Obama llega con los gobiernos progresistas y populares ya asentados, con un mapa más o menos ordenado de la región. A diferencia de Bush, que fue contemporáneo con la explosión neoliberal en América Latina y crisis políticas por doquier, el demócrata deberá negociar con actores nuevos, pero sólidos, en su mayoría refrendados por sus sociedades y con proyección de continuidad.
Federico Vázquez / Noticias del Sur
Es un lugar común decir que el próximo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, no tendrá a nuestra región entre sus prioridades. Que, producto de la crisis financiera, concentrará los esfuerzos de su administración en aspectos internos y dejará poco tiempo para atender los asuntos de oscuros rincones del planeta.
Aún más, los especialistas, editorialistas, opinólogos y el resto de la fauna que ha salido a pronosticar de qué irá el gobierno de Obama (cuando lo único seguro es que estamos ante un gran signo de interrogación, tanto por el protagonista como por el contexto de hecatombe financiera que lo parió) se apresuran a dictaminar que Latinoamérica rankea en los últimos puestos y que la potencia imperial mirará poco y hará menos en lo que tiene que ver con el destino de nuestra región.
Ojalá. Sería esa sí toda una novedad geopolítica que por primera vez los Estados Unidos dejen a la buena de Dios (o, mejor aún a la voluntad de los ciudadanos del sur) los destinos de la América que sufre por debajo del Río Bravo. Sería una reversión de todo lo actuado desde que los gringos se creyeron eso del destino manifiesto, de América para los americanos y de que sus límites de expansión estaban fijados sólo por los grandes océanos. Leer más...
Aún más, los especialistas, editorialistas, opinólogos y el resto de la fauna que ha salido a pronosticar de qué irá el gobierno de Obama (cuando lo único seguro es que estamos ante un gran signo de interrogación, tanto por el protagonista como por el contexto de hecatombe financiera que lo parió) se apresuran a dictaminar que Latinoamérica rankea en los últimos puestos y que la potencia imperial mirará poco y hará menos en lo que tiene que ver con el destino de nuestra región.
Ojalá. Sería esa sí toda una novedad geopolítica que por primera vez los Estados Unidos dejen a la buena de Dios (o, mejor aún a la voluntad de los ciudadanos del sur) los destinos de la América que sufre por debajo del Río Bravo. Sería una reversión de todo lo actuado desde que los gringos se creyeron eso del destino manifiesto, de América para los americanos y de que sus límites de expansión estaban fijados sólo por los grandes océanos. Leer más...
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