sábado, 18 de septiembre de 2021

Bicentenario de la Independencia, Francisco Morazán y la CELAC

 Unir a la patria grande esperemos que sea la mejorar celebración de nuestro Bicentenario.  Esa conmemoración es también un recordatorio y homenaje a nuestros próceres que ofrendaron su vida por mantener nuestra independencia y soberanía frente a los poderes de los viejos imperios que siguen acechando a nuestros pueblos y naciones.

Adalberto Santana / Para Con Nuestra América

Desde Ciudad de México


El 15 de septiembre de 2021 es una fecha muy significativa para diversos países de América Latina y el Caribe. Se celebró en el caso de México el famoso grito de la independencia que el padre de la patria, Miguel Hidalgo y Costilla realizó en 1810. Con ese acto celebrado en la población de Dolores se inició el proceso insurreccional del pueblo para lograr la emancipación de lo que era formalmente la Nueva España, que tras larga guerra culminó finalmente en septiembre de 1821. De ahí que en nuestros días se celebre el Bicentenario de la Independencia. 

 

A su vez el 15 de septiembre de 1821 en la antigua Capitanía General de Guatemala (que en ese momento incluía los actuales territorios de Chiapas, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) se proclamó la independencia al firmarse el acta de la misma en la ciudad de Guatemala. 

 

Esos momentos históricos nos los refiere el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy cuando afirma: “Hace doscientos años, el 15 de septiembre de 1821, se declaró la independencia de la América Central, entonces Capitanía General de Guatemala, arrastrada por los vertiginosos acontecimientos de México. En febrero de ese año se había proclamado el Plan de Iguala por Agustín de Iturbide, el 5 de julio depuesto él virrey y el 24 de agosto firmado el Tratado de Córdoba, preludio de la proclamación del Imperio Mexicano. Durante los años de la crisis española iniciada con la invasión napoleónica a la península ibérica, la aristocracia de la Capitanía General de Guatemala, mantuvo su fidelidad a las autoridades tradicionales, temiendo un levantamiento popular como el que sacudía a México desde 1810. Pero los acontecimientos que ahora tenían lugar en el Virreinato de Nueva España provocaron manifestaciones callejeras en la capital centroamericana exigiendo la independencia, alentadas por el ala liberal criolla, liderada por el cura José Matías Delgado y el teniente de milicias José Francisco Barrundia. Bajo la presión pública, el cabildo de la ciudad de Guatemala se reunió y sin alternativas aprobó, el 15 de septiembre de 1821, la separación de España”. Aquella acta de independencia centroamericana fue redactada por el intelectual y sabio hondureño, José Cecilio del Valle. 

 

Por esos acontecimientos, hoy en día México y los países centroamericanos celebran su mutua independencia. Pero también el 15 de septiembre se conmemora otro histórico acontecimiento como fue la muerte del más grande prócer centroamericano del siglo XIX: Francisco Morazán. Fusilado por las fuerzas conservadoras en San José de Costa Rica el 15 de septiembre de 1842, se conmemora en nuestros días el 179 aniversario de su magnicidio cuando buscaba recobrar la unidad e integración de los hoy países centroamericanos (Costa Rica, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua). Tres horas antes de que Morazán fuera ejecutado, tuvo la oportunidad de dictar su testamento a su hijo Francisco. En él ratificaba los principios de su ideario por la unión centroamericana: “Declaro:  que mi amor a Centro América muere conmigo. Excito a la juventud, que es llamada a dar vida a este país que dejo con sentimiento por quedar anarquizado, y deseo que imite mi ejemplo de morir con firmeza antes que dejarlo abandonado al desorden en que desgraciadamente hoy se encuentra”.

 

Francisco Morazán incluyó una cláusula final en su testamento que "trasladarse sus restos a El Salvador, por ser el pueblo que más bien le había correspondido, y cuya cláusula no había consignado en su testamento porque lo dictó en medio del tumulto". Así, al filo de las seis de la tarde, de aquel 15 de septiembre de 1842, en la ciudad de San José, capital de Costa Rica, los generales Morazán y Villaseñor eran llevados al patíbulo. Sobre aquel trágico suceso el historiador hondureño Medardo Mejía escribió:

 

“Morazán, con serenidad y grandeza de alma despidióse de todos los conocidos, y listos los tiradores pidió el mando de fuego, diciéndoles: ‘Apunten bien, hijos; aquí, directamente aquí’, señalándose el pecho. Ya iba a dar la voz de fuego, cuando observó que una puntería estaba errada; corrigióla, y luego con voz enérgica dijo: ‘Ahora bien... fuego’. Una gran detonación rompió el silencio de la plaza. Villaseñor murió en el acto; pero Morazán levántose en el humo de la descarga, exclamó: ‘¡Estoy vivo, acaben de matarme!’. Una nueva descarga terminó con aquella gloriosa existencia. Era la hora del Angelus, en el augusto Día de la Patria, cuando el hombre más valioso de Centro América bajaba a la tierra para convertirse en tierra y su ejemplo quedaba resplandeciendo como un sol para innumerables generaciones americanas”.

 

Este Bicentenario de nuestras independencias también se desarrolla en el marco la VI Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que se desarrollará el 18 de septiembre. Reunión más que significativa a la que asisten diversos mandatarios de la región y que entre otros puntos destaca la propuesta mexicana secundada por el gobierno argentino de la “reforma a fondo de la Organización de Estados Americanos (OEA) o la creación de un nuevo organismo que la sustituya”. Sin duda en nuestros tiempos con la CELAC se hace más urgente como lo planteó Simón Bolívar en su Carta de Jamaica de 1814 (que la interpretamos como el acta de nacimiento de nuestra América). El gran Libertador en aquel histórico documento apuntaba: “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión debería, por consiguiente, tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse”.  

 

Sin duda, esto ha sido un añejo anhelo latinoamericanista y caribeño que en nuestro tiempo se requiere construir. Unir a la patria grande esperemos que sea la mejorar celebración de nuestro Bicentenario.  Esa conmemoración es también un recordatorio y homenaje a nuestros próceres que ofrendaron su vida por mantener nuestra independencia y soberanía frente a los poderes de los viejos imperios que siguen acechando a nuestros pueblos y naciones. Romper el bloqueo imperialista contra Cuba y Venezuela es también fortalecer y desarrollar todavía más a la CELAC.  

 

En esta nueva etapa y en la VI Cumbre de la CELAC, se deberán fortalecer los objetivos de la misma que son entre otros articular el diálogo y la concertación política  regional; ampliar a la CELAC como un foro y un mecanismo de acciones e intereses comunes; fortalecer la plataforma del organismo para que la presencia regional tenga mayor peso a nivel global y sea la CELAC el mecanismo que fortalezca a la región frente a los desafíos y retos del mundo contemporáneo, especialmente en situaciones de emergencia como la que enfrentamos  con la pandemia  de la covid-19. Recordemos que la unión es la mejor fortaleza de nuestros pueblos y naciones frente a otros poderes globales.

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