El domingo hay elecciones en Argentina y el energúmeno de turno compite por la presidencia. Se trata de un energúmeno en forma y contenido, histriónico, histérico, tembleque e inseguro, propio del tiempo en el que, según Gramsci, nacen los monstruos.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El monstruo argentino arrastra masas y está a un tris de ganar la partida. Poniéndolo en lugar tan destacado, casi la mitad del electorado argentino quiere patentizar su disgusto, su hartazgo, su desconfianza y su cansancio del estado en el que se encuentra el país. A esa mitad efervorizada en mítines que simulan shows de la cultura del espectáculo, un tipo desmelenado, histriónico y gritón si no le da esperanzas en un futuro mejor, por lo menos les permite una catarsis que, aunque sea efímeramente, les hace olvidar por una rato el estado de postración en que se encuentran.
Es este el tiempo que los energúmenos deben aprovechar para hacerse presentes y figurar. Tiempo de incertidumbre, desencanto y miedo al futuro, en el que nada parece detener la carrera emprendida por la humanidad en contra de sí misma, en el que se torna más difícil encontrarle sentido a la vida.
Es entonces cuando aparecen estos seres que, en otras circunstancias, no pasarían de ser anomalías intrascendentes, marginales y ridículas, pero que ahora, cuando el desasosiego se apropia del mundo, son vistos como referentes cuestionadores del status quo, como personificación de la protesta contra lo establecido.
Gritones, histriónicos e histéricos, amigos de la exageración, el insulto y la descalificación, esta especie del energúmeno político latinoamericano hace carrera al amparo de la expansión de la cultura de masas que enaltece la frivolidad, y no tiene empacho en esgrimir sin sonrojo la descalificación y la mentira, estrategia ya probada y legitimada en varios procesos en los que el populismo de derecha ha cosechado victorias.
El energúmeno de turno es el argentino Milei; Milei el impresentable, el de las propuestas estrafalarias en conjunto con su candidata a la vicepresidencia, que no tiene empacho en salir a defender a quienes desangraron a ese país y cumplieron papel nefasto apoyando a otras dictaduras militares en América Latina. Dicen las cosas sin el menor rubor, desafiantemente, sabedores de que tienen el respaldo de quienes se toman a la ligera los estropicios del aparato militar, que marchó cómo verdadero ejército de ocupación en su propio país.
Ese es el tipo de monstruos que nos depara nuestro tiempo. Ahí en donde aparece el desorden y la confusión surgen ellos como fantoches que atraen hacia sí a quienes quieren patear el tablero, hacer borrón y cuenta nueva y empezar de nuevo hacia cualquier otra parte que no sea en donde están “los mismos de siempre”. Es por ahí donde la palabra cambio hace carrera, sin que se tenga claridad del rumbo que debe tomar ese cambio, que lo único que se sabe es que no se quiere que repita el pasado.
Todo esto lo que muestra es la pérdida de horizonte de las sociedades actuales, la desazón de la que es presa la vida contemporánea y el miedo que provoca el futuro. Estamos transitando por la era de la lenta agonía de un mundo, aún no se vislumbra otro y el decadente presente -que parece durar una eternidad- se muestra como un túnel sin salida. Es por eso que aparecen estos energúmenos, símbolos de nuestra decadencia, de nuestra angustia, que prometen romperlo todo, pero no son más que guasones irresponsables que en vez de solucionar algo nos aproximan cada vez más a los límites que no se deben franquear.
1 comentario:
¡Tu publicación irradia brillantez! Perspicaz, bien articulada y verdaderamente cautivadora. Gracias por compartir tu valiosa perspectiva con nosotros.
Publicar un comentario