sábado, 4 de noviembre de 2023

Antropoceno, al Sur

 El Antropoceno hace parte de la historia ambiental del sistema mundial, que incluye la organización de las interacciones entre la Humanidad y el sistema Tierra a través de la de las interacciones entre lo que hoy se ha dado en llamar el Norte Global y el Sur Global.

Guillermo Castro Herrera / Para Con Nuestra América

Desde Ciudad Panamá


“aquel combate entre la imaginación americana y el molde trasatlántico”

José Martí[1]


El Antropoceno ha sido definido desde la cultura Noratlántica como la época “en la que los humanos y nuestras sociedades nos hemos convertido en una fuerza geofísica global”.[2] Esa era es tipificada mediante indicadores como el nivel de acidificación de los océanos, la disponibilidad de agua fresca, la presencia de nuevos elementos contaminantes (plástico, compuestos químicos, material radioactivo, Organismos Genéticamente Modificados), la contaminación de la biosfera, el uso del suelo, la tasa de pérdida de biodiversidad y el cambio climático.


En lo sociocultural, por su parte, la filósofa polaca Ewa Bińczyk señala que la irrupción del Antropoceno ha generado la construcción de una agenda común de investigación y reflexión entre disciplinas muy diversas, articulada a partir de preocupaciones que todas comparten, como el riesgo de perder el futuro y la irreversibilidad de los cambios en curso. A esto agrega, además, que el debate sobre estos temas, el cual por otra parte actúa “como una advertencia y un catalizador del cambio político.” [3]

 

Por su parte, el historiador francés Jean Baptiste Fressoz plantea que quienes se ocupan del Antropoceno “han propuesto una historia muy peculiar de los últimos doscientos cincuenta años”, según la cual 

 

desde 1800, y más intensamente desde 1945, la humanidad, considerada como un todo indiferenciado, ha alterado inadvertidamente el sistema terrestre a través del crecimiento demográfico y el desarrollo económico, ambos respaldados por un uso exponencial de combustibles fósiles. Afortunadamente, a finales del siglo XX, al borde de un desastre global, un pequeño grupo de científicos del sistema Tierra nos ha abierto los ojos al peligro. [4]

 

Así, al distinguir “entre un pasado ciego y un presente en camino hacia la iluminación”, el Antropoceno “bien podría ser una de las últimas reencarnaciones del discurso del progreso, que reformula como la teleología de la humanidad tornándose reflexiva como agente geológico.” Sin embargo, agrega, el problema “con cualquier narrativa profética centrada en una repentina conciencia ecológica es que, al borrar la reflexividad de las sociedades pasadas, tiende a despolitizar la larga historia de destrucción ambiental”. Y, a la inversa, “al concentrarse en nuestra propia reflexividad, tiende a naturalizar nuestra preocupación ecológica.”

 

Al respecto, Fressoz señala la presencia, en los albores del Antropoceno, de preocupaciones y advertencias – entonces desatendidas - vinculadas “a disciplinas específicas, desde la historia natural hasta la química y la termodinámica”, en relación a temas como el medio ambiente, el clima, la economía de la naturaleza, el metabolismo humano-naturaleza, la termodinámica y el agotamiento de los recursos. Todas ellas, dice, proporcionan “reglas de conducta hacia la naturaleza. Discriminan entre lo puro y lo impuro, la naturaleza y el artificio, la seguridad y el peligro, la sostenibilidad y la insostenibilidad; culpan a los procesos históricos y valoran ciertos modos de vida.” 

 

Con ello, si bien sería “una proyección modernista” caracterizar como “verdes” a las sociedades del Antropoceno temprano 

 

a la inversa, sería indulgente juzgar nuestras preocupaciones ambientales actuales y nuestras categorías teóricas (ecosistema, biodiversidad, calentamiento global, ciclos biogeoquímicos, etc.) como las únicas maneras de ser “ambientalmente consciente”. 

 

Una visión así renovada, sin embargo, aún debería integrar las transformaciones ocurridas en las estructuras de la interacción entre los sistemas sociales y los sistemas naturales que tienen lugar en el período mayor de la historia de nuestra especie en que toma forma y se expande el Antropoceno. Eso demandaría una referencia obligada a nuestra América, si atendemos a lo dicho años atrás por el peruano Aníbal Quijano y el norteamericano Immanuel Wallerstein en un breve ensayo que no deja de ganar en actualidad:

 

El moderno sistema mundial nació a lo largo del siglo XVI. América -como entidad geosocial nació a lo largo del siglo XVI. La creación de esta entidad geosocial, América, fue el acto constitutivo del moderno sistema mundial.  América no se incorporó en una ya existente economía-mundo capitalista. Una economía-mundo capitalista no hubiera tenido lugar sin América.[5]

 

Dicho en breve, el Antropoceno hace parte de la historia ambiental del sistema mundial, que incluye la organización de las interacciones entre la Humanidad y el sistema Tierra a través de la de las interacciones entre lo que hoy se ha dado en llamar el Norte Global y el Sur Global.

