“Mas los pueblos ricos, conservadores de suyo, sólo aceptan en casos extremos las soluciones radicales, y ven todo cambio con horror secreto.” José Martí, 1885[1]
Con todo, importa recordar que - con toda su gravedad - el cambio climático constituye el aspecto principal de una crisis mayor, en la que convergen otros procesos que alteran las condiciones en que a lo largo de los últimos doce mil años ha tenido lugar el desarrollo de la especie humana, en todo lo que va de la barbarie a la civilización que hoy conocemos. Al respecto, dice el sociólogo norteamericano John Bellamy Foster, de mediados del siglo XX a nuestros días la economía mundial
ha atravesado ya o está cerca de atravesar todo un conjunto de límites planetarios, cada uno de los cuales representa una emergencia planetaria por sí mismo, incluyendo la acidificación de los océanos, la pérdida de diversidad biológica, la alteración de los ciclos del nitrógeno y el fósforo, la desaparición del agua dulce, los cambios en la cobertura del suelo (en particular la deforestación), y la creciente contaminación ocasionada por productos químicos sintéticos (que llevan a la biomagnificación y la bioacumulación de toxinas en los organismos vivos).[2]
El común denominador de todos estos cambios “es el sistema de acumulación de capital a escala global”. Y esto, agrega,
Señala la necesidad de un cambio social acelerado realmente masivo, que supere en escala no solo las grandes revoluciones del pasado, sino también las grandes transformaciones en la producción generadas por la Revolución Agrícola original y por la Revolución Industrial: en breve, una Revolución Ecológica del siglo XXI.
Al propio tiempo, dice, toda vez que la fuente del “Gran Climaterio Capitalista” que se expresa en la crisis global “tiene su origen en la constitución histórica de la sociedad humana, que hoy demanda una revolución social”
Debemos buscar una guía en la ciencia social. Sin embargo, la ciencia social dominante tiene su premisa subyacente – que estructura todo el marco de análisis – en la noción de que la crítica del capitalismo está fuera de sus límites.
En este sentido, cabe decir que el cambio climático es el aspecto principal de una contradicción más amplia y compleja entre la especie humana y sus entornos naturales, que opera a escala del planeta entero en una circunstancia histórica que no puede ya ser eludida. Esa contradicción enfrenta entre sí a una economía que depende de su propio crecimiento sostenido para la acumulación incesante, y las necesidades del desarrollo humano expresadas por ejemplo en el acceso a servicios y derechos básicos sintetizados en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible establecidos por las Naciones Unidas en 2015 para ser obtenidos en el 2030, lo cual a todas luces no llegará a ocurrir.
Esa contradicción subyacente entre lo natural y lo social se hizo sentir, por ejemplo, en las intervenciones del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, en el encuentro de líderes mundiales que precedió a la inauguración de la 30ª Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático realizado el 6 y 7 de noviembre pasado en Brasil. Al respecto, un editorial del periódico mexicano La Jornada sintetizó esas intervenciones en los siguientes términos:
En su rol de anfitrión, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva realizó llamados urgentes a abordar la crisis con la seriedad que merece un fenómeno que, de seguir su curso presente, causará 250 mil decesos anuales y una caída de 30 por ciento en el producto interno bruto global en los siguientes años. Asimismo, denunció las mentiras de las fuerzas extremistas que favorecen la degradación ambiental, en referencia a personajes como el presidente estadunidense Donald Trump y el vecino de Lula, Javier Milei, afanados en profundizar el extractivismo hasta la destrucción total de la biosfera. En este sentido, el líder de la izquierda partidista brasileña resaltó que el planeta no soporta más uso de energías fósiles, mientras el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, calificó de “fracaso moral y negligencia mortal” el incumplimiento de la meta de limitar el calentamiento global a 1.5 grados Celsius, un umbral por arriba del cual se desata una cadena de desequilibrios catastróficos e irreversibles.[3]
El factor ausente aquí es el de una interacción entre los gobiernos que participan de estos encuentros y sus respectivas sociedades, que se corresponda con la gravedad y la complejidad de los problemas que comparten. Al respecto, la situación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible los constituye en otro de los límites planetarios en curso de ser rebasado por lo que el papa Francisco llamó la crisis socioambiental global, caracterizándola en los siguientes términos:
Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza. [4]
En efecto, la solución de la crisis ambiental así comprendida depende tanto de la atención a sus factores de origen naturales y tecnológicos, como a los relativos a sus condicionamientos sociales y culturales, y a las interacciones entre ambos factores. Por lo mismo, es necesario ir más allá de lo que pueden decirnos las ciencias naturales, e incorporar de lleno a las ciencias sociales a la tarea de comprender y encarar una circunstancia que, a fin de cuentas, tiene su origen en las formas de organización social de las relaciones de nuestra especie con sus entornos naturales. Entre nosotros, esa tarea marcha con sumo atraso: encararla, promoverla y facilitarla ya es un importante objetivo de servicio público, a lograr mediante el encuentro de las organizaciones de trabajadores de intelectuales y manuales, forales y no formales, que ya adelantan en la tarea en las ciudades y los campos de nuestra América.
Este ya no es un problema meramente cultural. Es, y lo será cada vez más, un problema político. De lo que se trata es de que, dado que las sociedades que tenemos han desarrollado una relación con sus entornos naturales que ha dado lugar al cambio climático como hecho dominante en la crisis ambiental que padecemos, si deseamos un ambiente distinto necesitaremos crear sociedades diferentes. Imaginar esa diferencia y los medios para construirla es el gran desafío político de nuestro tiempo, ante la oscuridad de un futuro ya probable, del cual pudo decir el científico James Hansen en 2013 que no era exagerado sugerir, “a partir de la mejor evidencia científica disponible”, que
La imagen que se avizora para la Tierra en el futuro distante, si siguiéramos extrayendo y quemando todo combustible fósil es consistente, por tanto […] con una Antártida libre de hielo, y un planeta desolado sin habitantes humanos.[5]
Esa parte de la opción, al menos, ya está claramente planteada. Las demás dependen de nosotros y nuestros descendientes. Lo importante ahora es recordar que nuestra capacidad para el cambio ha sido tan decisiva para nuestro presente como habrá de serlo para establecer el futuro que tengamos.
Alto Boquete, Panamá, 10 de noviembre de 2025
NOTAS
[1] “Cartas de Martí”. La Nación, Buenos Aires, 9 de mayo de 1885. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. X, 203.
[2] (2022:65) Capitalism in the Anthropocene. Ecological ruin or ecological Revolution. Monthly Review Press, New York.
[3] https://www.jornada.com.mx/
[4] Carta Encíclica Laudato Si’ Del Santo Padre Francisco Sobre el Cuidado de la Casa Común
http://w2.vatican.va/content/
[5] Hansen, James (2013: September 26): “An old story but useful lessons” http://columbia.edu/~jeh1/ Apud. Bellamy Foster, cit., 57.

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