La raíz de la violencia en Guatemala tiene origen en la exclusión sistemática de los pobres, y principalmente de los pueblos originarios.
Venancio Guerrero / Especial para Con Nuestra América
Desde Sao Paulo, Brasil.
(Ilustración de Allan MacDonald)
Los guatemaltecos no tuvieron cómo celebrar al día de las mujeres. Principalmente, los pueblos originarios, que además de sufrir cotidianamente la violencia de trabajar en maquiladoras, de violaciones sistemáticas y agresiones, tuvieron que convivir con un desalojo en la comunidad Xinka-Xalapan, en el municipio de Jalapa; la policía, en el día 8 de marzo, junto con los terratenientes de la región, desalojaron y violentaron mujeres xinkas, y destruyeron la casa donde se encontraba un Proyecto de Defensa de las Mujeres y terrenos históricamente heredados.
El Estado guatemalteco no se cansa de violar los derechos de los indígenas. En los años 1980 y 1990 fue la política de tierra arrasada: comunidades indígenas quemadas por el Estado, pues la guerra tenía que ser ganada contra el pueblo pobre y originario. Ser indígena y hablar la lengua era sinónimo de ser comunista.
Ahora, el presidente vuelve a ser un general, heredero directo de la dictadura militar. Otto Pérez Molina enseña que su política para el pueblo guatemalteco y, principalmente, para el pueblo originario es más de la violencia y menos del derecho. Es la política de terror, como supuesta Política de Seguridad. Para superar la violencia en Guatemala es necesario hacer una política de derechos humanos, no alimentar con más despojo y persecución a los indígenas.
La raíz de la violencia en Guatemala tiene origen en la exclusión sistemática de los pobres, y principalmente de los pueblos originarios. Es la violencia de la falta de empleo, comida y tierra.
La comunidad Xinka de las montañas de Xalapán está ubicada donde fue declarada, en 2009, zona calamidad pública, ¿por qué? ¿Por algún hecho natural? No. Por un hecho social: el hambre. El Estado, gobernado en esa época por el gobierno social-demócrata, creía que el problema era la insuficiencia en la canasta básica. Ese pueblo no querría canasta básica, quería de regreso las tierras que les fueron quitadas, pues los Xinkas tuvieron sus tierras reducidas a un tercio de lo que reivindican, teniendo como amparo un documento firmado por el rey Carlos V, donde delimitaban la cantidad de tierras que les pertenecían.
El hambre es falta de tierra, de trabajo. El hambre genera conflicto. Para arreglar eso, el Estado hace más violencia: en lugar de dar derechos a su pueblo, se los quita, despoja, y genera más pobreza con violencia, y simbólicamente, lo hace contra las mujeres en su día. Aquí la mujer indígena es especialmente violentada. Sea por estar siendo superexplotada en las maquiladoras, o por sufrir la violencia machista. Este hecho concreto del pueblo Xinca, ser desalojado de una casa que era para desarrollar y luchar por sus derechos, representa mucho de la naturaleza de este gobierno. Para el Estado eso no existe. ¿Derecho? ¿Que es eso? Solo violencia es posible.
Eso es solo uno de los tantos ataques del actual gobierno al pueblo originario en Guatemala. ¿Será que eso va a detener la violencia en Guatemala? ¿Va acabar con la pobreza? No. A eso se suman los proyectos de minería y carreteras que expulsan a los indígenas a las ciudades: allí no tienen trabajo o este es precario, viéndose en la necesidad de migrar para Estados Unidos. Aquí, acaban por demandar comida que ya no tienen, pues no la producen más. Después vemos en las estadísticas de la FAO alza de precios de alimentos y números, y tendemos a creer que es culpa de la naturaleza. No, la culpa es de la violencia del Estado.
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