sábado, 26 de octubre de 2019

Arde Santiago

Todos nos hemos sentido conmocionados por lo que está ocurriendo en Chile estos días. Miles y miles de manifestantes de todas las edades y clases sociales han dicho ¡basta! El pretexto fue el aumento de $30 en el boleto del Metro, uno de los más caros, pero podría haber sido cualquier otro.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Mendoza, Argentina

Hastiados de las iniquidades de una elite representada por el presidente potentado, Sebastián Piñera que disfruta desde hace décadas de todos los privilegios habidos y por haber, salieron a las calles de todas las ciudades del país, desde Iquique a Punta Arenas, poniendo el cuerpo a las balas, como si todo esta gran explosión hubiera estado bullendo desde mucho tiempo bajo la superficie.

El volcán dormido entró en erupción y escupió bocanadas de lava por todos los rincones del país. Ese país, modelo de crecimiento que las derechas de la región mostraban con orgullo desmedido y al que todos los millonarios llegados al poder, querían imitar. Todos se querían mostrar con el exitoso Piñera y retratarse como para contagiarse de su racha.

El ingeniero empresario, el presidente Mauricio Macri quiso participar de la bonanza, sale en fotos brindando con champán, chocho, con mirada cómplice; hermanado por la misma ideología, por las mismas ambiciones y con idéntico desprecio hacia las mayorías. Mayorías que silenciosamente, tras la cordillera fueron tomando conciencia y perdiendo miedo a esos carabineros que identificaban con la sangrienta represión de Pinochet aquel 11 de septiembre de 1973 en que derrocó al Presidente Salvador Allende. Cada chileno, aunque lo esconda o lo haya sepultado en el olvido para no sufrir, tiene algún familiar muerto o torturado. Muchos siguen recordando al horroroso Estadio Nacional, ese infierno que se cobró tantas vidas.

Pero hay algo que pocos saben o recuerdan o no quieren recordar, es que la Junta Militar que asesinó al Presidente Salvador Allende no sólo derogó la Constitución Nacional de 1925, sino que convocó a una Constituyente que dio frutos a través de la Comisión Ortúzar, una Comisión encargada de redactar el texto constitucional que, finalmente se pone en vigencia en 1982 bajo la férula del mismo Pinochet.

De allí que la Concertación que asumió el gobierno, luego del plebiscito de 1988 que impidió la continuidad del dictador, no rompió lazos con la dictadura, como tampoco Michelle Bachelet pudo reformar la Constitución al terminar su mandato en 2015, como era su objetivo.

Mucho menos se sabe aún de dónde viene la legendaria rebeldía y el acendrado nacionalismo chileno. La nación mapuche fue la única reconocida por el rey Felipe IV, tras la firma del Pacto de Quillín en 1643, cuando luego de una encarnizada resistencia, se firmó la paz y fijó el límite norte en el río Biobio, debiendo los españoles retirarse y levantar el campamento de Angol que quedaba dentro de territorio indígena; indígenas devenidos mestizos con el tiempo, pero que aún conservan la sangre bravía de sus ancestros y ahora vuelven a levantarse contra el opresor.

Desposeídos, sufridos, abandonados a su suerte, sin posibilidades de educación, salud, seguridad social, con salarios de hambre los chilenos, hartos ya de estar hartos, terminaron cansándose y salieron a la calle a demostrarle a la clase dirigente que, aunque los muelan a palos, “meta combo los pacos” – como ellos se refieren – van a seguir al grito de: ¡Piñera ya fue!

De allí que la primera dama, Cecilia Morel confiese a sus íntimas que las protestas “parecen una invasión extraterrestre, alienígena, vamos a tener que dejar nuestros privilegios y compartir”.

Chile con un PBI per cápita cercano a los 16 mil dólares, segundo en América Latina luego de Uruguay con 17.277, según el Banco Mundial, sigue siendo el país más desigual de la OCDE, con una brecha de ingresos un 65% más amplia que el promedio del bloque.

La mitad de los trabajadores chilenos ganan 550 dólares al mes o menos, según el gubernamental Instituto Nacional de Estadística. Un estudio del gobierno en 2018 mostró que el ingreso de los más ricos era 13,6 veces mayor que el de los más pobres.

En tanto que el sueldo bruto de senadores y diputados asciende a $9.349.851 pesos chilenos, cerca de US$13.000 dólares.

Los sueldos de los parlamentarios chilenos son uno de los más altos de Sudamérica. En la Argentina los legisladores nacionales reciben cerca de cuatro mil dólares. El Congreso de Colombia percibe una cifra menor que en Chile. A pesar de un reciente incremento del 4,5% llegan a los US$10.288. Algo similar ocurre en Brasil y en Perú, donde cada parlamentario recibe cerca de 35 mil soles, es decir, US$10.441.

En México la cifra llega a los US$ 17.750 mensuales. Así, el país trasandino está en el tope de la tabla en la región, mientras que los parlamentarios bolivianos aparecen con una de las remuneraciones más bajas: US$ 3 mil.

Como si esto fuera poco, el Congreso – dentro de las medidas adoptadas en la emergencia por el arrepentido presidente era lograr las 8 horas de jornada de trabajo para todos los trabajadores, una medida del siglo XIX que, seguramente, no hará mella en la irritada sociedad.

Con un Chile en llamas, llamas causadas por los mismos opresores, según las filmaciones clandestinas que han circulado por todas las redes, la derecha pone sus barbas en remojo, a la espera de los resultados eleccionarios de la región de estos días quiso ser cómplice de la bonanza que están definiendo el destino de los pueblos sometidos.

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