Cuando perdemos la capacidad de comprender dónde estamos y quiénes somos, nos convertimos en presas fáciles del sistema que nos oprime.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
Una de las formas de dominación más refinadas creadas por los poderosos, es haber multiplicado las confusiones, digamos, sistémicas. Buscan inducir a las poblaciones a cometer errores, esconden datos clave que permiten interpretar hechos, quieren paralizar la capacidad de reflexionar y de pensar. Se trata de modos complementarios de impedir que las y los de abajo comprendamos el mundo de hoy y hacia dónde nos dirigimos, para poder actuar en consecuencia.
Desde hace tiempo hablamos sobre el papel de la información como forma de inhibir el pensamiento. No me refiero solamente a las fake news, las mentiras difundidas abiertamente en redes sociales, sino a lo que señalan físicos y filósofos de que la mente no piensa con información sino con ideas. Por eso, atosigarnos con informaciones, aún veraces, que no pueden ser ordenadas porque no se manejan las ideas capaces de jerarquizarlas, descartarlas o incorporarlas a patrones determinados, es una de las estrategias más sutiles de dominación.
Cuando perdemos la capacidad de comprender dónde estamos y quiénes somos, nos convertimos en presas fáciles del sistema que nos oprime. Millones celebran a quienes los oprimen, perdiendo toda capacidad de identificar aquello que los perjudica. En tiempos de caos sistémico, de guerras y genocidios, estas confusiones cuestan vidas y, por supuesto, favorecen a los de arriba.
Quiero aportar una información que puede contribuir a explicar por qué Trump ha enviado militares a varias grandes ciudades como Nueva York, Chicago, Washington y Los Ángeles. Se trata de una guerra civil. Estamos ante la militarización de la sociedad estadunidense de forma similar a lo que viene sucediendo en América Latina, aunque con manifestaciones diferentes.
En Nueva York se ha creado la Comisión de Cuidado de la Comunidad, “un grupo que surge a partir del incremento de las amenazas de secuestro por parte de autoridades de migración y de la, cada vez mayor, presencia de la policía de las calles”, según un artículo del medio El Molino Informativo (https://goo.su/DsdgX). Aseguran que se inspiran en las estrategias de autodefensa de sus comunidades originarias de México, Honduras y Guatemala, de donde proceden buena parte de sus integrantes.
En su mayoría son mujeres mayas, garífunas, nahuas, tu’un savi y naa savi, que “monitorean las calles del sur del Bronx a través de un sistema de información vecinal que incluye grupos de comunicación instantánea, cámaras de vigilancia, teléfonos de emergencia, mapas territoriales y operativos nocturnos para prevenir la actividad criminal del gobierno y cualquier actividad sospechosa en el barrio” (las cursivas en el original).
Aseguran que la policía está levantando a vendedores ambulantes, cerrando parques y vigilando personas, “al mismo tiempo que permite la presencia de autoridades criminales como las de migración, que entran al barrio con el rostro cubierto y sin identificarse para llevarse a nuestras familias”. Aunque la organización nació en el Bronx, está incrementando su presencia en Queens y Brooklyn como forma de hacer respetar sus derechos. Algunos migrantes aseguran que en otras ciudades están naciendo organizaciones similares, que defienden a la población frente a las agresiones del Estado.
Esta sencilla información nacida de la propia comunidad, escrita por un compañero de camino, ayuda a comprender qué está sucediendo en Estados Unidos, en particular en las grandes ciudades, y permite asegurar que Trump no es ningún loco o desviado, sino que responde a los intereses de su clase dominante y a los de su nación imperialista. Destaco cuatro puntos.
El primer punto es que todos los imperios caen por crisis interiores, como sabemos por lo menos desde la caída del imperio romano hace dos milenios. Por eso, es imprescindible para el capitalismo controlar a la población que vive en Estados Unidos.
El segundo, es que la famosa democracia estadunidense (y mundial) si algún día existió realmente, es ya cosa del pasado, algo que ya no les sirve para sostener el capitalismo. En el ejercicio democrático, caen los derechos y quedan en pie sólo las elecciones, porque hace tiempo aprendieron a manipular a la opinión pública.
El tercero, quizá el central, es que los poderosos identificaron quiénes son los sujetos colectivos que pueden resistir la dominación y convertirse en los sepultureros del imperio. Quiénes son los que pueden repetir la historia de los “bárbaros” invasores que destruyeron Roma: los que hoy no tienen nada que perder salvo sus cadenas, o sea los millones de migrantes sin papeles.
Cuarto, ya no llama la atención que los progresistas y los partidos de izquierda sean los últimos en comprender estas realidades. ¿Será que ya son parte del intento de ocultar la realidad, porque colaboran de algún modo con los opresores? Tengo claro que es una pregunta incómoda, pero siento que no es momento para hacernos los distraídos ni los incautos.
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