sábado, 16 de abril de 2022

Guerra en Ucrania y sus efectos colaterales

 La máxima del imperialismo estadounidense, no es tener amigos, sino intereses, y Ucrania y la OTAN caben perfectamente en su esquema de poder y de acumulación de riquezas. 

Adalberto Santana /Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México


A pesar de que Ucrania se ubica en el otro lado del mundo, sus efectos generados por el conflicto militar en aquellas regiones eslavas nos llegan de una u otra manera al llamado Nuevo Mundo. Una serie de impactos económicos se han hecho ya presentes en gran parte del orbe. Se afirma según el Banco Mundial (BM), que la economía de Ucrania se desplomará un 45%, afectando principalmente a las economías emergentes de Europa y Asia Central. En esas naciones se contraerán en un 4.1 por ciento en 2022. Tal como lo expreso Anna Bjerde, vicepresidenta de dicha institución bancaria para esa región. 

 

Pero también los efectos secundarios de la llamada “operación militar especial” de Rusia en Ucrania, se resentirán en diversas partes del mundo. De hecho, ya se conocen los impactos que el conflicto militar tiene en los precios mundiales del petróleo y que han afectado a diversas economías, especialmente a los países dependientes de la producción petrolera rusa. Tal como son las naciones de Europa occidental y oriental, las cuales dependen de igual manera de los abastecimientos del gas siberiano. Diversos países europeos y de la periferia mundial, han resentido la elevación de los precios del crudo. En el momento actual (abril de 2022), el precio del petróleo se ubica arriba de los 100 dólares por barril.

 

Sin embargo, también hay otros rubros que han sido tremendamente afectados por la reducción de la producción de una serie de productos agrícolas que se concentran en Ucrania y Rusia (trigo y maíz entre otros). La Organización Mundial del Comercio (OMC), estima que el “precio del trigo aumente 85 por ciento debido a la cosecha perdida en Ucrania” (La Jornada, 13/04/22). Países del Medio Oriente y África Oriental (entre ellos Afganistán, Egipto y Siria dependen de las importaciones agrícolas ucranianas.  Para David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU, ha señalado que “Ucrania producía suficientes alimentos para mantener a 400 millones de personas en el mundo”. 

 

De la misma manera, el presidente del BM, David Malpass, ha señalado que ese conflicto militar, ha generado como consecuencia de ello, “una escases repentina de energía, fertilizantes y alimentos”.  Agregando que los precios de esos productos han afecto a diversos grupos sociales del orbe, pero son “devastadores para los más pobres”. A esta situación de conflicto militar en aquella región eslava, hay que sumar los tremendos efectos por la pandemia de la covid-19. Escenario que nos mostrará que en el curso de 2022 en tanto siga desarrollándose el conflicto militar en Ucrania, será todavía más impactante para todas las economías del orbe. 

 

Probablemente dentro del sistema de producción mundial hay un rubro que tiene un gran impacto en el proceso de la siembra agrícola en nuestra América, pero también en todo el planeta, tal como es la producción de fertilizantes.  Por ejemplo, en el caso mexicano se ha reconocido  que el impacto ha sido y será tremendo, tanto en la elevación del precio de los fertilizantes como en la carencia de esos insumos, que sin duda tienen  un gran peso en virtud de que el proceso de cultivo ha hecho que las tierras respondan al estímulo de los mismos fertilizantes. Seguramente vendrá una merma de la producción y por lo tanto al reducirse la oferta, una producción más restringida elevará los precios. En el campo mexicano la falta de fertilizantes ha incrementado su precio hasta un 300 por ciento. Se  reconoce por los mismos dirigentes de productores de maíz y café, como Indalecio Flores  Bahamaca que “la mayor parte de fertilizante que importa México viene de Ucrania; antes del problema (con Rusia) el bulto de 50 kilogramos costaba 450 pesos y ahora mil 560” (La Jornada, 13/04/22). Es evidente que a nivel mundial hay una elevación de los costos de los alimentos, no únicamente en los productos agrícolas, sino también en los pecuarios como los lácteos, la carne y el pollo entre otros que se producen en relación con la producción del campo.

 

En ese escenario mundial, el mismo presidente del BM ve con suma precaución un escenario donde crece la violencia. De ahí que sostenga que: “La tendencia hacia la inseguridad es profundamente preocupante”. En otras palabras, podemos deducir en otra narrativa, que a nivel mundial se van agudizar los conflictos de clase. Si se prefiere, se va agudizar la lucha de clases, pero en los países centrales esto puedo capitalizarse por las fuerzas ultraconservadoras tal como aconteció en las elecciones de la primera vuelta en Francia. Ahí la ultraderecha como aconteció con la candidatura de Marine Le Pen, llegó a aglutinar el 25 por ciento de los votos en la elección del 10 de abril (2022). Su discurso se centró en reducir el impuesto al precio de los combustibles (gas y electricidad) de 20 a 5.5 por ciento; exentar del tributo por ingresos a los menores de 30 años y duplicar los llamados subsidios a las madres solteras. Pero también esbozó un discurso anti-inmigrante, elevando un sentimiento ultranacionalista, incluso alegando abandonar la OTAN. Un discurso semejante  llevó al poder en Hungría a Viktor Orban en su reciente reelección. 

 

De igual manera el fenómeno de la violencia criminal en diversos países de América Latina y el Caribe, es una constante, con un escenario agravado por el alto precio de los alimentos agrícolas y pecuarios, así como la reducción de la demanda de los mismos, la violencia se profundizará como un recurso recurrente para aquellos segmentos pauperizados y marginados. 

 

Incluso, en la economía estadounidense la inflación ha llegado hasta el mes de marzo de 2022 a un máximo de 8.5 por ciento (según la Oficina de Estadísticas Laborales). Inflación que no alcanzaba esos niveles desde diciembre de 1981. De ahí que se entienda que las políticas de Washington atizan el conflicto enviando armas y más recursos para las mismas. Su complejo industrial militar requiere estimular los mercados y hoy un escenario demandante es Ucrania al cual hay que abastecer de equipo militar para así reactivar la economía imperial.

 

La destrucción de la infraestructura de Ucrania, también será un gran negocio para las políticas del pentagonismo como lo caracterizaba el expresidente dominicano Juan Bosch.  La guerra en Ucrania puede durar varios años, y cuando EU se avoque a la economía de la reconstrucción de esa nación eslava, también será para el capital financiero un gran negocio. Recordemos que la máxima del imperialismo estadounidense, no es tener amigos, sino intereses, y Ucrania y la OTAN caben perfectamente en su esquema de poder y de acumulación de riquezas. 

1 comentario:

Unknown dijo...

Excelente articulo del doctor Santana. Hay que preocuparse por el mundo pero desde luego en México el impacto ya es devastador y pregunta: ¿Quien nos hizo tan dependientes de los fertilizantes extranjeros ? Les preguntamos a los que gobernaron el país los últimos 38 años.