
Está situación no se debe solamente a un descuido. Las fuerzas políticas de la derecha están interesadas en que no se conozcan los desmanes que han cometido en el pasado. La ignorancia de sus crímenes les favorece, no solo porque fortalecen la posibilidad de la impunidad, sino porque permite que la rueda de la historia vuelva a ponerlas en posición de disputar el poder, como está sucediendo ahora en Chile.
 
La memoria es un espacio en disputa. No debe permitirse que fuerzas oscurantistas permanezcan vigentes a pesar de todos los crímenes que han cometido en el pasado. Personajes como Kast, en Chile; de la vicepresidenta argentina Victoria Villarruel, quien reivindica las políticas represivas del ejército durante la dictadura y se mostró siempre como admiradora de Rafael Videla; el mismo presidente Javier Milei; o personajes como Jorge “Tuto” Quiroga en Bolivia, quien fuera uno de los principales protagonistas del golpe de Estado contra Evo Morales y promotor de un racismo a ultranza, no deberían ocupar el espacio político preponderante que tienen. Solo políticas de la memoria que desnuden lo que son, podrán erigirse como salvaguardas del futuro.

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