En esta oportunidad solamente quiero despedirme y evocar el comienzo de mi trayectoria de diez y ocho años en el movimiento lópezobradorista. Comenzó en noviembre de 2003 en Arequipa, Perú, cuando en una cena en algún restaurante de dicha ciudad, Raquel Sosa, a la sazón integrante del gabinete del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, me contó del cambio que se estaba percibiendo en la imagen y aceptación de Andrés Manuel López Obrador. Su labor encomiable estaba haciendo crecer su liderazgo a los niveles carismáticos que posteriormente llegó a alcanzar. El proyecto era que contendiera por la presidencia de México en julio de 2006.
Decidí que no quería ver desde una ventana la gesta histórica de abatir al neoliberalismo bicéfalo del PRI y del PAN, aprovechando que en marzo de 2003 había obtenido mi naturalización como mexicano. Habiendo vivido mi niñez en la colonia Narvarte, habiendo estudiado en la UNAM y obtenido allí mis tres títulos universitarios, finalmente habiendo vivido en Puebla desde mi exilio en 1980, además de guatemalteco me sentía profundamente mexicano. Habiendo obtenido mi ciudadanía mexicana en marzo de 2003, en enero de 2004 comencé mi participación en las redes ciudadanas por López Obrador.
Todos estos años han sido magníficos e inolvidables. La lucha contra el desafuero en 2005, contra el fraude de 2006, la participación en las estructuras de defensa del voto en 2006 y 2012, la organización de las Casas del Movimiento y de la Convención Nacional Democrática a partir de 2006, luego ser adherente del Gobierno Legítimo, la lucha contra el primer intento de privatización del petróleo en 2008, la resistencia al fraude de 2012, la participación como integrante en el Comité Ejecutivo Estatal de Puebla como Secretario de Derechos Humanos y Sociales durante 2012-2015, las campañas electorales por la gubernatura de Puebla en 2018 y 2019. Y en contexto de todo lo anterior, tuve el enorme privilegio de ser electo Secretario Nacional de Defensa de los Derechos Humanos e integrante del Comité Ejecutivo Nacional entre 2015 y 2022.
Todos estos acontecimientos me hacen sentir y pensar que he sido verdaderamente afortunado y tener una enorme gratitud con mis compañeros y compañeras del movimiento lopezobradorista y de Morena, pese a las fuertes diferencias que he mantenido con algunos de ellos. Finalmente con ellos y ellas tuve el privilegio de vivir momentos históricos para México. Tengo entre mis grandes orgullos haber luchado contra la feroz dictadura militar en Guatemala en las filas del clandestino Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y haber tenido el honor de luchar con Obrador. Mi participación en el lopezobradorismo y Morena me llevó a ocupar encargos que nunca imaginé ocupar, cuando habiendo vivido el dolor del asesinato de mis padres en Guatemala y habiendo sobrevivido yo mismo a los escuadrones de la muerte, llegué exiliado en 1980. Gran fortuna no haber sido asesinado en mi patria de origen, gran fortuna haber sido bien recibido en mi amada patria mexicana y haber tenido oportunidad de servirla desde los ideales de justicia e igualdad. Con la satisfacción del deber cumplido, comienzo otro ciclo en mi vida.
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