Este gobierno no será una reedición de las dictaduras militares. Pero ciertamente en el actual gobierno, además de la fuerte presencia de la cúspide empresarial, también existe una fuerte presencia de militares en retiro lo que es derivado de las relaciones cultivadas por el presidente y su círculo cercano.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En las semanas previas a la toma de posesión de Otto Pérez Molina como presidente de la republica supe de diversas caracterizaciones sobre la naturaleza que tendría su gobierno. Con diferentes matices he encontrado dos que han llamado mi atención. En primer lugar están quienes visualizan al actual gobierno como una suerte de restauración militar. El otro extremo podemos verlo en una visión optimista del gobierno de Pérez Molina como “un régimen político, sí de inspiración militar, pero con un referente concreto distinto al de las dictaduras de los años setenta y ochenta: Héctor Alejandro Gramajo”. Tal cosa es la que nos dijo en las vísperas del nuevo gobierno un economista competente, firme convencido de la necesidad de una reforma tributaria en el país como lo es el actual Secretario General de Planificación Económica, Fernando Carrera. Según Fernando, los militares herederos de Gramajo, entre los cuales el más destacado sin duda alguna sería Otto Pérez Molina, pensarían que el país no logrará prosperidad económica y social ni tampoco estabilidad política si el ejército continúa siendo el garante de la élite económica. Más que represor el verdadero rol para el ejército sería el de mediador en los conflictos sociales y el garante de la estabilidad política e institucional (El Periódico, 8/12/12).
Evidentemente este gobierno no será una reedición de las dictaduras militares. Pero ciertamente en el actual gobierno, además de la fuerte presencia de la cúspide empresarial, también existe una fuerte presencia de militares en retiro lo que es derivado de las relaciones cultivadas por el presidente y su círculo cercano. Y esto indudablemente tendrá un efecto en el estilo de gobernar. Más aun, en la lucha contra la delincuencia y en especial contra el narcotráfico, Pérez Molina ha sido inequívoco en el papel que le está dando a las fuerzas armadas. Ya empezaron a surgir las protestas por la presencia del ejército en las calles de las ciudades y en los caminos del país. Además de la impronta contrainsurgente que le darán los militares en retiro que participan en el gobierno, el alto mando del ejército indudablemente verá fortalecida su cuota de poder en la medida en que más indispensable se haga en la lucha contra la delincuencia común y la organizada. La mentalidad contrainsurgente es tan evidente que el nuevo gobierno ha nombrado en el Programa Nacional de Resarcimiento (que busca compensar a las víctimas de la represión de las dictaduras militares) a Jorge Herrera, un inteligente ex militante revolucionario convertido después de su captura, en un entusiasta agente de la guerra sucia en el país.
No veo por otra parte en estas semanas que el nuevo gobierno impregnado de la doctrina del general Gramajo (como dice Fernando uno de los militares más lúcidos que ha tenido Guatemala) esté pensando en dejar de fungir como garante de los intereses de la élite empresarial. Allí está la propuesta de reforma tributaria que ha presentado el gobierno actual la cual columnistas como Gustavo Berganza (El periódico, 7/2/12) y Cesar E. García (El Periódico, 10/2/12) han calificado como una verdadera puñalada a la clase media. En efecto con la propuesta de reforma tributaria que ha presentado el gobierno se le baja a la gran burguesía del país la tasa de impuesto sobre la renta de 31 a 25% , mientras a los profesionales liberales se les sube en un 40% y a los asalariados entre un 5 y 10%. Más aun, si antes los empresarios podían deducir el 97% de sus costos ahora lo podrían hacer en un 100%. Es evidente que el actual gobierno ha optado por la clase que le está dando contenido y ha empezado a golpear a las clases con cuyo voto llegó a la presidencia de la república. Y en sus primeros días el gobierno Patriota en un alarde impresionante de patriotismo le ha subido a las mineras el porcentaje de regalías de 1% hasta un máximo de 5%. Atrás quedaron las promesas electorales de Pérez Molina de subirlas a un 30%. Al parecer igual trato o mejor tendrán las compañías telefónicas y petroleras que operan en el país.
Que este gobierno tiene en su seno una corriente de vocación militarista contrainsurgente y un rancio anticomunismo me parece indudable. Basta informarse quienes son los que se encuentran atrás del ministro de gobernación Mauricio López Bonilla y saber que algunos de los golpistas de mayo de 2009 son cercanos a la vicepresidenta Roxana Baldetti. Pero acaso más importante que eso es que este gobierno parece estar lejos de lo que Fernando Carrera nos informa fue la doctrina del general Gramajo. Será uno más de los gobiernos obsecuentes con los intereses de las cúspides empresariales y la rapacidad transnacional.
Nos esperan pues, cuatro años de hábito contrainsurgente y dogma neoliberal.
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