En el centro de este conflicto están las bases militares estadounidenses, la rehabilitación de la IV Flota y el carácter estratégico que hoy más que nunca tiene América Latina como fuente de poder para Estados Unidos.
La instalación de once nuevas bases militares estadounidenses en Colombia y Panamá ya habían tensado el ambiente latinoamericano llevando las relaciones colombo-venezolanas al punto de ruptura, cuando el presidente peruano Alan García decidió usar la cumbre de APEC para acusar a Chile de espionaje. La forma, el tono y el contenido de su acusación fueron innecesariamente agresivos y fuera de lugar, lo que origina muchas preguntas y obliga a relacionarlo con el asunto de las bases.
Colombia nunca informó que había autorizado la instalación de las bases estadounidenses en su territorio, a pesar de que en los mapas del Pentágono éstas aparecían marcadas en suelo colombiano desde el mes de enero pasado, según lo ha revelado el ex presidente de ese país Ernesto Samper. Panamá lo dio a conocer a raíz de una reunión con la secretaria de Estado estadounidense, diciendo que serían dos bases y que el convenio se firmaría en octubre, resultó que van a ser cuatro y que no se toma en cuenta la voluntad del pueblo panameño que se opone al regreso de los militares del norte.
Cuando un gobierno cree o descubre que está siendo espiado por otro, se dirige a ese gobierno le expone lo que ha encontrado y pide explicaciones. Perú optó por hacer estallar el asunto en una reunión como la del acuerdo comercial Asia-Pacífico, APEC, que se realizaba en Singapur, pudiendo haberlo hecho en la forma adecuada porque desde hace cuatro meses no sólo investigaba al presunto espía, sino que lo usaban para mandarle información falsa a quienes lo habían contactado.
¿Por qué García decidió hacerlo en esa forma y prefirió cancelar la entrevista con la mandataria chilena para regresar a su país en medio del escándalo, en circunstancias de que el 22 de septiembre pasado, cuando ya se investigaba al espía, dijo en la inauguración de un foro de televisión digital en Lima:”Saludo a mis grandes amigos, los presidentes de Chile, Michelle Bachelet, de Argentina, Cristina Fernández, y de Brasil, Luis Inacio Lula Da Silva”.
Días antes, durante el aniversario de la independencia de Chile, militares y ministros de Estado peruanos desairaron a los representantes diplomáticos chilenos, sin embargo en el foro señalado García afirmó ”Estamos aprendiendo a tomar decisiones integradoras, decisiones colectivas” y luego preguntó “¿Cuándo alcanzaremos la misma onda de la amistad perpetua, la misma onda de la relación sin amenazas entre nosotros, sin malentendidos, la misma onda de fraternidad?”
Sin duda que estas palabras no se corresponden con las que pronunció en Singapur y luego en Lima. García suele tener estos ex abruptos y no pocas veces otros funcionarios han tenido que dar explicaciones en privado. Esta vez él mismo ha tratado de bajar la tensión, pero hay otros hechos que considerar. Con su actitud el mandatario reavivó el siempre latente sentimiento antichileno en su país, el que es consecuencia de la Guerra del Pacífico librada en 1879, en la que Perú y Bolivia se enfrentaron con Chile y perdieron. Los peruanos perdieron importantes territorios en el sur del país y Bolivia perdió la salida al mar.
El armamentismo
En el centro de este conflicto están las bases militares estadounidenses, la rehabilitación de la IV Flota y el carácter estratégico que hoy más que nunca tiene América Latina como fuente de poder para Estados Unidos. Desde que se empezó a constatar que ese país estaba perdiendo su posición de potencia hegemónica, en numerosos y documentados análisis se señalaba que en un mundo multipolar el grado de poder para el país del norte dependería del territorio que controlara y ese territorio sólo podía ser América Latina.
