En abril de 1519, Hernán Cortés desembarcó en Cozumel, en las costas del actual
estado de Yucatán, y dio inicio al proceso de conquista de México, uno de los
acontecimientos históricos más sangrientos de la historia de la humanidad.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
No
solo la población de México sino, en general de América, en menos de un siglo
se vio dezmada en más del 90%. La que quedó, fue incorporada al Imperio Español
como proveedora de fuerza de trabajo, vio su cultura menospreciada como
sinónimo de barbarie, y sustituida por otra, la occidental.
Los
europeos que llegaron a América lo hacían impelidos por la imperiosa necesidad
de expansión del naciente capitalismo, que requería recursos naturales y fuerza
de trabajo para su valorificación. Para ello, montaron lo que podemos denominar
como la “empresa” de la conquista.
Esa
expansión fuera de los confines de Europa puede entenderse como el inicio del
proceso de globalización, lo que implicó la creciente expansión de la cultura
occidental, que se ha convertido, desde entonces, en la cultura dominante de
todo el globo terráqueo. Asimismo, es el inicio de la era del colonialismo, que
abarcó no solo a América sino también a África y Asia, que marcó
definitivamente al mundo hasta nuestros días.
Enumerar
esas marcas queda fuera de los límites de este artículo, pero nos interesa
remarcar algunas que han salido a la palestra en estos días, cuando el
presidente de México, en el marco del aniversario de la llegada de Cortés a su
país, hizo un llamado a España para que pidiera perdón por todos los crímenes
cometidos en la conquista.
La
primera, es el rechazo inmediato y absoluto del gobierno español a pedir
disculpas. El ministro de Asuntos Exteriores español, Josep
Borell, dijo que tal cosa le
parecía extemporánea, y el escritor Pérez Reverte llamó “imbécil” a López
Obrador por haberlo planteado.
No son extrañas estas actitudes en España, en donde
es bastante generalizada la idea que la empresa de la conquista fue, en
realidad, un hecho civilizador del que no solo no deberíamos pedir disculpas
sino, ¡faltaba más!, alegrarnos y agradecer.
Salvados, entonces, de la barbarie, las culpas de la
violencia, la discriminación y la explotación deberían extenderse hasta
nuestros días y, en última instancia, al mismo López Obrador. Olvida tal
posición que, precisamente como efecto de ese proceso que hoy llamamos
conquista y colonización de América, la implantación del colonialismo llevó a
la conformación en nuestras tierras de sociedades estructuralmente desiguales
internamente, y externamente dependientes. Asimismo, y de forma igualmente
estructural, conformó en nosotros lo que podemos llamar una mentalidad colonial
que, como dice Eduardo Galeano, nos hace “escupir al espejo”, avergonzándonos
de lo que somos, e identificando hasta hoy, en los mismos que masacró Cortés, a
los portadores de la barbarie.
Quiere decir todo esto que las bases puestas por el
colonialismo se siguen reproduciendo en nosotros en la era neocolonial. Actitudes
como las del presidente de Argentina, Mauricio Macri, pidiéndole a los reyes de
España que, por favor, no se marchen de vuelta a su país, mientras hace
genuflexiones lacayunas, nos parecen más naturales que las de otro presidente,
en las antípodas no solo geográficas sino ideológicas, que a ese rey le pide
que se disculpe por el mayor genocidio de la historia.
Quienes se han beneficiado del estado de cosas
existente, que en nuestras tierras es producto del colonialismo y el neocolonialismo,
nos piden que no veamos la historia de la cual somos producto y de la que, para
escapar, debería por empezarse (solo empezarse) por pedir disculpas.
Eso es lo que nos pidió también Barack Obama, cuando
en la Cumbre de las Américas realizada en Jamaica, clamó porque se hiciera
borrón y cuenta nueva de años no solo de explotación neocolonial, sino también
de invasiones y apoyo a regímenes asesinos que han teñido de sangre a América
Latina.
Pedir disculpas tiene un valor simbólico, pero
evidenciaría que algo se ha movido en esa mentalidad colonial. Ese primer paso
no debería ser visto más que como eso, un primer paso. Es necesaria la
reconfiguración de las relaciones
internacionales, en las que los países colonialistas dejen de comportarse como los
amos y señores del mundo, en el que su hágase es santa palabra; en donde es
posible que descaradamente cerquen y roben a un país como hacen con Venezuela;
o que durante sesenta años mantengan bloqueado a otro, como sucede con Cuba.
Pero eso solo será posible si América Latina está
unida y con posturas dignas e independientes. Eso fue lo que sucedió cuando
Chávez, Lula, Correa, Evo y los Kirschner estuvieron, al mismo tiempo, en el
poder. Fue entonces cuando se dijo que los Estados Unidos estaban “viendo para
otro lado”. Fue entonces cuando la OEA decidió reincorporar a Cuba en su seno,
cuando el presidente estadounidense era uno más en la Cumbre de las Américas, y
no hacía desplantes como los de Trump que ni siquiera se ha dignado asistir a
la última.
En esas circunstancias, nuestro apoyo al presidente
de México.
3 comentarios:
Pedir perdon? De q putas sirve? Ya lo cagado, cagado.. No me interesa ya lo vivi del ayer(, Jose Jose..el borracho ruisenor) LA OEA. El grupo de Luma.. Y toda esas organizations son una bola de gallinas sin Gallo.. Gallinas culecas. .sirven pa nimierda... Miren lo actual con Venezuela.. 2019, lo de perdir perdon es de hace cientos de anos y no VA a Pasar.. No gaste energia en publicaciones q nadie les Para bola El unico pendejo soy 🧒
Es extraño que se olvide que quien envió un mensaje insultante fue el reyecito ese quien exigió las disculpas de todo el continente por haber asesinado a los cuidadores de puercos quienes vinieron y asesinaron a culturas y civilizaciones enteras.
Por supuesto que lo que pide AMLO es válido. Es posible que los que estén en contra sean descendientes de los expoliadores. La conquista —olvidemos el eufemismo Encuentro de dos mundos— fue oprobiosa, llena de arrogancia y villanía, a dos puyas: la espada y la cruz; con esta última se fortaleció la iglesia europea, a la vez que bendecía a los soldados, a los saqueadores. Francisco Marroquín fue uno de los que arrebataron tierras a sus dueños originarios. Debe haber resarcimiento.
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