En el genocidio no solamente el Estado es indispensable para matar a una gran cantidad de personas. Se necesita también que la sociedad o una parte de ella comparta ideológicamente la necesidad de exterminar al grupo o grupos que atentan contra el orden imperante.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Hace unos días mi querido amigo Carlos Cáceres R. me prestó el libro del general Mario Mérida que lleva por título “Venganza o juicio histórico. Una lectura retrospectiva del informe de la CEH”. El general Mérida es un activo defensor del punto de vista militar y portavoz de la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (AVEMILGUA). Quiero decir que respeto profundamente a personas como el general Mérida que defienden con razones y no con insultos sus puntos de vista. Advierto en él a un respetable hombre de convicciones y no a un político convenenciero dispuesto a cambiar sus creencias por un plato de lentejas. Su libro, en el que trata de fundamentar lo que él considera la parcialidad de la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH), es una laboriosa recopilación de puntos de vista en los cuales se intenta demostrar que en Guatemala también los integrantes de las guerrillas cometieron crímenes de lesa humanidad. Habrá que recordar que la CEH fue creada por acuerdo entre el gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) en los acuerdos de Oslo del 23 de junio de 1994. No fue pues la CEH una instancia creada por los insurgentes o “los comunistas”.
Pero el libro del general Mérida parte de un supuesto que debilita sustancialmente sus argumentos. El conflicto interno que vivió Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX fue originado porque en Guatemala surgió un grupo de gente que como cáncer fue proliferando por toda la sociedad: “los comunistas”. Es nuestro autor fiel exponente del pensamiento de la guerra fría, basta ver cómo orgullosamente exhibe su cárdex de calificaciones en esa escuela de genocidio que fue la Escuela de las Américas, en la cual fue un buen alumno durante 1985.
Impregnado de la ideología anticomunista, el general Mérida hace un análisis muy simple de las causas del conflicto: los comunistas son los responsables de lo que sucedió. No fue la dictadura militar, la injusticia, la expoliación, la miseria social. Como buen anticomunista su acepción de comunismo es muy amplia: engloba a todos aquellos que se opusieron al régimen dictatorial y la miseria imperante en Guatemala durante la segunda mitad del siglo XX. El libro del general Mérida sigue pues la satanización de un grupo de personas que la portada de su libro ilustra: hay una mujer indígena, un hombre con la hoz y el martillo en la espalda y un sacerdote, empuñando una lupa que dirigen al ejército, a los comisionados militares y a los Patrullas de Autodefensa Civil (PAC).
Michel Foucault escribió alguna vez que en los tiempos modernos en los cuales el Estado ya no solo hace morir y deja vivir, sino hace vivir y deja morir, se necesitaba del racismo para matar gente en gran escala (genocidio). El huevo de la serpiente del genocidio es construir una otredad negativa a la que hay que exterminar. En Guatemala esas otredades negativas fueron “el indio” y el “comunista”. El general Mérida agrega otra desde la portada de su libro: “el cura comunista”. En el genocidio no solamente el Estado es indispensable para matar a una gran cantidad de personas. Se necesita también que la sociedad o una parte de ella comparta ideológicamente la necesidad de exterminar al grupo o grupos que atentan contra el orden imperante. Algunos de los muchos comentarios que recibo de los lectores de mis artículos, me revelan la persistencia del huevo de la serpiente y las potencialidades genocidas que siguen existiendo en Guatemala. Por ejemplo éste: “…A los "intelectuales socialistas" que discuten a la sombra de Starbucks y en los salones hoteleros, comiendo y bebiendo de gratis hablando de la "Internacional Socialista" cuyos "representantes" aquí han sido, son y serán un vómito, defecación, bazofia como el patantaco que "dijo" que" presidió" (Álvaro Colom), la salamandra hiena codiciosa usurpadora (Sandra Torres), el judío stein (el ex vicepresidente Eduardo Stein)... Como ya Dios nos olvidó, recurriremos al mismo Satanás y sus demonios para acabar, terminar con los mareros drogadictos. Espacio me falta para desenmascarar esa maldita patraña "comunista-socialista-valemierdista"”. O bien éste otro a propósito de mis artículos sobre Cuba: “y eso es lo que usted quiere para Guatemala, casas vetustas, edificios decrépitos, con vigilancia continua con tarjetas de racionamiento, no señor yo no quiero eso para mi amada Guatebella, quiero lo mejor a base de trabajo tesonero y honrado, es usted una alimaña ponzoñosa por lo que quiere para la República…”
Al leer estos comentarios, que me resultan muy útiles para mis trabajos de investigación sociológica, recordé el antisemitismo de los nazis. Lo de “alimaña ponzoñosa” me recordó cómo el genocidio de los tutsis por los hutus en Ruanda en 1994 se vio precedida de una campaña radiofónica que calificaba a los primeros como “cucarachas”.
No cabe duda, el huevo de la serpiente sigue allí.
1 comentario:
No entiendo cómo se quiso hacer un exterminio de "indios" como peyorativamente se les llama, si mas de un 60% de la tropa del ejército son "indios" como se les llama, estoy convencido que la guerra en Guatemala fue de carácter ideológico ya que esta fue llevada a cabo en el marco de la guerra fría, los recursos de los comunistas en Guatemala no eran propios, sino de países comunistas en el extranjero, a estos se les pagaba en dollares no en quetzales, es claro que no fue una guerra de exterminio de una raza, sino de un adoctrinamiento extranjero.
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