sábado, 25 de septiembre de 2021

Argentina: La carta de la discordia

 A propósito de la Carta de la Vicepresidenta Cristina Fernández al Presidente Alberto Fernández por el pésimo resultado de las PASO, crónica de una derrota anunciada, quiso dejarlo escrito.

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América

Desde Mendoza, Argentina


Si alguien tiene autoridad política en la Argentina, es la Vicepresidenta Cristina Fernández, con toda su trayectoria. No es necesario recordar los cargos legislativos desempeñados, más sus dos presidencias y la actual.

Desde este espacio hemos descripto cómo, desde la nada y con todo en contra, sobre todo, con un cerco judicial y un circo mediático que pretendía encarcelarla, armó el Frente de Todos, luego de la presentación de su exitoso libro Sinceramente, el 5 de mayo de 2019 y dos semanas después, el 18, comunicó la fórmula: Alberto Fernández – Cristina Fernández que llegó al poder en diciembre del mismo año. De su ejercicio literario ni hablemos.

 

Pero… a las palabras se las lleva el viento, a la palabra escrita No. Al contrario, es serena, reflexiva, interpela, es un testimonio contra el olvido; rescata la memoria, la verdad y la justicia.

 

La memoria que nos recuerda la lucha de miles de oprimidos en las calles contra los poderosos, experiencia que después se hizo doctrina, la necesidad de lograr la soberanía económica, la libertad política y hacer posible la justicia social. La urticante Tercera Posición que tanto irritaba al imperio y la URSS. 

 

Verdad que se concretó con las conquistas de 1943 a 1955, con el establecimiento de derechos sociales y justicia distributiva, el fifty fifty, 50% para el trabajo y 50% para el capital del Estado de Bienestar, consagrado en la Reforma de la Constitución de 1949 y el decálogo de los Derechos del Trabajador, modelo en el mundo, con el movimiento obrero dentro del gobierno conducido por el General Perón y el sentimiento incansable de Eva Perón, con su Fundación, construyendo escuelas, barrios obreros y hospitales, administrados por las obras sociales de los sindicatos, los descamisados, los grasas, los humildes, los que hasta ese momento habían sido esclavos de un sistema oligárquico que venía desde la Colonia, porque la Revolución de Mayo fue oligárquica, porteña, su líder fue Cornelio Saavedra, no el Protector de los Pueblos Libres, Gervasio José de Artigas, que tuvo que huir al Paraguay y morir allí de tristeza, exiliado; perseguido como el orador de la Revolución, Juan José Castelli, como Bernardo de Monteagudo, como el joven abogado de la pluma y el plan de operaciones, Mariano Moreno, muerto en alta mar, porque la contrarrevolución estalló a los seis meses, el 18 de diciembre. 

 

No vamos a insistir con la historia de 221 años de idas y venidas, avances y retrocesos, luces y sombras, menos ahora con el virus que ha nublado el horizonte. Horizonte que, visto desde la azotea es una cosa y, si es desde Puerto Madero mejor, pero desde los subterráneos de la miseria, es negro, hediondo y tóxico.    

 

Estuve en la Plaza de Mayo en la asunción del gobierno el 11 de diciembre de 2019; éramos cientos de miles esperanzados que habíamos concurrido desde todos los rincones del país a alentar a las nuevas autoridades y darnos fuerza entre todos frente a la destrucción y el saqueo de Macri y sus amigos. 

 

Había que reconstruir ladrillo por ladrillo la patria arrasada, poner de pie las instituciones para poder restituir los derechos eliminados. Era una tarea ciclópea, con los buitres del Fondo sobrevolando la Rosada y los ministerios. Desde la City, los especuladores miraban tras las cortinas apostando al dólar, anticipando pronósticos, erosionando el terreno.

