sábado, 5 de abril de 2025

Argentina: Malvinas, la soberanía en tiempos cipayos libertarios

Malvinas conforma nuestra Patria; nos une y nos reúne en cada conmemoración y nos obliga a repensar el pasado, a reflexionar sobre nuestra historia, nuestro presente y nuestro futuro; lejos de aquellos espejismos hegemónicos de potencia regional.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Este 2 de abril se cumplieron 43 años de la gesta de Malvinas y 192 de la usurpación de las islas por parte del Reino Unido, recordándonos nuevamente volver a la memoria; memoria que tiene por objeto rendir homenaje a nuestros queridos soldados muertos en combate, al medio millar de suicidados por la indiferencia oficial demostrada por los gobiernos civiles que precedieron a la rendición y la humillante entrega del archipiélago y las islas del Atlántico Sur que han hecho los gobiernos cipayos, para quienes la soberanía no tiene ningún valor, mucho más en tiempos de confusión libertaria, cuyo mandatario se arrastra ante el presidente republicano, Donald Trump y sus apetencias imperiales decadentes.

 

El 2 de abril, Día del Veterano y los Caídos en la guerra de Malvinas, nos obliga a pensar el pasado, a no equivocarnos mirándolo desde el presente e intentar reunir la mayor cantidad de elementos de juicio para al menos, tener una visión aproximada de los hechos pasados y presentes en nuestra joven nación y una democracia recuperada hace más de cuatro décadas, la que soporta una conducción gubernamental cuyo mensaje retrotrae los beneficios diplomáticos obtenidos previamente, a la vez que rescata la opinión de los pobladores implantados por el invasor, en una pésima interpretación de los derechos humanos y la libre determinación de los pueblos. Un gobierno en donde el presidente y su vice, disputan y conmemoran en forma separada el conflicto y prohíbe, en el caso del presidente, la presencia en el acto oficial de los propios combatientes en el acto llevado a cabo en el cenotafio de la Plaza San Martín de la Ciudad de Buenos Aires. El mismo día miércoles 2 de abril y no es un dato menor, el presidente Javier Milei, viaja a Estados Unidos junto con su ministro Luis Caputo y su hermana Karina a recibir un premio y entrevistarse con funcionarios de gobierno de un país que tuvo una participación especial en el conflicto de 1982, poniendo de manifiesto su tuerta visión del pasado. Razón de más para volver a la historia que comienza con la llegada de los españoles al nuevo mundo y las rutas marítimas del Atlántico Sur, en una disputa imperial de las potencias europeas por los pasos interoceánicos a partir de la circunnavegación de la tierra realizada por Fernando de Magallanes y terminada por Sebastián Elcano entre 1519 y 1522. Luego se suceden varias ocupaciones, siendo Malvinas un punto intermedio obligado entre los dos océanos.

 

El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda RUGBI atacó, invadió y ocupó ilegalmente las Islas Malvinas el 3 de enero de 1833, expulsando a 150 habitantes y su gobernador Luis Vernet. Una agresión luego del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado en 1825, sin que los británicos efectuaran ninguna salvaguarda sobre las islas. Estados Unidos, había atacado el Puerto Soledad el 27 de diciembre de 1831 con la USS Lexington. Días más tarde, el embajador argentino en el Reino Unido, Manuel Moreno, protestó y reseñó los derechos argentinos sobre las Islas. 

 

