sábado, 20 de septiembre de 2025

La universidad como espacio en disputa para la formación del sujeto colectivo transformador

 La Universidad no es solo un centro de formación profesional, sino un espacio en disputa donde convergen diversas ideologías y grupos de interés. La lucha por la hegemonía en este espacio determina el enfoque de la educación, lo que a su vez impacta en la formación del sujeto colectivo.

Abdiel Rodríguez Reyes / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá

Todos hemos sido testigos de los ataques contra la Universidad de Panamá en particular en los últimos años, pero es importante señalar que no son nuevos, esta realidad amerita estudiarlos en un arco de tiempo más amplio en el contexto del avance del neoliberalismo, lo cual supone un defenestramiento de la Universidad pública ante la formación profesional privada para el mercado laboral, como si fuesen excluyentes entre sí. Esta falsa dicotomía debilita los cimientos de una formación compleja del sujeto colectivo para este siglo.  
 
Quisiera considerar dos aspectos fundamentales: uno es considerar a la Universidad como un espacio en disputa, ¿esto qué quiere decir? estamos haciendo referencia a un lugar en el cual confluyen diversos actores y grupos de interés cuyo objetivo es influir en la toma de decisiones sobre aspectos determinantes de ese espacio, y sobre la Universidad influyen actores de distintos niveles o, para llamarlos de otras formas: grupos de intereses en disputan entre sí para ganar terreno para sí en ese espacio. El tema en cuestión es la enorme capacidad de la Universidad para reproducir en cierta medida el discurso dominante de aquellos sectores o individuos hegemónicos o dominantes. 
 
La otra idea que quiero compartir es aquella fundamentación de Paulo Freire sobre el papel de la educación. La educación no necesariamente cambia la realidad de la sociedad, sino forja en las personas quienes potencialmente podrían cambiar esa realidad, obviamente ese cambio sería para mejorar las condiciones de la sociedad. Lo cual supone una educación cuyo contenido y forma sea distinta a la reproducida actualmente y, así, ese sujeto colectivo sería capaz de articular un discurso con acción para transformar el actual orden de cosas. 
 
Eso pasa por: ¿cuál concepción tenemos de la Universidad y para dónde tendríamos que apuntar si queremos, por un lado, ganar ese espacio en disputa y, segundo, lograr lo planteado por Freire? Eso supone subsumir las experiencias más avanzadas históricamente, propulsoras de cambios, tanto de mentalidades como sociales en función del mejoramiento de la Universidad para ese fin transformador. La Universidad se ha instrumentalizado abandonando algunos principios de experiencias pasadas que van desde la Universidad humboldtiana, hasta la reformada, pasando por la Universidad en un sentido axiológico. 
 
El modelo humboltiano que por mucho tiempo fue paradigmático, sigue siendo importante para nuestro contexto teniendo en cuenta la instrumentalización de la Universidad para fines ajenos a su propia misión de formación, eso es lo que debemos resaltar: la formación. Como diría Humboldt el “cultivo de la mente”. Lo cual va más allá de formar a los profesionales técnicamente hablando para el mercado laboral que es parte de esa misma misión, pero como un elemento secundario al de la formación en un sentido integral. Otro aspecto relevante de este modelo es la centralidad de la investigación, la confluencia de las ciencias y las artes superando el enfoque escolarizado de las clases en el aula, sino la centralidad de la investigación. 
 
El otro modelo universitario que quisiéramos mencionar es la de aquellas universidades cuyo fin suponían sostén axiológico a la propia República donde se desenvuelven. Es decir, dotarlas de algunos valores fundamentales para su discurrir. Por ejemplo, un posicionamiento axiológico en esta dimensión sería el de ser buenas personas y aportar al desarrollo de la nación. Los valores éticos como también los económicos de ser productivo se vuelven centrales. Al unísono, en este modelo universitario el tema de la identidad será muy importante, así como lo fue en la UNAM también en la Universidad de Panamá, de ser “conciencia crítica de la nación”, y almácigo de los estudios de la “identidad” como lo realizó Diego Domínguez Caballero. 
 
Creo que en ambos modelos prevaleció mucho el sentido de la formación y la defensa de la autonomía y el tema de la libertad de cátedra. Habría que mencionar que, sin estos aspectos no podríamos hablar de Universidad. Pero en 1918 se da un movimiento importante y da paso a la configuración de una Universidad reformada con esos aspectos ya mencionados y resaltando el papel de los estudiantes en los procesos democráticos de esta institución, reconociendo la importancia de la “revolución de la conciencia”, pero también la importancia de la participación de los estudiantes en la toma de decisiones. La Universidad reformada pone en jaque a la jerarquía jefatura del profesor, al mediocre y al ignorante con ínfulas de sabio.
 
Todos estos estos elementos tienen que ser subsumidos para ser superados a través de un proceso dialéctico.  La Universidad, como se ha expuesto, no es solo un centro de formación profesional, sino un espacio en disputa donde convergen diversas ideologías y grupos de interés. La lucha por la hegemonía en este espacio determina el enfoque de la educación, lo que a su vez impacta en la formación del sujeto colectivo. La educación debe ir más allá de la mera transmisión de conocimientos; debe empoderar a los sujetos colectivamente para la transformación. Esto implica una reconfiguración del contenido y la metodología educativa, orientándola hacia la crítica y la acción práctica.
 
La superación de los desafíos actuales requiere un enfoque dialéctico, donde se reconozcan y se integren las diversas experiencias históricas.  Se lleve a cabo la crítica y acrítica. Solo a través de este proceso se podrá avanzar hacia una Universidad que realmente cumpla ese apostolado transformador.

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