Está en curso una nueva ofensiva política y mediática, orquestada desde Miami y Madrid, que hace de Cuba y Venezuela sus blancos principales. El mensaje central es uno, sencillo pero macabro: convocar la muerte de los principales líderes de esos procesos políticos.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografía: publicación del diario ABC de España sobre la salud del presidente Chávez)
En América Latina, la tradicional alianza entre los poderes político y económico con las grandes empresas de la comunicación, fortalecida por el festín de las privatizaciones neoliberales, la apropiación de concesiones de frecuencias de radio y televisión, y una concentración de la propiedad de los medios sin precedentes, derivó en la consolidación de un actor de primer orden en nuestros sistemas políticos: el poder mediático.
Tratándose de un poder fáctico, es decir, que se ejerce al margen de las instituciones y procedimientos democráticos, y que además dispone de una enorme capacidad de influencia en la formación y movilización de la llamada opinión pública, no sorprende que los medios de comunicación se hayan convertido en la principal arma de batalla de las derechas, especialmente allí donde el ascenso popular, la resistencia social y el triunfo electoral de fuerzas políticas de izquierda debilitan el entramado de la dominación en nuestra América.
En esta guerra mediática emprendida contra líderes políticos y gobiernos latinoamericanos, en particular aquellos que intentan romper –con más o menos radicalidad- con el sistema neoliberal y neocolonial, está en curso una nueva ofensiva, orquestada desde Miami y Madrid, que hace de Cuba y Venezuela sus blancos principales. El mensaje central es uno, sencillo pero macabro: convocar la muerte de los principales líderes de esos procesos políticos.
En efecto, el día 2 de enero, un rumor originado en algún computador del exilio cubano o en el Departamento de Estados de los EE.UU, difundió en la red social twitter –y de ahí saltó a la prensa internacional, que hizo eco de la primicia- una supuesta noticia exclusiva que rezaba así: “Atención: ‘Cuba Press’ verifica la muerte de Fidel Castro. A la espera del comunicado oficial por parte del país. Hito informativo”. Por supuesto, ni el supuesto comunicado oficial llegó ni Castro falleció; en cambio, seguimos leyendo sus Reflexiones sobre el acontecer latinoamericano y mundial, en una de las cuales dice: “¿Por qué mienten tan descaradamente los medios de información masiva del imperio? Los que manejan esos medios, se empeñan en engañar y embrutecer al mundo con sus groseras mentiras, pensando quizás que constituye el recurso principal para mantener el sistema global de dominación y saqueo impuesto” (“La fruta que no cayó”, 25-01-2012).
Siguiendo una estrategia similar a la empleada contra Castro, a saber, la divulgación de una “exclusiva” a partir de la información confidencial provista por una fuente anónima (y de la que no constan pruebas), el 23 de enero, el sitio web del diario español ABC, con información del corresponsal de AP en Washington, anunciaba un plazo fatal a la existencia del mandatario venezolano: “entre nueve y doce meses le quedan de vida al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, si insiste en rehusar el tratamiento adecuado que le obligaría a dejar temporalmente sus funciones presidenciales”.
En un escenario de efervescencia electoral como el que experimenta Venezuela, y con los candidatos de la oposición por debajo del líder bolivariano en la intención de voto de los ciudadanos, la “noticia” de ABC, que contradice las versiones que el propio Chávez ha dado sobre su estado de salud y la evidencia de sus últimas apariciones públicas, se inscribe claramente en una estrategia de desestabilización que pretende sembrar incertidumbre y caos antes de los comicios del próximo mes de octubre.
Que el “anticomunismo” y los prejuicios ideológicos que caracterizan a estos y otros medios de comunicación –y a los periodistas que hacen parte de su juego-, sean los ejes de su manera de informar sobre la compleja realidad latinoamericana, es algo que uno puede comprender, aunque de ninguna manera comparta. Pero que para alcanzar objetivos inconfesables se desconozcan principios elementales de ética periodística y, más aún, se ignore por completo el sentido de humanidad al hacer de la posible muerte de dos seres humanos -en muchos aspectos, excepcionales conductores de sus pueblos- un instrumento de conspiraciones políticas y de desinformación colectiva, eso resulta totalmente inadmisible. Además, desnuda la poca hondura moral de estos inescrupulosos seudodemócratas, que distan mucho de representar los verdaderos intereses nacionales y populares de nuestros países.
A tal punto llegan la mentira y la manipulación, que incluso el corresponsal en La Habana de la cadena inglesa BBC (para nada “amiga” de la Revolución Cubana o la Bolivariana), el periodista Fernando Ravsberg, escribió en su blog Cartas desde Cuba: “Los periodistas nos ahorraríamos fracasos si nos centráramos en informar sobre lo que ocurre y dejáramos las predicciones para los astrólogos mayas. Mucho más si nos toca escribir sobre un país tan impredecible como Cuba (…). Sentarse a esperar la muerte del adversario anunciándola una y otra vez como voceros de funeraria, es humanamente poco ético, periodísticamente de escasa credibilidad y políticamente implica una confesión pública de su propio fracaso”. Y otro tanto cabe decir para el caso venezolano.
Estas maniobras mediáticas, como no podía ser de otra forma, coinciden con movimientos mayores de la política global, donde el imperialismo militar-financiero y sus expresiones más emblemáticas en los gobiernos de derecha (como el de Barack Obama en los Estados Unidos, la España de Mariano Rajoy o la entente franco-alemana de Nicolás Sarkozy y Angela Merkel), intentan una huida hacia adelante para salvar el sistema neoliberal capitalista.
América Latina no escapa a esas acciones: el congresista republicano Newt Gingrich lo acaba de demostrar, cuando explicó sus planes para Cuba y Venezuela (que en nada difieren a los de la oposición en esos países), en caso resultar electo presidente de los Estados Unidos. En una entrevista para la cadena Univisión de Florida declaró: “El plan sería usar todas las herramientas que (el presidente estadounidense) Ronald Reagan, el papa Juan Pablo II y (la primera ministra británica) Margaret Thatcher usaron para quebrar el imperio soviético (…) Hay muchas cosas que una gran potencia puede hacer para crear un ambiente que minimice la capacidad de un dictador de mantenerse, y diría que estoy inequívocamente decidido a usar el poder estadounidense, en una variedad de formas, para reforzar a nuestros amigos” (Página/12, 26-01-2012).
En la guerra mediática, preludio de la guerra contra los pueblos, lo peor de la cultura política de la derecha hermana los apetitos de las élites del norte y el sur. En definitiva, no hay diferencia entre los imperialistas de allá y los de aquí.
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