Desde entonces durante el siglo XIX y el XX, gobiernos conservadores, radicales, peronistas, dictaduras y democracias han protestado sistemáticamente, hasta que se produjo uno de los dos mayores hitos de la diplomacia argentina en este tema. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 2065/65. Dicha norma, adoptada durante la presidencia de Arturo Humberto Illia (1963-1966) y de su canciller, Miguel Ángel Zabala Ortiz, reconoció la existencia de una situación colonial e invitó a las partes a iniciar negociaciones sustentadas en el principio de integridad territorial y no de autodeterminación, respetando los intereses de los isleños. El segundo hito se produjo en 2016, cuando la Comisión de Límites de la Plataforma Continental CLPC de las Naciones Unidas aprobó por consenso las recomendaciones argentinas presentadas en 2009, respecto del límite exterior de la plataforma continental. Dicha Comisión no se pronunció sobre los límites en las Islas Malvinas, Georgias de Sur y Sándwich del Sur hasta tanto la Argentina y el Reino Unido resolvieran el conflicto limítrofe; reconociendo con ello la existencia del conflicto de soberanía. Este trabajo se había iniciado con la aprobación de la Ley 24.815 en 1997, que puso en marcha la Comisión Nacional del Límite Exterior de la Plataforma Continental COPLA, y se extendió durante varias gestiones gubernamentales[1]. Esta Comisión determinó que Argentina es un país marítimo, dado que el 63% de su territorio ocupa el océano Atlántico Sur.[2]

 

Situación que ignora la gestión actual que elaboró un discurso plagado de ilusiones de crecimiento, sin fundamentos concretos en total disidencia con los logros diplomáticos citados. Una situación que vuelve a instalarlo de cuerpo entero en plena dictadura y la gestión económica de Martínez de Hoz.

 

Quienes la vivimos, tenemos nuestra visión personal de aquellos días agónicos de la dictadura y las manifestaciones en contra de la represión y los salarios de hambre que veníamos padeciendo. El 30 hubo manifestaciones en todos lados pidiendo “Pan, Paz y Trabajo”; en Mendoza, esa mañana balearon al Secretario General del gremio minero AOMA, José Benedito Ortiz en Mitre y Pedro Molina por fuerzas de seguridad al intentar entregar un petitorio a las autoridades de facto, en ese momento ejercido por el demócrata Bonifacio Cejuela como Interventor Federal. Un descontento popular que se deshizo dos días después... 

 

En abril de 1982, trabajaba en la Jefatura de Zona Cuyo del departamento Contaduría del Ferrocarril San Martín a cargo de la Oficina de Presupuesto y hacía dos años que había egresado de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Mi jefe, el Sr. Luna, era un hombre de la vieja escuela inglesa ferroviaria, antiperonista sanguíneo. Sin embargo, cuando aquella mañana del dos de abril nos despertamos con la novedad de la invasión a las islas por parte de las FFAA, todos asombrados dudamos de aquella acción desesperadas de la dictadura agónica gobernada por el alcohólico General Fortunato Galtieri. Nuestro jefe, como un hincha de fútbol apasionado, las mañanas siguientes venía a nuestra oficina a relatarnos las bajas de los aviones Harriet por parte de nuestra aviación. Su entusiasmo lo había rejuvenecido, tanto como la joven empleada pulposa que había sido trasladada desde Buenos Aires y se presentaba con sus bondades naturales en su escritorio. Ahí comencé a experimentar en carne propia el chauvinismo de la época, que ya había sido expuesto en las calles luego del Mundial ‘78; esa vergonzosa confusión generada por los medios hegemónicos, cuando propagaban la noticia que el Principito no vendría desde la isla Asención y el Canciller Nicanor Costa Méndez, no advertía que la guerra declarada era contra la OTAN. Los militares prohibieron la difusión en las radios de música en inglés, como antes lo habían hecho con el rock nacional. Una de las tantas ridiculeces a que fuimos sometidos por la prensa adicta.

 

El 14 de junio, día de la rendición de las tropas nacionales, fue la contracara de lo ocurrido en abril, como también la horrorosa comprobación de la estafa al pueblo donante de la colecta nacional que jamás llegó a los sufridos jóvenes combatientes, posteriormente castigados por los mismos militares y el gobierno de Raúl Alfonsín en un proceso horroroso de desmalvinización que arrastró al suicidio a los despreciados jóvenes ex combatientes. En agosto de ese año partí a Río de Janeiro al curso de posgrado de Política Fiscal impartido en la Fundación Getulio Vargas con decenas de compañeros latinoamericanos quienes me increparon el porqué de esa guerra absurda contra el imperio y sus aliados. Allí pude comprobar que éramos el país más “desinformadamente informado”. Una contradicción constante, un perfecto oxímoron.

