sábado, 21 de junio de 2025

Argentina: El balcón vacío de Cristina

La estigmatización de Cristina, que acaba de ser nuevamente humillada imponiéndosele el uso de una tobillera electrónica, da cuenta a las claras del odio de clases que subyace en el capitalismo sin distribución que padece el pueblo.

Carlos María Romero Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires

La discusión política en la Argentina de Milei, pasa hoy por el balcón del departamento donde cumple prisión domiciliaria la doctora  Cristina Fernández de Kirchner. Los medios y las redes solo hablan de eso para tapar otros infiernos cotidianos. Es decir si la autoriza o no la corporación judicial que la condenó a prisión y a la pérdida de sus derechos políticos, a salir allí para tomar aire, eso sí absteniéndose de saludar a sus muchos seguidores que vienen haciendo guardia desde conocerse el fallo. 
 

En realidad, esta disyuntiva absurda viene a tapar algo más serio y profundo. Y la pregunta entonces debe ser por lo que representa un liderazgo popular, único en el país al presente, capaz de enfrentar la involución ultraderechista y cada vez más autoritaria del actual gobierno antisistema; apenas una pieza útil hasta que lo descarten los grandes poderes económicos de fronteras adentro y afuera, que son quienes le dictan sus políticas más que reaccionarias. 

 

La estigmatización de Cristina, que acaba de ser nuevamente humillada imponiéndosele el uso de una tobillera electrónica, da cuenta a las claras del odio de clases que subyace en el capitalismo sin distribución que padece el pueblo. Y la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación con la consiguiente, previsible, instada y anunciada condena por parte de los diarios oligárquicos, no llegó por casualidad ni se debe a la súbita laboriosidad de los tres cortesanos, meros  amanuenses de poderes en la sombra. Ni menos ni más corporiza ese acto judicial el “cálculo egoísta”, por decirlo con palabras del Manifiesto Comunista. 

 

Los dueños de los medios de producción se defienden de esta mujer que aunque tal vez no lo haya tenido del todo en sus cálculos, representa aquí y ahora la rabia de los de abajo, la reivindicación de los derechos sociales a punto de anularse, dejando atrás incluso la flexibilización menemista de los años noventa,  las luchas de las minorías silenciadas por una sociedad pacata, patriarcal y preconciliar. 

 

Cómo no le va a tener miedo la antipatria al liderazgo de Cristina que desde la soledad de su prisión sin balcón, reunió el 18 de junio cientos de miles de manifestantes frente a la Casa de Gobierno que reclamaron contra la sentencia con proscripción electoral incluida. Más otros tantos simpatizantes en las distintas capitales provinciales y ciudades del interior argentino.

 

El doctor José María Velasco Ibarra,  cinco veces primer mandatario ecuatoriano  entre los años 1934 y 1972, interrumpidos sus mandatos populares por golpes militares, solía repetir seguro de su oratoria electrizante cuando era entrevistado durante sus exilios precisamente vividos en la República Argentina: “Dadme un balcón y seré presidente.”

 

Cristina, no tiene balcón por el momento. Sí fuerza y decisión para enfrentar este plan económico neoliberal, un mamarracho contra toda razón de Estado. Y sí tiene, conserva y ha acrecentado en estos días millones de fieles que le dan energía para “la liberación”, como le cantan en la puerta de su cárcel domiciliaria.   

 

Lo cierto es que sus enemigos han convertido en un símbolo de odio de clase su balcón de la calle San José 1111, esquina Humberto Primo, en el barrio de Constitución; el mismo donde habitó otro presidente popular: Hipólito Yrigoyen, cuya casa fue arrasada y quemada por las turbas después del golpe conservador y animoso por entregar el petróleo argentino a los trust internacionales  triunfante el 6 de septiembre de 1930.  

 

En la literatura nacional, el poeta y médico Baldomero Fernández Moreno (1886-1950), había cantado,  hacia 1917,  la ausencia de flores en cierto edificio de altos porteño y lo hizo en un poema ya clásico en nuestras letras: “Setenta balcones y ninguna flor”.  

 

En este junio de 2025 nos recorre a muchos una tristeza  peor que aquella que inspiró a Baldomero, al enfrentarnos al mirador vacío de la calle San Juan 1111. Y nos rebela hasta masticar sin digerir la bronca la falta allí de otra presencia,  esta vez muy humana. La de una mujer que despierta ideales y lealtades colectivas en medio de este individualismo que impide toda construcción comunitaria y todo anhelo de bien común. 

 

Vayan en su homenaje los siguientes versos que escribimos al regresar de la movilización a la Plaza de Mayo y que titulamos: CALLE SAN JUAN 1111. Dice: “El balcón de Julieta/ vuelta a Romeo;/ los contados setenta/ por Baldomero/ que sin flores completan/ el mal de encierros,/ aunque a la calle tiendan/ hasta el mareo,/ me dan menos tristeza/ que este, porteño, / balcón propuesto en lema/ de carcelero;/ peor que todas las rejas/ negando cielos…

¡Cómo trama entre ausencias/ su rabia el pueblo,/ que la anhela y lo observa/ fruncido el ceño!/ Renacidas las metas./ Vencido el miedo./ Perseverante en siembras/ e indemne a incendios./ Y es que ese pueblo espera/ que llegue el tiempo/ de ángeles con trompetas/ para

escarmientos.”

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