sábado, 4 de agosto de 2018

Clase media, millennials y movimientos contestatarios en América Latina

Las clases medias se han convertido en el motor de los movimientos de masas contestatarios de los gobiernos nacional-progresistas de América Latina. Por doquier se vea, Brasil, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, una buena parte de los que asisten a manifestaciones y protestas está compuesta por jóvenes urbanos conocidos como millennials.

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Se trata de estratos juveniles de clase media a los que cubrió la ola de la revolución científico tecnológica de la segunda mitad del siglo XX, especialmente la de la información y los medios de comunicación, que incidió de forma determinante en sus formas de socialización.

Es una generación de jóvenes que no vivió la Guerra Fría ni los alineamientos ideológico-políticos que ella suscitó. Ven como un pasado distante los ideales y las formas de vida que derivaron de ellos, en los que la noción de compromiso tuvo un lugar central.

Se encontraron con un mundo en el que, tras el derrumbe del campo socialista, el mercado capitalista se expandió a todo el orbe permitiendo la globalización del “modo de vida occidental”.

Asimismo la misma revolución científico tecnológica que, en su dimensión comunicacional les dotó de visión de mundo, ha permitido que, a pasos agigantados, se vean desplazados como fuerzas productivas.

Continuas reconversiones del capital han contribuido, en los años en los que entraban al mercado de trabajo, a ese desplazamiento y a la precarización laboral. De cada vuelta de tuerca, que se presentan como crisis sistémicas principalmente económico-financieras, el capital ha resurgido exprimiendo cada vez más a la fuerza de trabajo, propiciando así, por un lado la precarización, y, por otro, la concentración.

Lo millennials crecen por lo tanto en un mundo de presente y futuro incierto, de escasos o nulos compromisos ideológico-políticos, y con un imaginario construido en buena medida por los medios de comunicación que vehiculan las aspiraciones y valores del mercado.

Valores centrales para amplios sectores juveniles de las décadas del sesenta al ochenta como los de compromiso, sacrificio y entrega a una causa les son totalmente ajenos. Hay más un centramiento en un agenda vinculada al ideario liberal que gira alrededor del individuo y sus derechos.

El centramiento en el yo, que busca sobreponerse a las condiciones de inestabilidad, marca la pauta de las reivindicaciones que eventualmente los movilizan, y que en buena medida derivan de la sociedad de consumo que se ha transformado en globalmente hegemónica.

En 2011, Inglaterra se vio sacudida por protestas provocadas por el asesinato de un joven negro padre de cuatro hijos. Lo mismo sucedió en 2013 en los Ángeles, la lista es larga. Todas estas protestas terminaron en saqueos, pero no de alimentos sino de bienes suntuarios: televisores de pantalla plana, sistemas de sonido y otros aparatos eléctricos.

Las aspiraciones de esta nueva generación ya no tienen como horizonte la utopía sino el ser incluidos en el consumo, del que son desplazados por su poca o nula capacidad adquisitiva a la que les ha orillado la dinámica del sistema.

Esa frustración provocada por la constante contradicción provocada por el continuo bombardeo que llama a consumir como objetivo supremo y sentido último de la vida, y su posibilidad de realización, estalla. Buscan un mundo de consumo no interrumpido por la corrupción, ni el desempleo, que llevan a que sean pocos los que accedan a los beneficios y los concentren. No les interesan “los otros”, de abajo, del organismo social a quienes desprecian y ven como rivales.

En las movilizaciones y estados de malestar estos motores de su accionar no aparecen siempre de forma evidente y debe saberse mirar tras bambalinas para detectarlos. Expertos en manipulación de masas mueven hilos a través de los medios de comunicación, que son el espacio natural en el que se mueven, canalizando hacia donde les interesa la frustración y las ambiciones, dándoles una envoltura política. Son, por lo tanto, muy manipulables.

Su problema central es la falta de proyecto político, lo que los hace vulnerables a la cooptación por los que sí lo tienen y se escudan en ellos y los usan.


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