sábado, 18 de agosto de 2018

Argentina: El turbulento circo decadente

Ya nadie recuerda a Santiago Maldonado, a los 44 tripulantes del ARA San Juan, ni del nieto 128 recuperado por Abuelas luego de 42 años de búsqueda, la turbulencia incesante borra todo, dejando las aristas de la pesadilla expuestas astillando las retinas. Sin embargo, 2019 está ahí agazapado, aguardando que la vida de la mayoría de los argentinos vuelva al cauce perdido.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

En la primera semana de agosto al periodista Carlos Pagni, de La Nación, se le escapó la confesión de un funcionario de gobierno: “si no hay pan, que haya circo”. Claro, sabía que se venía una turbulencia cambiaria impredecible, con un desencadenante inflacionario descontrolado, favorable al exclusivo club exportador. Y hubo circo, un circo mediático aberrante, obsceno, deslucido y vergonzante, mucho más de lo visto y oído en Argentina en esta pesadilla que lleva más de treinta meses. Allí aparecieron los cuadernos “Gloria”, un recurso barato para tomar apuntes de la gente de bajos recursos, escritos por el prolífico chofer ministerial Oscar Centeno en tiempos de De Vido, que describió con obsesiva precisión la ruta de los sobornos, cuyas fotocopias, han desencadenado la novelesca acción del juez Bonadío apresando a ex funcionarios y empresarios. Allí también surgieron los arrepentidos, siendo el primero, el primo presidencial, Angelo Calcaterra, titular de IECSA una de las principales constructoras de la obra pública nacional. Luego de un fin de semana intenso, rodeado de abogados dispuestos a buscarle la quinta pata al gato, el hombre se presentó el lunes 6 de agosto a las 8,00 declaró y se fue a su domicilio. Una joyita, un chiche, como para que lo aprendan los chicos de jardín de infantes.

Pero… esto también trae una situación inédita, tal vez una bisagra sin retorno y una pequeña esperanza: por primera vez están presos acusadores y acusados, los dos extremos de la coima, los que la solicitaron y los que admiten que, para seguir beneficiados con la obra pública, la pagaron. Ya lo confesaron grandes empresarios que jamás pensaron que llegarían a una celda. El epílogo de este “blanqueo de corruptos”, como se lo ha denominado en estos días, depende de ese estamento inalcanzable que es la justicia. Aunque las generaciones mayores que han vivido tantas situaciones mezquinas, se muestren descreídas y escépticas, tomando distancia para no contaminarse con algún brote de euforia. Porque convengamos, la “patria contratista” previa y en la última dictadura, estaba compuesta por muchos de estos personajes que se rasgan las vestiduras tanto como de medios, cronistas estrella, jueces y fiscales que miraban al costado.

Desde entonces el periodismo hegemónico no ha detenido las usinas de chimentos, las cámaras de televisión repitiendo una y mil veces imágenes tal vez imaginadas para asegurarse de que estén seguras en el imaginario colectivo impetrando la utópica justicia que nunca llega, tanto como el olvido y la distancia entre las posibilidades de su bolsillo y la cruda realidad de cada día, dada la suba acelerada e imparable de los precios, el desempleo galopante o las mil y una zancadillas y plagas que azotan a una sociedad devastada en poco tiempo, sin que hayan ocurrido cataclismos o un ejército invisible haya invadido las ciudades y ocupado las calles y espacios públicos, incluyendo presidios hacinados de ladrones de gallinas, escuelas destruidas con los comedores llenos de niños hambreados, hospitales repletos sin equipos ni remedios e investigadores universitarios buscando un refugio exterior donde volcar los resultados de sus pesquisas.

Tampoco paran de aparecer los altos funcionarios, incluyendo al presidente (quien se irritaba y criticaba el uso de la cadena nacional en la década ultrapasada) con su sonrisa vacua, sus ojos sin alma, induciendo a pasar el mal trago de la turbulencia y su recurrencia salvadora al Fondo Monetario y su celosa vigilancia, como también lo pregona su empleado más fiel, el ministro de hacienda Nicolás Dujovne, quien sugiere darle de baja a las pensiones otorgadas por el gobierno anterior para recuperar fondos.

Nada los detiene ni les importa. Como no importa aclarar sobre los aportantes truchos de Cambiemos que complican a la gobernadora Vidal ni que el oráculo Google lo presente a Macri como el presidente más corrupto del mundo, con 50 sociedades offshore en 11 paraísos fiscales, sin contar con el sobreseimiento de la millonaria deuda de Correo Argentino ni del contrabando de autopartes u otras prescripciones que van cayendo día a día.

Sus sostenes ideológicos son el filósofo Alejandro Rozitchner y el ecuatoriano Jaime Durán Barba, quien supo asesorar a varios presidentes de derecha de la región y a él, desde hace más de una década. El primero, el pensador, organiza seminarios de entusiasmo, basándose en la espontaneidad como percepción de la realidad, en la necesidad de ignorar la historia, sobre todo la influencia de izquierdas o derechas, eso les permite impunidad de pensamiento y prometer la felicidad y la alegría, con total desparpajo. Y lo más importante, está convencido que Macri es el mejor presidente de su vida.

Durán Barba es más conocido, capaz de cualquier cosa para ganar en política y el más desvergonzado de todos, capaz de aconsejar la destrucción de la dignidad de las personas como sucede con Milagro Sala u otros presos políticos, avasallados en sus derechos, alterando valores fundamentales, subvertida la justicia, invertida la distribución de la riqueza, donde el Estado debiera frenar al mercado, acá lo beneficia, atolondrando a la población ocupada en sobrevivir dentro de una economía descontrolada y un gobierno sin timón, más cercano a la anarquía.

Ya nadie recuerda a Santiago Maldonado, a los 44 tripulantes del ARA San Juan, ni del nieto 128 recuperado por Abuelas luego de 42 años de búsqueda, la turbulencia incesante borra todo, dejando las aristas de la pesadilla expuestas astillando las retinas. Sin embargo, 2019 está ahí agazapado, aguardando que la vida de la mayoría de los argentinos vuelva al cauce perdido.

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