sábado, 20 de julio de 2019

Argentina: Una sociedad al borde de un ataque de nervios

La telebasura cómplice renueva el circo para encender los cinco minutos de odio de cada día para que la horda enardecida arroje sus piedras e insultos a la pantalla: el despreciable enemigo del pasado, los que se robaron todo, los bolsos de López, la yegua. En definitiva, a ese Estado de Bienestar que reconstruyó la dignidad de los trabajadores, deshecho mentira tras mentira en estos tres años devastadores.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Inspira el gran Pedro Almodóvar, pero si hay algo ausente en la Argentina macrista, es el talento. Tan lento y bizarro, absurdo y siniestro, el escenario armado por la derecha resulta aterrador. Una conspiración del averno en pleno invierno. Urgidos, desesperados por continuar en el podio, los conductores de la campaña, el ecuatoriano Durán Barba y el descendiente de exterminadores de pueblos originarios, el jefe de gabinete Marcos Peña, se han lanzado en desenfrenada carrera, como en esas épocas de apropiación patagónica forzada. Desde ese atalaya observan cada movimiento. Un panóptico de trolls a disposición para vigilar y atacar en las redes y un vendaval mediático dispuesto a utilizar todos los recursos de que dispone.

La manada responde al miedo y, atontada por el castigo progresivo, se dispersa atropelladamente, ergo, “todos los políticos son iguales”, “nada va a cambiar”, por si alguna esperanza desnutrida sobrevive. Ellos, los patrones, saben administrar el odio y la violencia. Saben que la turba manipulada puede volver a besar la mano que los castiga. Por eso, en la oscuridad reinante, encienden infinitas hogueras para simular el fuego, el ansiado y utópico segundo semestre que nunca llega pero mantiene en vilo. Ellos, como en Esperando los bárbaros”  de Kavafis, saben que no llegará, por eso administran el tormento, dosifican el dolor. Renuevan las sombras chinescas en la caverna para mantener en vigilia la muchedumbre adormecida y ansiosa. De allí las exhortaciones de los lúcidos que reclaman: ¿qué pasa con la gente que no reacciona? No reacciona porque las opiáceas se han apoderado del ambiente. El aire es malsano al Sur del Sur.

La telebasura cómplice renueva el circo para encender los cinco minutos de odio de cada día para que la horda enardecida arroje sus piedras e insultos a la pantalla: el despreciable enemigo del pasado, los que se robaron todo, los bolsos de López, la yegua. En definitiva, a ese Estado de Bienestar que reconstruyó la dignidad de los trabajadores, deshecho mentira tras mentira en estos tres años devastadores.

Un maccarthysmo de posguerra ha salido a cazar supuestos comunistas, consigna que pasa de boca en boca: primero el presidente, luego la gobernadora bonaerense y el candidato a vice, repitiendo la letanía para que horade cabezas: cuidado con el comunista Kicillof (candidato a gobernador de Buenos Aires por el Frente de Todos), apellido con esa fonética surte el mismo efecto aterrador que los apellidos árabes para un yanqui de a pie. Se largó la bomba del peligro rojo y el miedo al ataque a la propiedad privada. Una novela turbia dirigida a mentes tan retorcidas como las de ellos.

Sigue la ministra de Defensa que todavía conserva el traje de cowboy de la fiesta en la Embajada en EEUU, se calza el uniforme de combate y sale a buscar los narcos de la Cámpora, mientras anuncia el reclutamiento de jóvenes en la Gendarmería para incorporarlos al republicanismo y la democracia. Sostiene lo insostenible, que la Gendarmería es una institución educativa a contrapelo de su origen de custodiar las fronteras. Prendernos en discutir absurdos distrae observar la crítica y extrema realidad.

Un medio gráfico desliza un titular: dos personas y un boliviano muerto en un accidente. Suscita rumores, promueve resentimientos y alguno expresa a gritos “esos negros nos ocupan puestos de trabajo, hospitales, escuelas y hasta ligan algún subsidio. Sabe de su laboriosidad la primera dama que los mantiene esclavos en sus talleres textiles. Nadie reconoce el tremendo y silencioso aporte laboral que hacen país en diversos sectores. Otro fogonazo, otra provocación, mientras la fuga de capitales y las ganancias de los bancos y las empresas de servicios crecen desorbitadamente, tanto como la deuda externa.

