El BANSUR ya tiene urgencias: inversiones en agricultura, para paliar el aumento en los precios de alimentos; aumento en la capacidad productiva de la región (empleo); inversión en industrias farmacéuticas de genéricos; inversiones en recursos naturales para que las ganancias se queden en la región. Todo esto significa soberanía regional. ¡No sorprende, por tanto, que Colombia y Perú no hayan firmado el Convenio! ¿Por qué no lo hicieron?
El lunes 28 de septiembre se firmó el Convenio Constitutivo del Banco del Sur. Este nace después de que el 9 de diciembre de 2007 se firmara el acuerdo de creación en Buenos Aires. El documento dice: “Crear el Banco del sur… teniendo como objeto financiar el desarrollo económico y social de la región… haciendo uso del ahorro intra y extra regional… fortalecer la integración, reducir las asimetrías; (ser) un Banco auto-sostenible; (con) representación igualitaria de los países miembros; e invitar a las naciones que conformarán la UNASUR a participar de su creación”.
Desde ese año existieron retrasos debido a divergencias entre sus miembros. Superadas las discrepancias quedó claro que el Banco del Sur (BANSUR) no solo sería un banco de desarrollo sino un instrumento para generar una nueva arquitectura financiera regional centrada en tres ejes interrelacionados: 1. Una unidad monetaria del Sur; 2. Un fondo de estabilización monetaria (el Fondo del Sur); 3. Un Banco del Sur, que utilice las reservas existentes para el desarrollo de la región.
Por ejemplo, desde el año 2000, los países ricos (Norte), prácticamente, no transfieren capital a los países del Sur; y, por el contrario, son éstos (Sur) los que financian a los del Norte (Naciones Unidas, 2008). Por tanto, ¿qué sentido tiene seguir transfiriendo nuestros recursos… financiar el “bienestar” de los países ricos? El BANSUR deberá detener esas transferencias que se destinan al consumo y concentrarlas para el desarrollo del Sur. Por eso es vital la presión de los acuerdos SUR-SUR con el objetivo de delinear un nuevo orden financiero mundial. El BANSUR, como otra meta, debe generar o recuperar soberanía en la política económica de la región; esta medida hará de la UNASUR un proyecto sostenible a largo plazo, con un fin integrador real.
Ahora quedan dos aspectos estratégicos: uno, clarificar cuál es la relación que tendrá el BANSUR con las otras agencias multilaterales: Corporación Andina de Fomento o el BID. Todos sabemos que ni la CAF ni el BID han sido promotores del desarrollo, y no por falta de financiamiento sino por haberse convertido en instrumentos en la implementación de las políticas neoliberales; y, dos, cómo, en términos reales, se equilibrará el peso de cada país, sobre todo, los pequeños-medianos frente a los grandes, específicamente Brasil. Brasil tiene al Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) que genera préstamos cercanos a los 55 mil millones de dólares, rebasando los préstamos del Banco Mundial, el Interamericano y la Corporación Andina de Fomento.
Salvando ese escollo, el BANSUR ya tiene urgencias: inversiones en agricultura, para paliar el aumento en los precios de alimentos; aumento en la capacidad productiva de la región (empleo); inversión en industrias farmacéuticas de genéricos; inversiones en recursos naturales para que las ganancias se queden en la región. Todo esto significa soberanía regional. ¡No sorprende, por tanto, que Colombia y Perú no hayan firmado el Convenio! ¿Por qué no lo hicieron?
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