México vive una situación políticamente inédita. Las tres movilizaciones nacionales son expresión de ello. No se vivía una coyuntura tan compleja desde marzo de 1994... Son, sin lugar a dudas, tiempos interesantes.
Luis Hernández / LA JORNADA
Tres grandes movilizaciones sociales se efectuaron en tres días seguidos. El sábado 30 de agosto se realizó la manifestación de Iluminemos México contra la inseguridad pública. El domingo 31 se concentró el Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo para comenzar la tercera fase de la lucha en contra de la privatización del oro negro. El lunes primero de septiembre tuvo lugar el Paro Cívico Nacional al que convocaron organizaciones obreras, campesinas, populares y magisteriales contra la austeridad y la carestía.
En las tres protestas participaron, por razones diferentes, miles de personas. En cada una se mostró el profundo descontento existente en prácticamente todos los estratos de la sociedad mexicana con la situación actual. Tanto los sectores más ricos del país como los más pobres coincidieron en expresar su enojo. En las tres movilizaciones sopló un fuerte viento contra la política institucional y los políticos profesionales.
La expresión organizada del enfado social se desenvuelve en un clima particularmente adverso para el gobierno federal. La economía mexicana casi no crece, a pesar de los altos precios del petróleo. Según la CEPAL, México fue el país de América Latina con el producto interno bruto (PIB) más bajo. La inflación ha aumentado, al igual que el desempleo. La inversión extranjera directa ha caído dramáticamente, al tiempo que el monto de las remesas de los mexicanos desde Estados Unidos disminuyen. El futuro inmediato será aún peor.
La violencia ha alcanzado niveles inauditos. Los asesinatos y descabezados crecen vertiginosamente por todo el país. La versión oficial de que estas muertes son la respuesta de los narcotraficantes al éxito gubernamental en su combate contra el crimen organizado carece de toda credibilidad. En cambio, las narcomantas acusan al presidente Calderón de ser el responsable de la desestabilización al haberse aliado con el Chapo Guzmán y el Mayo Zambada en contra de los otros cárteles de la droga.
La ola de secuestros crece en toda la república. Los funcionarios responsables de combatirlos se pelean entre sí. El “si no pueden, renuncien”, enarbolado por el movimiento contra la inseguridad pública, dirigido a los políticos de todos los partidos, ha calado hondo en el conjunto de la población.
A la inconformidad magisterial contra la Ley del ISSSTE se ha sumado ahora el enojo con la Alianza por la Educación y la decisión de Elba Esther Gordillo de acabar con el normalismo. Los maestros de Morelos se encuentran en paro indefinido y estallidos de disgusto han surgido por todo el país. El hartazgo con la maestra es cada día mayor.
Día a día la situación de los derechos humanos se deteriora más y más, según consignan los distintos informes realizados por organismos no gubernamentales internacionales. La tendencia a criminalizar la protesta social se mantiene, como muestra la aberrante sentencia contra Ignacio del Valle, dirigente de los pobladores de Atenco.
La alianza del Partido Acción Nacional (PAN) con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había permitido gobernar a un debilitado Felipe Calderón, se ha hundido. A su manera, el tricolor le lleva las contras al mandatario con miras a las elecciones federales del año entrante.
La iniciativa presidencial para privatizar Pemex se ha topado con múltiples obstáculos. La convergencia política y social a favor de la soberanía petrolera ganó el debate contra la privatización del sector, sumó a una parte muy importante de la intelectualidad a su causa, y mostró una muy importante capacidad de movilización. El gran negocio del sexenio no avanza. La reforma energética corre el peligro, a los ojos de sus beneficiarios, de convertirse en el parto de los montes.
Importantes aliados del Presidente de la República, los poderes fácticos que lo llevaron a Los Pinos, están molestos con él. Las televisoras siguen disgustadas por la aprobación de una ley que limita sus negocios y les amarra las manos en coyunturas electorales. Con la ratificación de la validez de la legislación que despenaliza el aborto en la ciudad de México por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la alta jerarquía católica respira por la herida.
El desgaste político de Felipe Calderón es notable. El margen de maniobra presidencial es cada día más estrecho. La ingobernabilidad crece de la mano del descontento social. Su pretensión de adquirir legitimidad sobre la base de iniciativas audaces ha fracasado. Su intención de rebasar a López Obrador por la izquierda se ahogó antes de nacer. Su política de combate al narcotráfico, que tantos beneficios mediáticos le atrajo en un primer momento, comienza a revertírsele.