Más que nadie, los mandamases que usufructúan el omnímodo aparato del Estado, abusan de ese mandato científicamente comprobado: “Todo lo que oímos repetidamente, terminamos dándolo por cierto, aunque no lo sea”. Transformadas las mentiras en mantra, una persona que trabaja todo el día y ocupa varias horas en traslado, en el escaso tiempo que le queda entre dormir y comer, lo que ve o escucha lo da por cierto y lo incorpora a su mente desde donde decide lo que otros decidieron previamente. El patrón chocho, no usó el látigo. El esclavo contento y endeudado de por vida.

Amén de los programas de chismes dirigidos al ámbito doméstico a consumir con mates y, ahora, escasas facturas, las novelas turcas que causan tanto furor como las otrora colombianas y brasileñas, hay varios que irrumpen con formatos novedosos dirigidos a arrimar unos pesitos al escuálido bolsillo en épocas de hambruna no reconocida. Tal el caso de “Otra noche familiar” conducido por Guido Kaczka, donde las familias concurren dispuestas a responder preguntas con el fin de llevarse un carrito de supermercado repleto de mercadería, unas vacaciones en Punta del Este, Uruguay y comida para el perro para un año. Reparemos en la comida para la familia y el perro. Pero sin duda, “Quién quiere ser millonario”, conducido por Santiago del Moro, ha concentrado últimamente la atención del país. Difundido de lunes a viernes en horario nocturno central, convoca a participantes con historias de vida y necesidades muy particulares, dispuestos a responder preguntas de cultura general con cuatro opciones, bastante relacionadas con la trayectoria de los mismos. Comienza con $ 2.000 hasta llegar a 2 millones, aunque la mayoría apenas llega a quedarse con $ 500 mil.

El programa saltó a la fama cuando una joven científica del Conicet participó para ganar dinero para el proyecto de investigación que realizaba su equipo, cuyo desarrollo estaba amenazado por falta de presupuesto del gobierno. Dada la trascendencia, una vez ganada la suma de medio millón, fue recibida por el presidente de la Nación, quien expresó públicamente la valentía y decisión de la joven investigadora, cuando el recorte fue su propia decisión. Fiel a su rol de espectador como ha venido haciendo siempre, sentado en la tribuna oficial de Boca Juniors.

A ella le han seguido personas interesadas en pagar una operación, comprar una prótesis o, en la gran mayoría para pagar deudas acumuladas o arreglar la vivienda.

El formato es ameno y, las personas al sincerarse, derraman lágrimas emocionando a los presentes, estallando en aplausos en reconocimiento al heroísmo personal. Ahí interviene el celebrado conductor exponiendo que el programa “le ha cambiado la vida a la gente”.

Tribuna aparte merece la nonagenaria dama de los almuerzos, la señora Mirtha Legrand, quien desde su trono inexpugnable convoca los fines de semana a políticos, gente del espectáculo, futbolistas o familiares de alguna persona que sufre un episodio relevante en el momento. Su estilo es arrojar preguntas como baldes de agua fría y sorprender a sus invitados, dada su declarada vanidad y narcisismo. Reconocida macrista, se le han perdonado deudas impositivas; mercedes de su majestad, el dueño de la estancia La Argentina. Detesta el kirchnerismo, declarando que no quisiera volver al pasado. Se dirige a un público coqueto y recoleto que la viene siguiendo desde hace medio siglo y tiene nostalgias de sus films de teléfono blanco.

En el extremo está PH (Podemos hablar) y sacándole rating a la anciana diva, conducido por Andy Kusnetzoff los sábados a las 22 hs. Allí los invitados se muestran relajados y el clima ameno los obliga a sincerar sus vidas. Una excelente propuesta en atmósferas raras. Para evitar la competencia, la señora Legrand sale a partir de las 20 hs.

