sábado, 25 de noviembre de 2023

Argentina: conteniendo la respiración

 El triunfo de Javier Milei en Argentina es un bombazo que recompone nuevamente el panorama político latinoamericano. Ahora, la llegada de José Antonio Kast en Chile, el retorno de Jair Bolsonaro en Brasil y el de Donald Trump en Estados Unidos aparecen como algo posible en el horizonte.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

Se trataría de eventuales retornos respaldados por las urnas, es decir, de la voluntad popular, y no -como en la vieja dinámica del siglo XX- producto de la imposición de los golpes de Estado cruentos de viejo cuño.

Sobre las razones que llevan a estos desplazamientos de las opciones progresistas por propuestas de abierto neoliberalismo radical se ha especulado mucho. Hay quienes lo atribuyen a equivocaciones, engaños o manipulaciones, y ven todo esto como una anomalía que contradice lo que debería ser una especie de lógica en función de la cual “las masas” deberían apoyar siempre a las fuerzas progresistas o de izquierda.
 
Otros lo ven como producto de la desesperación de la gente que, ante la respuesta tibia, tímida o insuficiente de gobiernos temerosos, que no se atreven a hacer reformas radicales que ataquen las causas reales y últimas que provocan sus penurias, se sublevan votando a su opuesto en el espectro político. Se trataría de un acto de desesperación, de un intento de asirse de cualquier cosa independientemente de “lo fea” que sea, pero que, aunque sea discursivamente, ofrezca las soluciones que por fin enderezarían un estado de cosas inaguantable.
 
Y hay otros que atribuyen el crecimiento de la base electoral del contingente conservador, a veces de extrema derecha radical, a la conformación de lo que llaman un “sentido común neoliberal”, que se desprendería de una visión de mundo en el que prevalecerían valores vinculados al individualismo y la omnipresencia del mercado. Este sería el verdadero triunfo del neoliberalismo en sus cuarenta años de prevalencia en nuestro continente puesto que, desde el punto de vista económico, a lo que asistimos sería al ahondamiento de las brechas económicas y sociales con todas sus consecuencias, lo que autorizaría a hablar de un fracaso.
Al igual que lo que sucedió con la victoria de Donald Trump en Estados Unidos hace siete años, lo que pasó en esta ocasión en Argentina es un campanazo que no por anunciado deja de constituir un verdadero shock. Las medidas que tomará “inmediatamente” asuma la presidencia y que ya ha hecha públicas el presidente electo tajantemente, con vehemencia y parquedad, tienen una radicalidad que conmocionará a toda la sociedad argentina por las consecuencias que traerán sobre toda la población, pero especialmente sobre los sectores más vulnerables, que son alrededor del 40% de la población: privatizaciones a mansalva -partiendo de la idea según la cual todas las empresas hoy en manos del Estado funcionaron eficientemente en el pasado, cuando estuvieron en manos de la empresa privada (los ferrocarriles, los acueductos, la distribución del agua, la extracción de gas y petróleo, etc.)-; eliminación radical de las ayudas sociales; transformación en mercancía de todo lo que pueda ser comercializable (hasta los mismo órganos humanos), etcétera, etcétera, etcétera. 
 
Es decir, una radicalización del modelo neoliberal que implica una reducción al mínimo del Estado y un traslado de responsabilidades al mercado. Se trata del mundo del sálvese quien pueda, en el que quienes se salvarán será aquellos que están mejor posicionados, entre ellos aquellos que acrecentaron escandalosamente sus capitales al amparo del saqueo que supieron hacer en el período presidencial de Mauricio Macri con las trasferencias que llegaron al país procedentes del Fondo Monetario Internacional.
 
Argentina entra así, a partir del 10 de diciembre, en una nueva etapa de su vida política, comandada por un personaje con características histriónicas y manipuladoras similares a las de otros pares suyos del continente como Trump, Bolsonaro y Bukele. 

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