En el marco de la nueva era latinoamericana, 2012 será un “año electoral” para Venezuela, México, República Dominicana y también para Ecuador, pues en 2013 deberá iniciarse un nuevo período presidencial.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo (Ecuador)
Desde 1999, cuando se inició el primer gobierno de Hugo Chávez en Venezuela, se sucedieron los triunfos electorales que llevaron a la presidencia a Néstor Kirchner (2003) y la sucesora Cristina Fernández (2007) en Argentina; Inácio Lula da Silva (2003) y Dilma Rousseff (2011) en Brasil; Tabaré Vázquez (2005) y José Mujica (2010) en Uruguay; Evo Morales (2006) en Bolivia; Daniel Ortega (2007) en Nicaragua; Rafael Correa (2007) en Ecuador; Fernando Lugo (2008) en Paraguay, todos identificados con la “nueva izquierda latinoamericana”. Se sumarían a ellos Leonel Fernández (desde su segunda presidencia en 2004) en República Dominicana, y Michelle Bachelet (2006) en Chile, quien, por sobre su identidad socialista, mantuvo el modelo económico aperturista chileno.
Tales gobiernos marcaron la nueva época de América Latina, en la que ha predominado la reacción contra el neoliberalismo de las dos últimas décadas del siglo XX. Sin duda, los más radicales resultaron los gobiernos de Chávez, Morales y Correa en América del Sur. Los reveses a la tendencia izquierdizante ocurrieron en Honduras, con el derrocamiento de José Manuel Zelaya (2009) y con el triunfo del empresario Sebastián Piñera (2010) en Chile. En el marco de la nueva era latinoamericana, 2012 será un “año electoral” para Venezuela, México, República Dominicana y también para Ecuador, pues en 2013 deberá iniciarse un nuevo período presidencial.
En Venezuela se han afirmado bases sociales organizadas y movilizadas, capaces de defender en el tiempo las conquistas populares logradas por el gobierno de Hugo Chávez, cuya victoria es segura. Comparativamente no existe una organización social similar en Ecuador. Pero Rafael Correa goza de un inédito respaldo popular en la historia contemporánea del país y su liderazgo indiscutible también garantiza la continuidad del proyecto político y complementa a la democracia representativa.
Como en la campaña electoral de 2006, nuevamente se perfila una situación de “todos contra Correa”, pues desde ahora coinciden en ello tanto las derechas como algunos sectores de izquierda que se consideran relegados y hasta “traicionados”. Y como el triunfo presidencial de los opositores no se vislumbra, al carecer de figuras electoralmente representativas, su estrategia apuntará a ganar la mayoría de la Asamblea Nacional, bajo la esperanza de que solo así se pondrán frenos al “poder” de Correa, o dificultades a la continuidad de la “Revolución Ciudadana”.
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