Showmatch y los diversos engendros de Marcelo Tinelli, han decaído a lo largo del tiempo, tanto como sus deseos de participar en política, sabiéndose un imbatible gladiador del pan y circo.

Luego de un año de ausencia, la inefable Su, Susana Giménez, hizo su entrada triunfal. Devota amiga del presidente, beneficiada con condonaciones impositivas, eligió un formato de presentación de fórmula presidencial: G-G (Giménez Giménez) en clara alusión a F-F, broma mordaz para ridiculizar lo que ella supone un pasado irretornable. Curioso lo de Su, famosa por expresar espontáneamente su ignorancia: un dinosaurio, ¿vivo? Ahora millonaria, residente en Miami, saltó a la fama con la propaganda de un jabón. Convocada luego para filmar La Mary junto al campeón mundial Carlos Monzón, tuvo un furioso romance con el boxeador quien la usaba de sparring. De aquella Susana, que las sucesivas cirugías faciales mudaron su rostro tanto como su pelo castaño al platino, nada parece quedar salvo los films, los video tapes junto a Porcel y Olmedo o sus visitas a ex presidentes. También hace oídos sordos sobre el Mercedes que tuvo que esconder porque era para discapacitados o, el cenicero que le arrojó a su marido, el polista Uberto Roviralta y le rompió la nariz, tampoco recuerda sus andanzas con el Corcho Rodríguez, para recluirse con sus perros.

Modelo para armar, se da el lujo de expresar su gorilismo, cuando sabemos, comía salteado en el cuarto de pensión. Pero la fama infunde amnesia y, como “el público se renueva”, siempre cae algún desprevenido bajo su encanto.

El celebérrimo Jorge Lanata, con su PPT de los domingos a las 22 horas y su remanido ejercicio histriónico del periodismo político, dicho en criollo, canchero, expresa en sorna su editorial donde su elocuente soberbia luce su afilada y ponzoñosa lengua. No olvidemos que inició varias causas contra los K que resultaron falsas y fue condenado. Pero bueno, sigamos, esta temporada tiene una teatralización con imitadores de Macri, Cristina, Rodríguez Larreta, Christine Lagarde, Hugo Moyano, Máximo Kirchner, Hebe Bonafini y, Alberto Fernández como títere de Cristina. En franca decadencia, desde luego jamás aceptada por su ego tan grande como su adiposa figura, poca gente lo ve, menos le cree.

Como también uno de los sectores que está siendo demonizado por el gobierno es el sindicalismo. Hecho promovido por autoridades y empresarios empedernidos por llevar a cabo la reforma laboral y despedir por cualquier causa o urgencia a los empleados, “casualmente”, la Productora Pol-ka de Adrián Suar ha puesto en pantalla El Tigre Verón, un experimentado líder del gremio de la carne que debe lidiar contra la patronal, la justicia, enemigos varios, poniendo todo en juego hasta su familia. Encarnado por el reconocido actor Julio Chávez y un gran elenco, se asegura que va a arrasar con la audiencia. Todos disculpan la ficción y rechazan cualquier meta mensaje político.

Se juegan el todo por el todo y van con todo un arsenal de recursos. No falta en la campaña la visita del Secretario de Estado de Trump, Mike Pompeo, al que le han garantizado el juicio en ausencia para poder “juzgar” al que moleste y esté a tiro, argumentando el terrorismo iraquí comprometido en el atentado a la AMIA hace 25 años.

Esta andanada absurda, obscena de individuos inescrupulosos y repulsivos, reclama urgente una campaña opositora más efectiva y agresiva, como sugiere Atilio Borón. Hay que salir a buscar tanto, al macrista decepcionado como al desorientado, porque en ese grupo radica ese 10% de votantes que asegura el triunfo en las PASO y la primera vuelta. Es ahí donde hay que apuntar los cañones.

Si bien las cambiantes y constantes encuestas revelan un elevado rechazo al gobierno por la generación Z y Millenials, la clase media y los Babyboomers o la clase silenciosa, nacidos hasta 1940, están cómodos con la catástrofe.

Hoy más que nunca las elecciones se ganan con la eficacia comunicacional.

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