sábado, 8 de septiembre de 2018

Argentina: el desgastado “yo es otro” de Mauricio Macri

La mentira por la que orbita el gobierno se advierte en cada uno de sus eslóganes, como la ahora anunciada con bombos y platillos reducción de ministerios.

Carlos María Romero Sosa / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Con la destitución de Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, Vicejefes de Gabinete, en abrupta salida motivada por la crisis cambiaria -y no sólo cambiaria- que vive la Argentina, se ha deshilachado el yo del presidente Macri. En efecto, es sabido que al comienzo de su gestión aseguró poniendo una valla infranqueable a las críticas despertadas ante la impertinencia y falta de humanidad de esos funcionarios cuando los despidos masivos de finales de 2015 y principios de 2016, que la triada integrada por ellos y por su superior Marcos Peña, Jefe de Gabinete de Ministros, eran él mismo. Toda una definición que hace suponer que el ingeniero es un asiduo lector de Rimbaud, que  escribió  en las llamadas “Cartas del Vidente” de 1871 aquello de  Car Je est un autre” (“Porque yo es otro”).
 

El pueblo sufriente no sabe  y tampoco le importan esos desdoblamientos de su personalidad. Tampoco la reacción de los mercados ante las nuevas medidas económicas anunciadas así como no entra en sus preocupaciones la cacareada meta del déficit cero,  que  de alcanzarse en un país que no crece, será a costa de su hambre y su miseria. Cerrar los números macroeconómicos puede en circunstancias como las actuales representar una encerrona para los de abajo.

La mentira por la que orbita el gobierno se advierte en cada uno de sus eslóganes, como la ahora anunciada con bombos y platillos reducción de ministerios. Justamente las mismas carteras que al principio de la gestión de la  administración de Cambiemos, neoliberal en lo ideológico,  oligárquica por la clase a la que representa y beneficia y carente de idoneidad a punto tal que perdió toda credibilidad en el exterior,  se multiplicaron para poner al frente de cada una de ellas a un amigo empresario o al licenciado Jorge Triaca en Trabajo, el hijo de un sindicalista invariablemente traidor a la clase obrera. Y alguien capaz de mostrar a poco de iniciada su gestión que lo que se hereda no se hurta con el escándalo de su empleada doméstica a la que insultó, no le hizo los aportes previsionales correspondientes y para tranquilizar su conciencia la designó en un cargo pagado por un sindicato al que había intervenido en sus atribuciones de ministro. Una farsa pues es el achique del Estado en lo que hace a sus cabezas y al juego de ascensores de bajar ministerios a secretarías. Además la lealtad de Macri con sus amigos y ex compañeros del Colegio Newman es inquebrantable y los pocos idos en estos Idus de septiembre como Quintana y Lopetegui, continuarán cobrando abultados salarios y gozando de prebendas oficiales mediante nuevas y oportunas designaciones que pasarán desapercibidas a no ser para los asiduos lectores del Boletín Oficial que encontrarán en los próximos días decretos con sus nombramientos como asesores. Pero la soga se corta por la más fino y  los despidos en serio en el sector público, y no para la platea,  han sido, son y serán de empleados administrativos de planta o precariamente contratados, tal como sucedió hace poco en  TELAM y por estos días en el Ministerio de Agroindustria donde se cesanteó a más de quinientos trabajadores.

En una increíble aparición en cadena en la mañana del 3 de septiembre del corriente, Macri aparte de insultar a Venezuela, repartió culpas por el desastre económico que en pocas semanas llevó el dólar de veintitantos pesos a más de cuarenta, al tiempo  que en una carrera alocada y vana por frenarlo el Banco Central malgastó casi 10000 millones de dólares de sus reservas. Culpó a la sequía, a la crisis turca, a la guerra comercial entre los Estrados Unidos y China, a la suba mundial del petróleo y al “affaire” de los famosos “cuadernos” con los que se pretende desaforar y encarcelar a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en una versión  tango de la prisión de Lula da Silva en Brasil y del complot para hacer otro tanto con Rafael Correa en Ecuador. De todas esas excusas para diluir su responsabilidad e ineptitud, no es raro que pueda haber incidido en nuestra crisis y en el descreimiento exterior que nos cortó el crédito,  la inseguridad jurídica que a todas luces  pone en evidencia la irregular investigación judicial de los “cuadernos”, tras una  burda operación de los servicios de inteligencia tendiente a desprestigiar al anterior gobierno. En ese sentido que Macri  haya bebido de su propia medicina  importa poco, lástima que el veneno viene enfermando al pueblo trabajador y a las clases medias cada día más pauperizadas.  El coro de los periodistas militantes de Cambiemos se escandaliza frente a los que presuntamente robaron para hacer política y nada dice de la camarilla gobernante que hace política o marketing de ella para robar y gestionar la cosa pública en beneficio de sus familias y empresas.

Mientras tanto la economía se achica, el peso se devalúa por minuto, la inflación galopa, la riqueza se concentra en pocas manos, la Argentina dejó de crecer  y no hay  una palabra entre las medidas adoptadas y prestas a ser convalidadas por el FMI y el Imperio, para salvar a las PYMES endeudadas con tasas de interés de 60%; ni para que los servicios públicos puedan ser abonados por los jubilados sin tener que sacar usurarios créditos en los bancos amigos del poder; ni para elevar el nivel de vida de los habitantes maltrechos por la falta de salud pública, de educación pública, de seguridad pública y agobiados por impuestos que más de un integrante del gabinete sabe evadir mediante sociedades offshore registradas en paraísos fiscales. A falta de pan en tantas mesas como denuncian los curas villeros, la llamada mesa chica de Macri se agranda con tristes personajes como el sospechado  ex Intendente de la ciudad de Buenos Aires del   menemismo Carlos Grosso, antiguo empleado según Clarín de la gerencia de Socma de Franco Macri, el papá que en un gesto de lucidez anticipó que su hijo no era para la política.          

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