sábado, 20 de enero de 2024

Mundo en tránsito

 En el conjunto del proceso en que andamos, destaca el hecho de que, si la teología fue el eje articulador de la cultura medieval, y la economía el de la cultura del capital, la ecología está destinada a ser el de la cultura que emerge en esta transición – para bien, o para mal.

Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América

Desde Alto Boquete, Panamá


El mundo está en tránsito violento, de un estado social a otro. En este cambio, los elementos de los pueblos se desquician y confunden; las ideas se obscurecen; se mezclan la justicia y la venganza; se exageran la acción y la reacción; hasta que luego, por la soberana potencia de la razón,  que a todas las demás domina, y brota, como la aurora de la noche,  de todas las tempestades de las almas, acrisólanse los confundidos elementos, disípanse las nubes del combate,  y van asentándose en sus cauces las fuerzas originales del estado nuevo”

José Martí, 1883[1]

 

2023 fue un año terrible en muchos sentidos. Vimos progresar ante nuestros ojos, en forma como en sentido, la desintegración de la organización internacional del mercado mundial surgida de la II Guerra Mundial, que ya genera problemas que no es capaz siquiera de eludir. Tal, la incapacidad para encarar los desafíos del cambio climático. Tales, también, el conflicto entre Rusia y la OTAN que se libra en Ucrania; la indiferencia cómplice de los poderes Noratlánticos ante el genocidio del pueblo palestino, mientras en nuestra América, a la vigilancia advertida por Estados Unidos sobre Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, y el cerco implacable a Cuba, se agregan los rumbos al caos en Ecuador, Perú y Argentina.

 

Al final, todo indica que tenía razón Immanuel Wallerstein al advertir a fines del siglo XX que el derrumbe de la URSS era el primer aviso del caos en el moderno sistema mundial, y el inicio de otro proceso de transición histórica de resultados (aún) impredecibles.[2] De ese caos, por ejemplo, resultan también opciones de cambio como las que apuntan a la formación de un sistema mundial de corte multipolar, alentadas ante todo desde el Sur global a través de iniciativas promovidas desde países como Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica – BRICS, es llamado el grupo -, a las que de un modo u otro se suman México, Irán y diversos Estados países árabes, asiaticos y africanos.

 

Identificar esas opciones, y escoger aquellas por las que valga el riesgo luchar, implica asumir una racionalidad que aún parece nueva, aunque la situación misma no lo sea. Entre las dificultades que esto plantea se encuentra el hecho de que la transición en curso incluye la de las formas del pensar que fueron dominantes en el sistema mundial entre mediados y fines del siglo pasado. 

 

Ante esa transición, la primera reacción en los medios intelectuales ha sido la de intentar actualizar esa formas del pensar, elaboradas sobre todo a partir del liberalismo desarrollista triunfante de la década de 1950, reelaborado en las más diversas vertientes ideológicas y regionales. A esa reacción se han sumado, además, otras que cuestionan las formas estatales de ese desarrollismo en descomposición, sea en la perspectiva del populismo neoliberal, sea en la de sectores vinculados a movimientos étnicos y de trabajadores del campo y la ciudad que reclaman una distribución del poder y la riqueza que otorgue prioridad a la atención a sus necesidades.

 

Aquí no solo se trata de que las ideologías tiendan a naturalizar los fenómenos históricos, para presentar los conflictos generados por el control de la fuerza de trabajo y los recursos del Sur global en una lucha sin fin entre la civilización y la barbarie o -para ponerlo en simple- entre el jardín y la jungla del señor Borrell. Más allá de eso, ocurre en la cultura aquello que Martí llamara un proceso de reenquiciamiento y remolde, que da lugar a cambios finalmente irreversibles en las formas de organización de la vida en sociedad y, con ello, en la del pensar, y la del hacer social y político. 

 

Ese proceso aún está pendiente de una discusión que lo lleve a trascender sus formas de origen, y a encarar sus opciones de futuro. Mucho de lo que aún subsiste en él ha venido adquiriendo un carácter mítico que, parafraseando a Marx “somete, domina, moldea” las fuerzas que operan en la historia “en la imaginación y mediante la imaginación”, hasta que desaparece “con el dominio real” sobre esas fuerzas.[3] El análisis de este tipo de procesos de transición cultural – y recordemos que la política es la forma más clara y extrema de la expresión de toda cultura – cuenta con valiosos antecedentes a nuestra disposición.

