sábado, 12 de octubre de 2019

Ecuador y Costa Rica: similitudes

La situación ecuatoriana no es una excepción en esta América Latina radicalizada hacia la derecha. Pero la paciencia popular tiene un límite, y ya lo estamos avistando en el horizonte.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

En Ecuador, la sublevación popular ha puesto en jaque a la presidencia de Lenin Moreno. El presidente ecuatoriano se queja de ser objeto de un complot encabezado por su predecesor Rafael Correa y el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

Los desencuentros entre Moreno y Rafael Correa o, más en general, con el proyecto que había impulsado Alianza País, el partido que lo llevó a la presidencia, se iniciaron apenas comenzando su mandato. El señor Lenin Moreno llegó a la presidencia con un programa progresista que daba continuidad a lo hecho por Correa y Alianza País pero él, sin decir agua va, le dio la espalda e hizo todo lo contrario.

Se alió con quienes habían sido sus contrincantes políticos e ideológicos e inició una persecución contra todos aquellos que se mantuvieron fieles al proyecto original. Los primeros perseguidos fueron quien fuera electo vicepresidente con él, Jorge Glas, a quien acusó de corrupción y encarceló, y su predecesor Correa, a quien ha tratado de echarle el guante y ha inhabilitado para que se postule nuevamente a la presidencia.

El deslinde hacia la derecha del señor Moreno no se limitó a perseguir a quienes habían sido sus compañeros de proyecto político. Internacionalmente se alió con las fuerzas más reaccionarias de América Latina, las que habían llegado al poder de forma casi simultánea con él y constituían lo que se ha dado en llamar la “restauración neoliberal”, y que han constituido una especie de internacional reaccionaria cuyo objetivo fundamental es tratar de derrocar al gobierno de Venezuela y echar para atrás todo lo hecho por los gobiernos nacional progresistas en años pasados.

Pareciera que el retractarse de lo inicialmente prometido en campaña para luego hacer casa común con la derecha más reaccionaria, que se ceba en ajustes que cargan la mano en los trabajadores, se está volviendo la norma en nuestros países.

En Costa Rica, por ejemplo, se está viviendo una situación que tiene muchos paralelismos con lo que sucede en Ecuador.

El Partido Acción Ciudadana (PAC), que inicialmente se perfiló como un partido alternativo al bipartidismo que dominó la política costarricense durante toda la segunda mitad del siglo XX, y en el que muchas personas pusieron sus esperanzas de que fuera en el gobierno un partido progresista, ganó las elecciones de 2018 e, inmediatamente, estableció una alianza precisamente con esa fuerzas tradicionales de derecha de las que se decía alternativa. 

El resultado de esta asociación que no dudamos en calificar de nefasta ha sido, tal como está sucediendo en Ecuador en este momento, el impulso de una agenda de radicalización neoliberal que ha implicado un paquete fiscal que deja caer sus efectos negativos sobre los hombros de los asalariados y, en general, los sectores más vulnerables de la población, mientras los grandes capitales, muchos de ellos grandes defraudadores al fisco, ni siquiera son mencionados en la agenda del ajuste.

En este contexto, todo lo público se encuentra bajo ataque. Las universidades públicas, por ejemplo, son objeto de la más acérrima campaña de desprestigio, y pareciera que deben ser no solo ajustadas en sus programas de estudio para que sirvan a los intereses y necesidades de lo que eufemísticamente se llama el modelo de desarrollo “nacional”, basado en buena medida en el asentamiento de capitales transnacionales que necesitan técnicos y profesionales para sus enclaves, sino que, además, son presentadas ante la opinión pública como nido de vagos y acosadores sexuales que ganan salarios millonarios que deben ser recortados para hacer justicia social.

La oposición a tal rumbo de radicalización neoliberal ha sido, como en el Ecuador, intensa. El año pasado, los sindicatos unidos estuvieron varios meses en huelga y, al igual que en Ecuador, fueron criminalizados por el aparato mediático.

La situación ecuatoriana, por lo tanto, no es una excepción en esta América Latina radicalizada hacia la derecha. Pero la paciencia popular tiene un límite, y ya lo estamos avistando en el horizonte.

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