viernes, 10 de enero de 2025

Venezuela: nuevo mandato de Nicolás Maduro

 Esta semana los medios de comunicación, puestos “por casualidad” en sintonía, han hecho de la toma de posesión del nuevo mandato en Venezuela de Nicolás Maduro su noticia estrella.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica 

La gira del ex candidato de la oposición por Argentina, Uruguay y Estados Unidos es noticia de primera plana, y se machaca sobre “la crisis” política venezolana regurgitando fechas, nombres e ideas dichas hasta la saciedad desde las elecciones del 28 de julio pasado.
 
En el país, las cosas marchan hacia mejor, con un ritmo de crecimiento económico récord, el mayor de América Latina en el 2024, y sin mayores sobresaltos en sus calles atiborradas de compradores por las fiestas recién pasadas. 
 
 Eso no significa que el país no siga teniendo grandísimos problemas. Venezuela es un país asediado, con cientos de sanciones impuestas por Estados Unidos y respaldadas en corro por la Unión Europea.
 
 Tiene dificultades extremas para vender su petróleo, y en una economía con más de 100 años de depender casi exclusivamente de él eso es determinante para su funcionamiento. Ahora, por presiones de compañías petroleras norteamericanas, el cerco se aflojó un poco, no mucho, y eso se echa de ver en las calles, en el estado de ánimo de la gente que aprovecha las fiestas para ir a las playas y pasear por las avenidas adornadas con artilugios navideños desde octubre.
 
El objetivo central de las sanciones es derrotar al pueblo, llevarlo a la desesperación para que sea él quien se subleve y derroque al gobierno. Saben muy bien que toda esa bulla que se arma afuera lo único que hace es justificarlas. Estas medidas, que forman parte de ese nuevo tipo de guerra que se libra hoy en día, la guerra de cuarta generación -que se caracteriza por utilizar elementos políticos, económicos, sociales y militares para atacar a los enemigos- hacen mella. No en vano ha salido tanta gente del país, apremiada por las estrecheces que producen. 
 
Es hipócrita, maquiavélico, exigirle al gobierno que en estas condiciones haya elecciones. No digamos elecciones limpias, sino simplemente elecciones. De la llamada comunidad internacional, que en la práctica son los Estados Unidos y sus adláteres europeos, se puede esperar cualquier cosa. Ahí están devastando sistemáticamente Gaza y (usando la terminología trumpiana) otros agujeros oscuros del mundo mientras se dan golpes en el pecho por los derechos humanos. 
 
Si tan errado es el modelo o sistema que han escogido los venezolanos, que los dejen fracasar solos. ¿Por qué tienen que patearlos, ahorcarlos y escupirlos para obligarlos a tomar decisiones que, a ojos vista, no quieren tomar? ¿Por qué hay que castigarlos por desear una mejor distribución de la riqueza, una democracia participativa distinta a la imperfecta que prevalece en los Estados Unidos?
 
Los aporrean y quieren que todo transcurra como si no pasara nada. Al igual que con Cuba, levántenles todas las trabas, el cerco que le han impuesto, y después veamos qué pasa. La historia sería otra y, aún así, ellos y solo ellos deben decidir su destino.
 
 Ahora, con un Trump 2.0 y su corte de millonarios y cubano-americanos fascistoides todo será más peliagudo. Es lógico que quieran a María Corina Machado y a su títere tembleque en el poder en Venezuela, así como quisieran a la fascista AfD en Alemania y a Vox en España. Ahí sí se harían arrumacos como los que se hacen Trump y Musk -el binomio que en la práctica asumirá la presidencia en Estados Unidos el 20 de enero- con la presidenta italiana Giorgia Melloni.
 
 El proceso venezolano ha sido rico en búsquedas y propuestas a lo largo de los 25 años que tiene. En el seno del chavismo hay múltiples tendencias que divergen respecto a la radicalidad u orientación que deben llevar. Es un movimiento vivo, muy dinámico, que ha podido sortear las dificultades que se le imponen por atreverse a intentar una forma propia de regir su destino en un continente en el que, sin ningún rubor, los funcionarios estadounidenses lo llaman su patio trasero. 
 
En esta nueva etapa, habiendo quemado el barco del golpe de Estado, el del embargo petrolero, el de las guarimbas, el de Leopoldo López y su rubia esposa y el de Guaidó, le toca a la Machado y al señor de apellido González jugar el papel de mascarón de proa de la oposición. Les auguramos el mismo destino que sus antecesores

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