 

La crisis mundial de 1973 generó una primera oleada de este tipo de estudios, que en nuestra América se expresó con especial riqueza en el campo de la historia del pensar marxista. Aquí destacó el interés en el aporte de José Carlos Mariátegui, en particular en cuanto al planteamiento de un enfoque de nuestro desarrollo histórico centrado en la noción de formación económico-social antes que en la de modos de producción sucesivos. En ese marco, se produjo además una convergencia con otras corrientes histórico-culturales, como las que llevaban a una recuperación del pensar de Antonio Gramsci en el plano político-cultural, al tiempo en que la crítica de las superestructuras del liberalismo oligárquico se veía enriquecida por la formación de una teología de la liberación.

 

De Wallerstein acá, la bancarrota ideológica del neoliberalismo y del marxismo soviético abrieron paso – sobre todo en el mundo Noratlántico, aquel que se denomina a si mismo “el Occidente”- a estudios y debates del mayor interés en lo que vino a ser llamado una “crisis civilizatoria”. En este campo han tenido especial importancia tanto en el campo de los estudios referidos a transiciones previas, como al de las perspectivas de la que está en curso. [4]

 

En el conjunto del proceso en que andamos, destaca el hecho de que, si la teología fue el eje articulador de la cultura medieval, y la economía el de la cultura del capital, la ecología está destinada a ser el de la cultura que emerge en esta transición – para bien, o para mal. Ese eje ha dado lugar ya a múltiples aportes que traen a cuenta políticamente los problemas y las opciones que van dando forma a la crisis, en lo que va de La Ecología de Marx. Marxismo y naturaleza (2000), de John Bellamy Powell, a la encíclica Laudato Si’ (2015), del papa Francisco. 

 

Tal es la clase de textos que signan de un modo u otro el debate sobre la transición que andamos, en muchos sentidos distinta a cualquiera de las precedentes, pues lo que se decide en esta no es ni la salvación del alma ni la de la acumulación de capital, sino la sustentabilidad del desarrollo de la especie humana. Tal es la perspectiva que demanda ampliar la búsqueda de medios para abrir a discusión a la transición misma, y a sus expresiones. 

 

Esto significa, aquí, ahora, que en el curso de ese debate tendrá una importancia decisiva la participación del Sur global, en su experiencia histórica como en los problemas que le impone su condición periférica en las estructuras de poder de un sistema mundial que cada vez se parece menos al imaginado en 1944 y 1945 por los creadores del Fondo Monetario Internacional y de las Organización de las Naciones Unidas. Sin nosotros, estará siempre incompleta “la soberana potencia de la razón, que a todas las demás domina” que Martí invocara al iniciarse la transición entre la organización colonial de origen y la internacional / interestatal del sistema mundial que ha venido organizando el mercado mundial desde su origen a nuestros días. 

 

Esa potencia será indispensable para comprender y encarar el hecho de que si deseamos un ambiente distinto tendremos que crear sociedades diferentes y resolver el problema fundamental que nos presenta esta crisis. Y tal es, en efecto, el problema central que le plantea a la Humanidad entera la transición en que estamos inmersos ya.

 

Alto Boquete, Panamá, 3 de enero de 2024



[1]  “Cuentos de Hoy y de Mañana, por Rafael Castro Palomares”. La América, Nueva York, octubre de 1883. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. V, 109.

[2] Después del Liberalismo. Siglo XXI editores. México, 1996.https://www.academia.edu/36468811/Despues_del_liberalismo_Immanuel_Wallerstein

[3] Al discutir la vigencia del arte clásico griego, Marx señala que “Toda mitología somete, domina, moldea las fuerzas de la naturaleza en la imaginación y mediante la imaginación: desparece por lo tanto con el dominio real sobre ellas.” Introducción general a la Crítica de la Economía Política (1857). Introducción de Umberto Curi. Siglo XXI Editores. Biblioteca del Pensamiento Socialista. México. 2019: 61.

 

[4] En el primer caso, por ejemplo, El Legado de Roma. Una historia de Europa de 400 a 1000, (2009) del medievalista inglés Christopher Wickham. Pasado y Presente, Barcelona, 2016. En el segundo, Algo Nuevo Bajo el Sol. Historia medioambiental del mundo en el siglo XXI, (2000) del historiador norteamericano John R. McNeill. Alianza Editorial, Madrid, 2003.

 

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