Esta región tiene riquezas incalculables, petróleo, gas, litio, cobre y demás minerales, reservas de agua dulce y lo que esconden la Amazonia, los glaciares, los geisers y el territorio antártico, donde se encuentra el 80 por ciento del agua dulce del planeta. Por eso las bases estadounidenses a las que nos referimos la semana pasada forman un círculo que va desde el Caribe a América Central, el Pacífico y Paraguay, encerrando la Amazonia. En el territorio antártico hay bases temporales y permanentes de entre 20 y 40 países, incluidas las potencias en declive, las emergentes, los desarrollados y los subdesarrollados.
Hasta hace unos años América Latina no lograba superar el estatus de patio trasero de Estados Unidos, pero la política guerrerista de ese país lo llevó a otros puntos geográficos y cuando se hizo evidente que eso había permitido que empezáramos a autodeterminarnos, incluso diversificando la compra de armamentos, rediseñaron su presencia militar en la región.
En el nuevo contexto latinoamericano, y en particular en América del Sur, eso determinó la modernización del armamento por parte de la mayoría de los países y llevó incluso a la formación del Consejo de Defensa de la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR.
Ha trascendido que en la reunión de Unasur que se proyecta para fines de este mes para tratar lo de las bases en Colombia, el gobierno peruano quiere presentar una propuesta sobre cooperación en defensa, criticando la que considera ”carrera armamentista en la región” y que indirectamente estaría referida a Chile, país al que Estados Unidos autorizó la venta de radares y misiles por 665 millones de dólares, lo que fue criticado por el canciller de Perú.
Elecciones y ¿golpes de Estado?
Mientras se van decantando las situaciones señaladas, se acercan procesos electorales que podrían generar cambios o crear situaciones nuevas. El primero será el de Honduras el día 29 de este mes y que no cumplirá con los requisitos democráticos, porque se realizará bajo un régimen de facto. La mayoría de los países latinoamericanos ha anunciado que no reconocerá como válidos estos comicios y la Unión Europea se abstuvo de reconocer al gabinete de “unidad nacional” inventado por Micheletti, en espera de la restitución de Zelaya.
Las elecciones servirán para establecer la fuerza de cada sector, tanto de los que no concurrirán a votar porque demandan la restitución en el cargo del presidente Zelaya y la de los golpistas, que sí votarán. Allí suele votar alrededor de un millón 200 mil personas.
Pocos días después, el 6 de diciembre, serán las elecciones bolivianas en las que por primera vez se podrá reelegir al Presidente de la República. Al mismo tiempo se elegirá una Asamblea Plurinacional, tal como lo estableció la nueva Constitución que se aprobó en enero. Las encuestas dan como ganador al presidente Evo Morales con más del 50 por ciento y el partido de gobierno aspira a obtener las dos terceras partes del parlamento para que la nueva constitución pueda aplicarse sin dificultades.
Una semana después serán las elecciones chilenas, en las que está en duda la permanencia en el gobierno de la actual coalición. Si la derecha ganara los comicios sería un golpe rudo para los gobiernos progresistas que son mayoría en la región y que han llevado adelante los cambios a los que nos referíamos antes, especialmente considerando que a éstas seguirán otras elecciones y habrá figuras tan importantes como el brasileño Lula que no podrán reelegirse.
Pero lo mas grave es la posibilidad de un golpe de Estado en Paraguay, donde gobierna el ex sacerdote Fernando Lugo desde hace poco más de un año. Su triunfo puso término a 61 años de gobierno del Partido Colorado, la mayor parte de ellos bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner. Ya se ha denunciado que los Colorados tienen un plan para destituir a Lugo en los próximos seis meses mediante un juicio político.
Los resultados electorales, la posibilidad de que se den nuevos golpes de Estado, unidos a la aumentada presencia militar estadounidense en nuestros países podrían provocar un retroceso dramático.
- Frida Modak, periodista, fue Secretaria de Prensa del Presidente Salvador Allende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario