Una nueva etapa viven los pueblos latinoamericanos. La Patria Grande Latinoamericana ha recibido un nuevo impulso en su proceso de reconstrucción. Es lógico que ello suscitase no sólo la inquietud, sino también la necesidad de intervenir de parte del imperio, que ve algunos de sus principales intereses en peligro.
Rubén Dri * / Página12
Lo que pasa en Bolivia, pasa en Venezuela, pasa en Ecuador, pasa en Nicaragua, pasa en Argentina, pasa en América latina, la Patria Grande en construcción. Aún no sabemos exactamente qué es lo que pasó con el derrumbe de las Torres Gemelas, es decir, cuál fue efectivamente el autor de tamaño asesinato masivo, pero de lo que no hay dudas es de que sirvió a los planes bélicos y genocidas del presidente republicano. Se había mostrado en forma patente y estremecedora la presencia aterradora del “terrorismo internacional”.
Con ello, Bush puede desencadenar, con el inmenso poder bélico que atesora la potencia del Norte, las guerras de Afganistán e Irak. Es evidente que pensó que sólo se trataba de un paseo que pronto le dejaría las manos libres para ocuparse luego del “patio trasero”, es decir, de América latina, que, en ese momento, no parecía preocuparle demasiado. El problema es que lo que debía ser un paseo se convirtió en un pantano del que ya no pudo salir.
En ese lapso en América latina se fueron sucediendo movimientos populares que, de diversa manera y con diversos niveles de profundidad, fueron recuperando el terreno perdido en la noche del neoliberalismo implantado desde la década del 80. Los Estados que habían sido reducidos a su mínima expresión, según la plena ortodoxia neoliberal, fueron siendo recuperados por los movimientos populares, en un proceso que con diversos matices atraviesa todo el continente latinoamericano.
Un nuevo peligro para los intereses imperiales surgía, pues, en tierras latinoamericanas, que se unía al terrorismo y al narcotráfico, el “populismo”. Así, con esta calificación que significa gobiernos que despilfarran los bienes del Estado distribuyéndolos en poblaciones que no están acostumbradas al trabajo sino a dádivas que vienen de arriba, se designa al nuevo enemigo de los intereses imperiales.
En realidad, una nueva etapa viven los pueblos latinoamericanos. Con el triunfo de Lugo en Paraguay, la Patria Grande Latinoamericana ha recibido un nuevo impulso en su proceso de reconstrucción. Es lógico que ello suscitase no sólo la inquietud, sino también la necesidad de intervenir de parte del imperio que veía algunos de sus principales intereses en peligro.
En el Golfo Pérsico, donde se ventilan grandes intereses norteamericanos, está presente la V Flota. Su presencia no es meramente simbólica, sino que se hace efectiva en una intervención armada que ya cuenta con destrucciones masivas y una cantidad de muertos que se hace prácticamente imposible determinar. Mientras continúa su acción de muerte en tierras iraquíes y afganas, vuelve el imperio su mirada a Latinoamérica y especialmente a Sudamérica y, dando una clara señal, envía la IV Flota que, según la apreciación del mismo Pentágono, “tiene el mismo nivel de la V Flota del Golfo Pérsico”.
Por otra parte, el avance de los procesos populares en América latina, derrotando al menos en parte al neoliberalismo, no podía menos que suscitar la contraofensiva de las respectivas derechas, que tratan de desestabilizar a dichos gobiernos. Las derechas, podemos decir, parafraseando a lo que aseguran que dijo Gatica, “nunca hicieron política, siempre fueron golpistas”. Para ello se inventó la teoría del “golpe blando” o “clima destituyente” o “guerra de IV generación”.
No se puede entender lo que está pasando en estos momentos en Bolivia si no lo conectamos con el salvaje lockout de las corporaciones agrarias argentinas, con el complot contra Lugo apenas a tres semanas de su asunción, con el golpe que sufrió Hugo Chávez, con la incursión aérea sobre territorio ecuatoriano, con la reactivación de la “política basura” contra Cristina.
El declarado motivo de los veinte días de protesta del “Consejo Nacional Democrático” que agrupa a los dirigentes de la Media Luna es llamativamente semejante al declarado motivo de nuestras corporaciones agrarias para efectuar el salvaje lockout. Efectivamente, los dirigentes de la derecha boliviana protestan contra el impuesto del 30 por ciento a los hidrocarburos, mientras las corporaciones agrarias de la pampa húmeda protestaban contra el impuesto a las exportaciones que significaba la Resolución 125.
Tradicionalmente, los golpes se hacían con el ejército. Esos son los golpes que hay que denominar “duros”, por contraposición a los golpes “blandos”. Pero lo que está pasando en Bolivia, ¿es un golpe blando, es un clima destituyente? Ya son numerosos los asesinados por la derecha fascista de la Media Luna. No tienen consigo al ejército, pero cuentan con los parapoliciales, semejantes a las tristemente célebres Tres A, que en nuestro país prenunciaron aquí el golpe genocida del ’76.
Evo Morales, como aquí los Kirchner, prefirieron el diálogo, la no represión, la no utilización de la fuerza del Estado, lo cual está bien, es meritorio, pero debe tener su límite. A Bolivia ya le costó numerosos muertos, todos pertenecientes al movimiento popular. Evo se dio cuenta del problema: “Tal vez el culpable sea yo, al decirles a las FF.AA. y a la policía que no usen armas contra el pueblo”. Pensamos que no está allí el error, sino tal vez en no haber previsto hasta dónde son capaces de llevar la violencia las derechas fascistas.
