El 31 de diciembre del pasado 2023, falleció en Buenos Aires Héctor Raúl Sandler, jurista, político, dos veces diputado nacional, publicista, profesor universitario y esforzado defensor de los Derechos Humanos y de los presos políticos en los años de plomo padecidos en la República Argentina.
Carlos María Romero Sosa / Para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina
Esa militancia humanitaria casi le costó la vida por lo que debió exiliarse en México en 1975, víctima de las amenazas recibidas por parte de la Triple A del siniestro José López Rega; antesala parapolicial y paramilitar del terrorismo de Estado que en 1976 instauró la genocida dictadura cívico-militar de Videla y sus sucesores, hasta la llegada de la democracia en 1983.
Aunque su aspecto era de una persona de muy menor edad, consta en sus biografías que había alcanzado los 103 años. No obstante siguió sin pausa publicando libros, dando a conocer artículos, participando en congresos científicos y comunicándose por Internet con sus amigos, colegas y discípulos casi hasta el final. De difícil encasillamiento en partidos y francotirador por naturaleza, quizá le cabía bien el rótulo de “último liberal nacionalista” como lo calificó el intelectual, ex rector de la Universidad de Buenos Aires durante la Primavera Camporista: Rodolfo Puiggros, uno de sus compañeros en el exilio mexicano. Igual que lo fueron el gobernador de Córdoba Ricardo Obregón Cano, depuesto por un golpe policial de ultra derecha en febrero de 1974, el presidente Héctor J. Cámpora que murió en Cuernavaca en 1980, el dirigente político Juan Manuel Abal Medina y desde tiempo antes el filósofo Enrique Dussel que tomó la ciudadanía del País Azteca,
Sandler había nacido en Córdoba y representó a la ciudadanía de esa provincia en el Congreso de la Nación cuando todavía era un hombre de centro derecha, bien que ajeno a lo que en el lenguaje político local se conoce como “gorilismo”, cuyo ultraliberalismo es adverso a la justicia social y juzga demagógica toda expresión y participación popular en la cosa pública, en un retrógrado republicanismo de formas devoto de la democracia indirecta en grado extremo, es decir sin ingerencia ni control del pueblo.
La primera vocación de Sandler fue castrense y en su juventud llegó a ser piloto militar. Ya anciano solía comentar haciendo referencia a su experiencia de aviador, que se guiaba por las estrellas sin alcanzarlas, una analogía con los ideales liminares de Libertad, Igualdad y Fraternidad que deben movilizar hacia ellos las conciencias y las voluntades, aunque resulte imposible alcanzarlos plenamente.
Fue docente de Derecho Civil y de Filosofía del Derecho en la Universidad de Buenos Aires, en la que se lo designó Profesor Consulto al acceder a la jubilación como catedrático titular. Crítico de la extrema especialización de la abogacía en los compartimentos estancos de las materias de la carrera y luego en el ejercicio profesional compartimentado, entendía el universo jurídico como una unidad en expansión y diversificación desde los principios rectores y comunes de la disciplina.
Desde el punto de vista iusfilosófico estaba de vuelta del positivismo de Kelsen y la pura técnica dogmática jurídica que nutrió generaciones de letrados argentinos, en especial graduados en la Universidad de Buenos Aires. Ellos en general -me lo hizo saber algo descorazonado- eran y siguen siendo desconocedores de la vuelta de tuerca que el maestro Carlos Cossio dio con su Teoría Egológica al kelsenianismo y a la Lógica Jurídica Formal, y esto al entender la norma jurídica como un juicio disyuntivo y no hipotético según tesis del pensador austriaco. Incluso Sandler promovía en sus ensayos una revaloración del Derecho Natural, si no propiamente confesional y de raíz escolástico-tomista, al menos o a lo más espiritualista. La visión suya se aproximaba al neomoralismo igualitarista e integracionista del Derecho y la Moral de Ronald Dworkin y su iusnaturalismo moderado.
Contrariado de que la Filosofía del Derecho haya sido poco a poco suplantada por la Teoría del Derecho, Sandler, en vereda opuesta del neoliberalismo económico y juzgando imposible e ingenuo dentro del capitalismo en esencia egoísta, la redistribución de los bienes primarios insinuada por Rawls, escribió en 2016 en “La educación superior y nuestros problemas sociales”: “Es visible en la obra de George –por el economista norteamericano Henry George promotor del impuesto sobre el suelo- su constante remisión a la moral cristiana y al derecho natural, tomados como piedra de toque para determinar la corrección de sus conceptos económicos.” Y en el mismo trabajo publicado por la Universidad Nacional de La Plata advirtió contra: “La descalificación académica del “derecho natural”, (que) no se limitó a dar por finalizada la vigencia de la filosofía iusnaturalista. Aunque no fuera su propósito erradicó como cuestión jurídica central el problema de los “fundamentos del derecho”. Me refiero tanto a los fundamentos materiales (que se presentan como “problemas de la vida social” con su propia e intrínseca legalidad) como a los fundamentos ideales (entendidos como exigencias espirituales dada la condición espiritual del ser humano a los que cada orden de vida debe responder). El político, los gobiernos, deben atender y conciliar las exigencias de ambos fundamentos mediante un acto de poder a la hora de dictar la ley positiva necesaria para instaurar o reponer el “orden” mediante un derecho correcto.”