México vive una situación políticamente inédita. Las tres movilizaciones nacionales son expresión de ello. No se vivía una coyuntura tan compleja desde marzo de 1994... Son, sin lugar a dudas, tiempos interesantes.
En las tres protestas participaron, por razones diferentes, miles de personas. En cada una se mostró el profundo descontento existente en prácticamente todos los estratos de la sociedad mexicana con la situación actual. Tanto los sectores más ricos del país como los más pobres coincidieron en expresar su enojo. En las tres movilizaciones sopló un fuerte viento contra la política institucional y los políticos profesionales.
La expresión organizada del enfado social se desenvuelve en un clima particularmente adverso para el gobierno federal. La economía mexicana casi no crece, a pesar de los altos precios del petróleo. Según la CEPAL, México fue el país de América Latina con el producto interno bruto (PIB) más bajo. La inflación ha aumentado, al igual que el desempleo. La inversión extranjera directa ha caído dramáticamente, al tiempo que el monto de las remesas de los mexicanos desde Estados Unidos disminuyen. El futuro inmediato será aún peor.
La violencia ha alcanzado niveles inauditos. Los asesinatos y descabezados crecen vertiginosamente por todo el país. La versión oficial de que estas muertes son la respuesta de los narcotraficantes al éxito gubernamental en su combate contra el crimen organizado carece de toda credibilidad. En cambio, las narcomantas acusan al presidente Calderón de ser el responsable de la desestabilización al haberse aliado con el Chapo Guzmán y el Mayo Zambada en contra de los otros cárteles de la droga.
La ola de secuestros crece en toda la república. Los funcionarios responsables de combatirlos se pelean entre sí. El “si no pueden, renuncien”, enarbolado por el movimiento contra la inseguridad pública, dirigido a los políticos de todos los partidos, ha calado hondo en el conjunto de la población.
A la inconformidad magisterial contra la Ley del ISSSTE se ha sumado ahora el enojo con la Alianza por la Educación y la decisión de Elba Esther Gordillo de acabar con el normalismo. Los maestros de Morelos se encuentran en paro indefinido y estallidos de disgusto han surgido por todo el país. El hartazgo con la maestra es cada día mayor.
Día a día la situación de los derechos humanos se deteriora más y más, según consignan los distintos informes realizados por organismos no gubernamentales internacionales. La tendencia a criminalizar la protesta social se mantiene, como muestra la aberrante sentencia contra Ignacio del Valle, dirigente de los pobladores de Atenco.
La alianza del Partido Acción Nacional (PAN) con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que había permitido gobernar a un debilitado Felipe Calderón, se ha hundido. A su manera, el tricolor le lleva las contras al mandatario con miras a las elecciones federales del año entrante.
La iniciativa presidencial para privatizar Pemex se ha topado con múltiples obstáculos. La convergencia política y social a favor de la soberanía petrolera ganó el debate contra la privatización del sector, sumó a una parte muy importante de la intelectualidad a su causa, y mostró una muy importante capacidad de movilización. El gran negocio del sexenio no avanza. La reforma energética corre el peligro, a los ojos de sus beneficiarios, de convertirse en el parto de los montes.
Importantes aliados del Presidente de la República, los poderes fácticos que lo llevaron a Los Pinos, están molestos con él. Las televisoras siguen disgustadas por la aprobación de una ley que limita sus negocios y les amarra las manos en coyunturas electorales. Con la ratificación de la validez de la legislación que despenaliza el aborto en la ciudad de México por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la alta jerarquía católica respira por la herida.
El desgaste político de Felipe Calderón es notable. El margen de maniobra presidencial es cada día más estrecho. La ingobernabilidad crece de la mano del descontento social. Su pretensión de adquirir legitimidad sobre la base de iniciativas audaces ha fracasado. Su intención de rebasar a López Obrador por la izquierda se ahogó antes de nacer. Su política de combate al narcotráfico, que tantos beneficios mediáticos le atrajo en un primer momento, comienza a revertírsele.
México vive una situación políticamente inédita. Las tres movilizaciones nacionales son expresión de ello. No se vivía una coyuntura tan compleja desde marzo de 1994... Son, sin lugar a dudas, tiempos interesantes.
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