 

El año pasado conocí al compañero Roberto Bocanegra, ex dirigente del sindicato La Fraternidad, primer sindicato ferroviario argentino que reunía a los conductores y foguistas de locomotoras. Bocanegra estuvo en Malvinas con 18 años y escribió el libro: Malvinas. Veinticinco años después... un revelador testimonio de la experiencia que fue amasando a través de treinta años de sufrimiento reprimido que pudo exponer a través 34 capítulos, donde al final transcribe 32 cartas de familiares recibidas en las islas. Hombre sensible, periodista, locutor y defensor de la soberanía. “Casi me desmayo cuando mis ojos vieron en el listado aquel fatídico número de sorteo: el 986 me aseguraba una ‘cómoda’ plaza en algún Batallón y tener que irme de la confortable casa de mis viejos por un largo tiempo.” (pág. 15) 

Mi querido tocayo, me obsequió esta maravillosa y sentida obra el 12 de septiembre de 2024 y comparto con él estas columnas semanales, coincidiendo en nuestra anciana militancia de no bajar los brazos en estos renovados tiempos horrorosos, cipayos y procoloniales. De su libro rescato el último párrafo; “Querido camarada, amigo y hermano..., yo te prometo que... ¡¡¡siempre te voy a tener presente!!! y hasta el último aliento he de llevarte en el corazón, en el alma y en la mente y jamás, jamás me permitiré la licencia de olvidarte un dos de abril por vos, por los tuyos, por la Patria, por la gesta, por mí...”[3] (pág. 282)

 

Paralelamente, mi amigo y vecino, Guillermo Carmona, ex Secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur en la Cancillería Argentina, con quien compartimos reuniones en defensa del Ferrocarril con Bocanegra y otros entrañables compañeros, aseguró: “ayer ha sido un día negro para la política exterior argentina. El presidente ha habilitado lo que los británicos hace décadas intentan conseguir, que es que la Argentina abandone su posición histórica diplomática y de política exterior que ha mantenido desde 1833, que nunca claudicó en su principio de soberanía en las Islas Malvinas. Esto de que ‘el voto que vale es el que se hace con los pies’ es un servicio que Milei presta a la corona británica, y que tira por tierra los 192 años de diplomacia que ha mantenido la Argentina. Además, viola la Constitución nacional, que cuenta con una cláusula desde el ‘94 que dice que Argentina no reconoce la autodeterminación de Malvinas.”[4]

 

El renombrado escritor Eduardo Sacheri publica en estos días su nueva novela, Demasiado lejos, allí expone en primer plano la cotidianeidad de un grupo de personas que viven en Buenos Aires el conflicto atravesado por la desinformación y un triunfalismo loco. El mozo de la Casa Rosada, una joven que le escribe cartas a su novio en el frente, un grupo de amigos en un bar, una familia que teme por la vida de su hijo y una secretaria que trabaja en la Cancillería trenzan las pequeñas historias a flor de piel. “Hay una cosa elusiva en la poca narrativa de ficción que hay sobre Malvinas, como si fuera un tema muy difícil de entrarle, y me llama la atención ese silencio tan fuerte. Me da la sensación de que es un tema extremadamente incómodo, además de complejo, porque que sea complejo no necesariamente lo volvería tan poco frecuentado”, menciona el escritor y guionista en un reportaje. Sacheri dedica esta novela “a quienes intentan no dejarse encandilar”.

 

Siendo muy joven el escritor cuando se produce el conflicto, advierte precozmente la contradicción que muchos sentimos. Porque si bien todos sabemos desde siempre que las Malvinas son argentinas y es unánime la adhesión a la causa, no es el mismo sentimiento en la dilatada geografía del país. Una cosa es Buenos Aires, la capital del país, otra en el norte, el oeste o, mucho más diferente en la Patagonia austral donde se vivió la tragedia. “Hubo una peligrosa ingenuidad de la sociedad”[5], elucubra Sacheri, esa misma ingenuidad que luego de la derrota se transformó en fracaso, incluyendo decepción y recurrir al olvido, eludiendo a las principales víctimas, los ex combatientes.

