Los resultados electorales en Rusia e Irán significan un traspié en las políticas imperiales estadounidenses y europeas, cuyos medios de comunicación se han apresurado –como es ya habitual- a declarar que en los dos casos ha habido fraude. Era difícil esperar otra cosa.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
Todas las elecciones son importantes porque signan el curso que va a seguir un país en los próximos años. En 2012, habrá procesos comiciales cuyos resultados influirán más allá de las fronteras del país de que se trate. Por ello, tendrán también incidencia en la dinámica internacional y en el rumbo que ésta siga.
En cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Rusia, Francia, China y Estados Unidos) habrá renovación de su dirigencia. En dos de ellos, Estados Unidos y Francia, los líderes optarán por seguir manteniendo sus cargos por un nuevo período.
El fin de semana recién pasado, se realizaron elecciones presidenciales en Rusia y parlamentarias en Irán. Ambas son de indudable trascendencia para sus pueblos, pero determinarán conductas en dos países que están en el centro del quehacer internacional.
En Rusia, se ha confirmado el triunfo del primer ministro Vladimir Putin y su partido Rusia Unida. En los hechos se producirá un trueque entre Putin y el actual Presidente Dmitri Medvedev, toda vez que el primero anunció que nombrará al presidente saliente como su jefe de gobierno.
Sin embargo, aunque ambos líderes son del mismo partido, para efectos internacionales, el cambio tiene una importancia estratégica fundamental porque mientras Medvedev buscó un acercamiento con Europa y Estados Unidos, Putin ha hecho pública su decisión de fortalecer las relaciones de su país con China, construir un sólido espacio euroasiático -en el que Rusia por su ubicación jugará el papel de pivote estratégico-, y vigorizar la Organización de Cooperación de Shanghai de la que forman parte la República Popular China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán y a la que han pedido su ingreso Pakistán e Irán.
En otro ámbito debemos considerar los resultados de las elecciones parlamentarias iraníes del pasado viernes 2. Se han impuesto los candidatos apoyados por el líder supremo del pueblo persa, el ayatolá Alí Jamenei
En ese marco, lo que ha triunfado en Irán es el apoyo incondicional a la conducción teocrática que apunta a una mayor firmeza en la confrontación con Occidente en la controversia respecto de la posesión – no demostrada- de armamento nuclear por parte de Irán, pero cuyo objetivo real es eliminar el obstáculo que significa ese liderazgo para apoderarse de las grandes reservas energéticas iraníes y despejar el camino en su desplazamiento hacia el este para lo cual el país persa es un gran valladar en momentos en que el presidente Obama ha anunciado con gran pompa el inicio del “ siglo asiático de Estados Unidos”.
Los resultados electorales muestran que será muy difícil cambiar el curso de la estrategia iraní, sobre todo en materias de política exterior, energética o militar.
Visto de esta manera, los resultados electorales en ambos países significan un traspié en las políticas imperiales estadounidenses y europeas, cuyos medios de comunicación se han apresurado –como es ya habitual- a declarar que en los dos casos ha habido fraude. Era difícil esperar otra cosa.
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