 

La euforia reinante, el calor agobiante y húmedo del día y el humo de los choripanes no impedía disfrutar de la música de los grupos populares que se dieron cita en el escenario de la Plaza que había derrumbado las vallas que, hasta el día anterior, como el muro del río Bravo dividían las aguas donde se libra el conflicto cotidiano. 

 

Caminábamos en el borde, sobre terreno minado. Lo sabíamos, no éramos ingenuos.

 

Lo que no sabíamos, como miles de millones de personas en el mundo, que la pandemia golpearía la puerta tres meses y medio después paralizando todas las actividades, salvo las vitales. 

 

Improvisar fue el desafío de la imaginación  de la que todas las autoridades se hicieron eco, bajo el atento consejo de la ciencia y las organizaciones ecuménicas que como la OMS, la ONU, rápidamente orientaron la solidaridad internacional, con la esperanza de encontrar vacunas y medicamentos que aliviaran a los enfermos graves.

 

Desde el 20 de marzo de 2020 todo fue diferente, como diferente fue observar cómo reaccionaba la sociedad ante la enfermedad y su tratamiento y la repercusión que esto tenía en toda dirigencia. 

 

Poco a poco, como la copla de la canción, se despertó el bien y el mal, la zorra pobre al portal, la zorra rica al rosal y el avaro a sus divisas. A mediados del año la calle era un polvorín, la oposición reclamando libertad y criticando la gestión, negando toda responsabilidad por la herencia dejada.

 

Vale la pena entonces reproducir algunos párrafos de la carta, de la Señora Vicepresidenta:

 

“Como no soy mentirosa y mucho menos hipócrita (nunca digo en público lo que no sostengo en privado y viceversa), debo mencionar que durante el año 2021 tuve 19 reuniones de trabajo en Olivos con el Presidente de la Nación. Nos vemos allí y no en la Casa Rosada a propuesta mía y con la intención de evitar cualquier tipo de especulación y operación mediática de desgaste institucional.

 

En las primeras 18 reuniones, la última de ellas el 07/09/2021, siempre le plantee al Presidente lo que para mí constituía una delicada situación social y que se traducía, entre otras cosas, en atraso salarial, descontrol de precios -especialmente en alimentos y remedios- y falta de trabajo, sin desconocer, obviamente, el impacto de las dos pandemias: la macrista primero y la sanitaria a los 99 días de haber asumido el gobierno. Igualmente siempre remarqué la falta de efectividad en distintas áreas de gobierno.

 

También señalé que creía que se estaba llevando a cabo una política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales. No lo dije una vez… me cansé de decirlo… y no sólo al Presidente de la Nación. La respuesta siempre fue que no era así, que estaba equivocada y que, de acuerdo a las encuestas, íbamos a ganar ‘muy bien’ las elecciones. Mi respuesta, invariablemente, era “no leo encuestas… leo economía y política y trato de ver la realidad’. 

 

…Fui, soy y seré peronista. Por eso pensaba que no podíamos ganar. Y se lo decía no sólo al Presidente. Muchos compañeros y muchas compañeras escucharon mis temores.”[1]

Como diría el Diego, “se les escapó la tortuga”, los números cantan: el índice de precios al consumidor fue de 51,4%, vulgo inflación, mientras que el salario mínimo creció en 43%, un 8% por debajo, según datos del INDEC. Dato que sin recurrir a la fuente, lo sabe y padece cualquier ciudadano que no puede comprar alimento con lo que tiene en el bolsillo.


Mueren más niños por hambre que por cualquier otro flagelo incluido el Coronavirus. No hay excusas.

 

Pero tampoco nos volvamos locos, se puede cambiar el rumbo y algo de eso está en marcha después de lo ocurrido. Un tropezón no es caída, pero si no se enmiendan los errores, la extrema extrema va a avanzar. Si se quieren mejorar los resultados, a mejorarle la vida a los de abajo, como repite el presidente. 



[1] La negrilla es del original. El texto completo puede consultarse en la Web.

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