 

Entre el discurso presidencial de la vice dado en Usuahia, cerrado por tres ¡Viva la Patria! coreado por los excombatientes, civiles y militares presentes y el ¡Viva la libertad, Carajo! que ninguno respondió, anticipa irse al carajo su gestión, si es que sus amigos del norte afectados con la cripto estafa, no le salen al cruce antes que la justicia local asediada de pruebas lo condene.

 

Al cierre y como broche de oro de otra semana bochornosa, el presidente acompañado de su hermana y el Canciller, estuvieron en Mar-a-Lago, en la residencia de Donald Trump en Palm Beach, en la Make America Clean Again MACA para recibir el premio Lion Liberty Again, tras el cual agradeció en español asegurando que adecuaría las políticas nacionales a los nuevos aranceles fijados por Donald Trump. Mientras esto sucedía, el Senado de la Nación rechazó por amplia mayoría los candidatos oficiales a la Suprema Corte de Justicia. Senadores opositores y aliados, de Unión por la Patria, la Unión Cívica Radical y el PRO de Macri, le bajaron el dedo a Ariel Lijo y Manuel García Mansilla. Una sesión histórica que recuperó la institucionalidad, que dio un demoledor golpe para el gobierno deseoso de contar con jueces a su favor en el Tribunal Supremo. Un hecho más que pone de manifiesto la noche que se cierne sobre el cada vez más complicado escenario anarco libertario.

 

Tal vez lo más importante, es que el Congreso comienza a escuchar lo que le grita el sufrido pueblo todos los días en las calles: ¡La Patria no se vende! La Patria no se vende porque, como la vida, el amor y la salud, No tiene precio, dentro de un mundo que quiere arrastrar toda relación humana a mercancía, al imperio del mercado.

 

La Patria es plural, como nos ilustra la filósofa Esther Díaz. “los valores patrios habilitan una pertenencia singular frente al resto del mundo”. Es un sentimiento al que los romanos asignaban el valor afectivo a la tierra de los padres, desde donde viene su nombre; aunque la asignemos a nación o Estado que son conceptos más recientes, posteriores al siglo XVIII. Todos sabemos que la peor pena de la antigüedad era el ostracismo; la condena del exilio, algo así como caminar entre la tierra de los vivos y los muertos, alejados del amparo de los dioses lares. 

 

Vivir en suelo de la Patria, aunque la existencia sea difícil y adversa, nos hace sentir bien, en casa, donde realmente somos lo que somos. Ningún progreso o deterioro material compensa quienes somos ni modifica nuestra identidad y pertenencia al país en que vivimos, aunque debamos levantarlo miles de veces de las ruinas.

 

Malvinas conforma nuestra Patria; nos une y nos reúne en cada conmemoración y nos obliga a repensar el pasado, a reflexionar sobre nuestra historia, nuestro presente y nuestro futuro; lejos de aquellos espejismos hegemónicos de potencia regional. Debemos sí, volver a ser el faro cultural que fuimos, dentro de la Patria Grande Latinoamericana que conformamos desde siempre.



[1] Sergio Eissa, Más que dictadura y bronce. La importancia de profundizar el estudio sobre la Cuestión Malvinas, El cohete a la luna, 30 de marzo de 2025.

[2] Luciano Orellano, ATLAS visual por la Soberanía. La Patria no se vende, se defiende. Editorial Ágora, Buenos Aires, 2024, pág. 10

[3] Robero Bocanegra, Malvinas. Veinticinco años después..., Mendoza, 2007.

[4] Radio de abril de 2025.

[5] Silvina Friera, Eduardo Sacheri: “La realidad se cambia desde la racionalidad”, Página 12, 31 de marzo de 2025.

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