Hoy en la Argentina, gobernada desde el 10 de diciembre de 2023 por el señor Milei, un economista dogmático de claros rasgos autoritarios cuyas primeras medidas fueron lanzar un úkase –léase Decreto de Necesidad y Urgencia- y elevar un proyecto de ley recientemente rechazado por la oposición parlamentaria, para cercenar derechos de los trabajadores, los jubilados, las clases medias, a la vez que dirigida a promover la entrega de los recursos naturales y las empresas estatales al capital concentrado en manos privadas. Son mamotretos ambos todo incluido, a la medida de los reclamos de las grandes corporaciones, la casta plutocrática en el poder y los intereses financieros internacionales. Mediante el frustrado intento de aprobar en el Congreso el Decreto Ley y la Ley Ómnibus que llevaba un presuntuoso título plagiado de Alberdi, se buscó experimentar con el hambre de la población, corriendo su umbral de pobreza vía inflación hasta límites impredecibles y es entonces en esta entristecida Argentina –repetimos- que nunca es más actual la advertencia de Sandler, en mucho un elegante socialista georgista a lo Bernard Shaw: “Toda solución económica debiera rendir examen y ser aprobada por el Derecho”.
Auténticamente libertario, término prostituido por la banda entreguista que con ese nombre gobierna hoy la Argentina, Sandler no claudicó en juzgar severamente a las oligarquías terratenientes, en mucho beneficiarias de la usurpación territorial a los pueblos originarios, enemistadas con el progreso social y en pie de guerra contra el Estatuto del Peón de 1944. De manera coherente hablaba con admiración de la gesta agrarista de Emiliano Zapata, se sentía solidario con la lucha de los “sin tierra” de Brasil y se remontaba y reivindicaba la triada de los fisiócratas inspiradora de próceres de la Independencia como Manuel Belgrano: trabajo, tierra, capital. Por ese camino llegó a promover como el único impuesto justo el debido a la renta del suelo. Una “Vexata quaestio” la de la apropiación de la tierra que no le fue ajena a Carlos Marx quien aunque disentía con George estudió en El Capital la “acumulación originaria”: “inscripta en los anales de la historia con trazos indelebles de sangre y fuego.”
Este hombre valiente hasta la abnegación sin medir los riesgos físicos, que no dudó durante su segundo periodo como legislador esta vez por la Capital Federal y por la progresista Alianza Popular Revolucionaria -reunión de social cristianos, radicales intransigentes, sectores de la izquierda independiente y el Partido Comunista-, en ofrecerle su propio despacho al historiador y diputado revolucionario Rodolfo Ortega Peña, un “enfant terrible” del peronismo asesinado en 1974, era el mismo que en agosto de 1972 al tener noticias de los crímenes cometidos en Trelew por integrantes de la Armada contra varios miembros de la guerrilla, se dirigió en avioneta y automóvil a ese penal ubicado en el sur del país. Reclamó allí ante sus autoridades los cadáveres de los fusilados y presentó junto a otros letrados recursos de amparo por los sobrevivientes. Así fue Héctor Raúl Sandler, un idealista dado a la acción y un intelectual que nunca esquivó compromisos.
Vivió hasta el final de sus días practicando el “suaviter in modo, fortiter in re” de Quintiliano y en su extrema cortesía correspondía a toda solicitud de diálogo. Amigable siempre, debe haber aprendido en Marco Aurelio a no decir nunca “no tengo tiempo”. Conservo unos versos jocosos que me envió por correo electrónico en junio de 2010 con motivo del día del amigo, en agradecimiento a un libro de poemas de mi autoría que había dejado en la víspera bajo la puerta de su departamento porteño en Avenida Quintana a la altura del 209, en la vereda de enfrente del edificio donde alguna vez habitó Borges.
Entre sus libros, varios de ellos publicados en México, pueden citarse: “Expansión dinámica social” (1965), “Alquileres e inflación” (México, 1977), “Restablecer la democracia” (México, 1980), “Estudios sobre la reforma constitucional de 1994 (1995), “El desafío argentino: eliminar los impuestos” (1998), “El cuarto poder( (1999), “Filosofía jurídica: problemas sociales y derecho correcto” (2000), “Introducción al derecho” (2002), “Cómo hacer una monografía en derecho” (2003). Y el último, escrito en colaboración con Guillermo A. Sandler: “Progreso social con justicia social. ¿Más recursos públicos con menos impuestos?” (2016). Este volumen lleva el sello de la editorial que entonces dirigía el fallecido poeta y después me enteré que común amigo Osvaldo Tamborra, justamente donde desde hace más de tres lustros vengo publicando mis poemarios y otros textos en prosa.
Cómo saber si se habrá verificado el encuentro de nuestros respectivos textos originales entre offset y digitales, por imperio de la mera casualidad o en palabras que me expresó al advertirlo: “por el obrar de fuerzas esotéricas”. ¿?.-
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