Los megacapitales actuales, que establecen los planes neoliberales de los que casi nada puede escapar, son los verdaderos dueños del planeta, de sus recursos naturales y, por consecuencia, de sus poblaciones.
Marcelo Colussi / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Guatemala
“Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién hace las leyes”.
Mayer Rothschild, fundador de la dinastía homónima
En el mundo actual el capitalismo se mueve triunfal. Salvo excepciones (China con su particular “socialismo de mercado”, en el que se inspiran igualmente Vietnam y Laos, o Cuba y Norcorea resistiendo heroicamente los embates), los capitales mandan en todo el orbe. Desde principios del siglo XX el capitalismo se expandió fenomenalmente, haciéndose imperialista. Hoy, la arquitectura global de la economía está dada por un capitalismo financiero que maneja casi todo, amparado en el dólar estadounidense, teniendo como garantía final las inconmensurables fuerzas armadas de Washington y su acólito: la OTAN. Como en la Edad de Piedra, quien tiene el garrote más grande se impone.
“Los imperios económicos [como Estados Unidos y Gran Bretaña] están interesados en promover el endeudamiento de los gobiernos. Cuanto más grande es la deuda, más costosos son los intereses. Pero además pueden exigir al presidente de turno privilegios fiscales, monopolios de servicios, contratos de obras, etc. Si este gobierno no acepta, provocarán su caída, promoviendo disturbios y huelgas que al empobrecer a la nación los obliga a claudicar ante sus exigencias”, expresó el historiador estadounidense Carroll Quigley quien, escribiendo para la élite económica de Washington a la que le era funcional, se permitió decir con claridad meridiana estas verdades. Dichas así, sin vergüenza, muestran lo monstruoso del sistema capitalista, y más aún, el mecanismo de su principal potencia.
“Poderoso caballero es don Dinero”, decía Francisco de Quevedo. Los megacapitales que fijan la marcha del mundo tienen hoy día un poder descomunal, inconmensurable. En tanto la masa mundial de bienes se ha cuadriplicado en estos últimos 30 años, la masa monetaria se multiplicó por 40. Es decir: los megabancos con poder mundial tienen un control fabuloso del planeta. Desde hace varias décadas el capitalismo productivo fue dando lugar a un capitalismo basado crecientemente en la especulación financiera. El mundo del dinero especulativo fue desplazando en su desarrollo a la industria, así como la industria dieciochesca desplazó a la producción agropecuaria, fuente principal del modo de producción feudal.
Esos megacapitales actuales, que establecen los planes neoliberales de los que casi nada puede escapar, son los verdaderos dueños del planeta, de sus recursos naturales y, por consecuencia, de sus poblaciones. El mundo capitalista se mueve en torno al dólar, que fue impuesto por Estados Unidos como divisa universal pasando por la soberanía de todos los Estados del mundo. El Irak de Saddam Hussein y la Libia de Mohamed Khadaffi (por cierto, país con el menor índice de pobreza en toda África) intentaron salirse de la esfera del dólar vendiendo su petróleo en otra moneda, y ahí están los resultados: muertos ellos, sus países invadidos y sus sociedades en crisis (en Libia se vuelven a vender esclavos en la plaza pública. La “liberación” que le trajo la OTAN no parece haber liberado nada).
La divisa estadounidense es fijada por su llamado “Banco Central”, quien se encarga de imprimirla según su conveniencia. En realidad, ese Banco Central no es exactamente eso; toma el nombre de Sistema de la Reserva Federal (en inglés: Federal Reserve System, también conocido comúnmente como FED), pero de hecho no es ni reserva ni es enteramente federal. No es reserva, porque por ley no mantiene ningún fondo en reserva, y no es estrictamente federal, por cuanto es un banco público-privado, con participación de la gran banca empresarial privada. Esos inconmensurables capitales tienen nombre y apellido: son los poderosos grupos económicos que dirigen las finanzas mundiales, y a través de los llamados fondos de inversión, gestionan incontables empresas multinacionales dedicadas a todos los rubros: energéticos, armamentos, alimentación, comunicaciones, transportes, química. Esos fondos de inversión administran un patrimonio de 44 billones de dólares, siendo ocho de los primeros diez de origen estadounidense (otro es francés y otro alemán). Esos “fondos buitres”, como se les conoce, solo tienen como objetivo la consecución de ganancias: si para ello destruyen poblaciones enteras, empobreciéndolas hasta la miseria, o arrasan con el medio ambiente: no importa. Lo importante es que “las cuentas cierren”. Entre los más importantes, mencionemos a BlackRock, Vanguard AM, Fidelity Investments, J.P. Morgan AM, Goldman Sachs AM.
Manejando las finanzas internacionales del mundo capitalista (ahora enfrentados a los grandes capitales chinos) tienen como organismos operativos a los brazos técnicos de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. El dólar intenta seguir mandando, y las políticas neoliberales que vienen aplicándose desde los 70 del siglo pasado, siguen impertérritas, aunque se las adverse.
Se dice “que el “neoliberalismo” ha fracasado, y creo entender lo que se pretende trasmitir, especialmente cuando el que emite la opinión orienta sus conclusiones a la denuncia del impacto socio económico regresivo. Pero, inmediatamente me surge la necesidad de explicar que las políticas económicas hegemónicas, llamadas neoliberales (no son nuevas ni liberales), no se proponen un objetivo de progresividad económica en la sociedad, sino exacerbar el objetivo de la ganancia”, reflexiona Julio Gambina. Es así, indudablemente. Si algo hace temblar a esos megacapitales -que no han “fracasado”- es la aparición de otros similares al otro lado del mundo, en China, y su proyecto, junto con Rusia, de desbancar el área-dólar creando un nuevo ámbito económico menos duro para el Sur global. La situación de Israel en Medio Oriente hoy es la respuesta a esa nueva arquitectura que se está gestando, con el intento de crear una crisis mundial, a definirse con guerras.
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