 

En ese Sur Global, tales interacciones operaron a partir de lo que el geógrafo francés Jean Brunhes llamó una “economía de rapiña”[6], que mediante la expansión del extractivismo llevó la desarticulación de sociedades completas, el colapso de ecosistemas, la degradadación de suelos y aguas, la expansión de los conflictos socioambientales y las migraciones masivas. Esa dimensión poco atendida del debate sobre el tema en el Norte Global se hace sentir, por ejemplo, en la escasa atención que presta al hecho de que la llamada “Gran Aceleración” en el desarrollo del Antropoceno a partir de la década de 1950 coincide con la transición del sistema colonial característico de los siglos XVIII y XIX al sistema internacional que conocemos hoy. 

 

Esa transición multiplicó los mercados del sistema mundial, expandió el uso de combustibles fósiles, la extracción de recursos naturales y la producción de bienes de consumo y desechos hasta niveles sin precedentes, y en menos de medio siglo llevó al sistema Tierra a una etapa nueva en su desarrollo, que continuará con o sin la presencia de los humanos. Allí encuentra algunas de sus raíces más importantes el conflicto entre las visiones del crecimiento sostenido y la sostenibilidad del desarrollo humano, que caracteriza la cultura ambiental del Antropoceno.

 

En  lo que hace al cambio climático, por ejemplo, esa cultura ha generado el llamado a emprender acciones de mitigación de sus peores consecuencias y de adaptación a las transformaciones que ya van siendo irreversibles. Al respecto, se enfatizan en primer término el cambio tecnológico y el cambio masivo en las conductas sociales. Sin embargo, queda en segundo lugar lo realmente sustantivo: la necesidad de aprender a trabajar con la naturaleza, y ya no contra ella, lo cual no se reduce a la mera innovación tecnológica. Por el contrario, demanda sobre todo pasar de una economía lineal a otra espiral; de una visión ecológica de conservación a una de ecología política que vincule el cambio social al cambio ambiental, y de la cultura creada para el crecimiento sostenido a otra organizada en torno a la sostenibilidad del desarrollo de nuestra propia especie.

 

Se renueva así entre nosotros la necesidad de ejercer el hecho de que el Antropoceno no nos convoca a una batalla “entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza.”[7] Pues, en efecto, si deseamos un ambiente distinto, será necesario crear una sociedad diferente por su capacidad para dar de sí una prosperidad equitativa y democrática, y un desarrollo humano sostenible. Identificar la diferencia y los medios de construirla es el desafío fundamental del saber en el Antropoceno. Para encararlo desde nosotros mismos, la imaginación americana tendrá que redoblar aquí, una vez más, su combate contra el molde trasatlántico.

 

Alto Boquete, Panamá, 2 de noviembre de 2023



[1] José Martí, “Rafael Pombo”. Colombia, s.f. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. “Rafael Pombo”. Colombia, s.f.  VII, 408

[2] Will Steffen, Paul J. Crutzen and John R. McNeill (2007): “The Anthropocene: Are Humans Now Overwhelming the Great Forces of Nature?”Ambio Vol. 36, No. 8, December 2007 Royal Swedish Academy of Sciences 2007 615 https://www.researchgate.net/publication/5610815_The_Anthropocene_Are_Humans_Now_Overwhelming_the_Great_Forces_of_Nature  

[3] Ewa Bińczyk (2019): “The most unique discussion of the 21st century? The debate on the Anthropocene pictured in seven points.” The Anthropocene Review, 2019, Vol. 6 (1-2) 3–18

https://www.researchgate.net/publication/333057976_The_most_unique_discussion_of_the_21st_century_The_debate_on_the_Anthropocene_pictured_in_seven_points

 

[5] Aníbal Quijano, Immanuel Wallerstein: “La Americanidad como concepto, o América en el moderno sistema mundial”, 1992

 

[6] Brunhes, Jean, 1955 (1910), Geografía Humana, Editorial Juventud, Barcelona, Edición abreviada por Mme. M. JeanBrunhes Delamarre y Pierre Deffontaines.

[7] Martí, José: “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 17.

 

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