Tanto allá como acá, tanto en Bolivia como en Argentina, en Venezuela como en Paraguay, en Nicaragua como en Ecuador, el problema en debate es si el Estado ha de ser el que dirija la política del Estado que se apoya en los movimientos populares o si serán las corporaciones las que lo harán. En otra palabras, si tendremos Estados populares o si volveremos al más crudo neoliberalismo, si seremos independientes, miembros de la Patria Grande Latinoamericana, o si seguiremos siendo patio trasero del imperio.
* Profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
Con ello, Bush puede desencadenar, con el inmenso poder bélico que atesora la potencia del Norte, las guerras de Afganistán e Irak. Es evidente que pensó que sólo se trataba de un paseo que pronto le dejaría las manos libres para ocuparse luego del “patio trasero”, es decir, de América latina, que, en ese momento, no parecía preocuparle demasiado. El problema es que lo que debía ser un paseo se convirtió en un pantano del que ya no pudo salir.
En ese lapso en América latina se fueron sucediendo movimientos populares que, de diversa manera y con diversos niveles de profundidad, fueron recuperando el terreno perdido en la noche del neoliberalismo implantado desde la década del 80. Los Estados que habían sido reducidos a su mínima expresión, según la plena ortodoxia neoliberal, fueron siendo recuperados por los movimientos populares, en un proceso que con diversos matices atraviesa todo el continente latinoamericano.
Un nuevo peligro para los intereses imperiales surgía, pues, en tierras latinoamericanas, que se unía al terrorismo y al narcotráfico, el “populismo”. Así, con esta calificación que significa gobiernos que despilfarran los bienes del Estado distribuyéndolos en poblaciones que no están acostumbradas al trabajo sino a dádivas que vienen de arriba, se designa al nuevo enemigo de los intereses imperiales.
En realidad, una nueva etapa viven los pueblos latinoamericanos. Con el triunfo de Lugo en Paraguay, la Patria Grande Latinoamericana ha recibido un nuevo impulso en su proceso de reconstrucción. Es lógico que ello suscitase no sólo la inquietud, sino también la necesidad de intervenir de parte del imperio que veía algunos de sus principales intereses en peligro.
En el Golfo Pérsico, donde se ventilan grandes intereses norteamericanos, está presente la V Flota. Su presencia no es meramente simbólica, sino que se hace efectiva en una intervención armada que ya cuenta con destrucciones masivas y una cantidad de muertos que se hace prácticamente imposible determinar. Mientras continúa su acción de muerte en tierras iraquíes y afganas, vuelve el imperio su mirada a Latinoamérica y especialmente a Sudamérica y, dando una clara señal, envía la IV Flota que, según la apreciación del mismo Pentágono, “tiene el mismo nivel de la V Flota del Golfo Pérsico”.
Por otra parte, el avance de los procesos populares en América latina, derrotando al menos en parte al neoliberalismo, no podía menos que suscitar la contraofensiva de las respectivas derechas, que tratan de desestabilizar a dichos gobiernos. Las derechas, podemos decir, parafraseando a lo que aseguran que dijo Gatica, “nunca hicieron política, siempre fueron golpistas”. Para ello se inventó la teoría del “golpe blando” o “clima destituyente” o “guerra de IV generación”.
No se puede entender lo que está pasando en estos momentos en Bolivia si no lo conectamos con el salvaje lockout de las corporaciones agrarias argentinas, con el complot contra Lugo apenas a tres semanas de su asunción, con el golpe que sufrió Hugo Chávez, con la incursión aérea sobre territorio ecuatoriano, con la reactivación de la “política basura” contra Cristina.
El declarado motivo de los veinte días de protesta del “Consejo Nacional Democrático” que agrupa a los dirigentes de la Media Luna es llamativamente semejante al declarado motivo de nuestras corporaciones agrarias para efectuar el salvaje lockout. Efectivamente, los dirigentes de la derecha boliviana protestan contra el impuesto del 30 por ciento a los hidrocarburos, mientras las corporaciones agrarias de la pampa húmeda protestaban contra el impuesto a las exportaciones que significaba la Resolución 125.
Tradicionalmente, los golpes se hacían con el ejército. Esos son los golpes que hay que denominar “duros”, por contraposición a los golpes “blandos”. Pero lo que está pasando en Bolivia, ¿es un golpe blando, es un clima destituyente? Ya son numerosos los asesinados por la derecha fascista de la Media Luna. No tienen consigo al ejército, pero cuentan con los parapoliciales, semejantes a las tristemente célebres Tres A, que en nuestro país prenunciaron aquí el golpe genocida del ’76.
Evo Morales, como aquí los Kirchner, prefirieron el diálogo, la no represión, la no utilización de la fuerza del Estado, lo cual está bien, es meritorio, pero debe tener su límite. A Bolivia ya le costó numerosos muertos, todos pertenecientes al movimiento popular. Evo se dio cuenta del problema: “Tal vez el culpable sea yo, al decirles a las FF.AA. y a la policía que no usen armas contra el pueblo”. Pensamos que no está allí el error, sino tal vez en no haber previsto hasta dónde son capaces de llevar la violencia las derechas fascistas.
Tanto allá como acá, tanto en Bolivia como en Argentina, en Venezuela como en Paraguay, en Nicaragua como en Ecuador, el problema en debate es si el Estado ha de ser el que dirija la política del Estado que se apoya en los movimientos populares o si serán las corporaciones las que lo harán. En otra palabras, si tendremos Estados populares o si volveremos al más crudo neoliberalismo, si seremos independientes, miembros de la Patria Grande Latinoamericana, o si seguiremos siendo patio trasero del imperio.
* Profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
No hay comentarios:
Publicar un comentario